
“Rock and roll all night and party every day” es la afirmación que Kiss ha llevado al extremo en su crucero anual, que este año acaba de realizar su sexta edición. Durante cinco días, unos 2 mil fanáticos de todo el mundo se embarcaron para vivir una experiencia única de rock durante las 24 horas. El Kiss Kruise comenzó en 2010 y en ese momento nadie sabía muy bien de que se trataba. Fieles como pocos, los kisseros de todo el mundo agotaron su capacidad y apenas desembarcaron comunicaron la experiencia como lo mejor que puede vivir un seguidor del cuarteto de Nueva York. Así es como, año tras año, muchos meses antes de que el crucero zarpe no queda un solo camarote sin ocupar. La fidelidad de sus fans es tal que más de la mitad de los pasajeros es repitente.
Todos los años la propuesta es muy similar: subirse a un crucero durante cinco días, ver dos shows de Kiss (uno en cubierta principal, sin toda la parafernalia, y otro en el teatro del crucero, con los ingredientes clásicos), sacarse una foto con todo el grupo, varias interacciones con miembros de Kiss y shows de bandas afines que completan el line up. Cada año se asigna una temática diferente y este 2016 fue “Creatures of the Deep”, en alusión al disco Creatures of the Night” (1982). La salida fue desde Miami y el periplo incluyó paradas en Cozumel e Islas Caimán. Los grupos invitados fueron The Dead Daisies, Skid Row, King´s X, Whitford/ST Holmes, Magnetico, The Dives (el grupo del hijo de Paul Stanley, porque lo primero es la familia), Enuff Z’Nuff y un par de bandas de covers. Desde el crucero gigante donde en cada rincón hay un parlante que suenan temas de Kiss y la cofradía es única, va es nuestro ranking de lo mejor que pasó abordo.
12. Los regalos

Las sorpresas para los pasajeros fueron in crescendo. Apenas entraban al camarote, un bolso de playa. Al tercer día, un colgante, y al cuarto un vinilo de edición exclusiva del crucero autografiado por los cuatro integrantes de Kiss. Los mimos al pasaje kissero fueron constantes y para atesorar toda la vida.
11. La Argentina en el podio

La Argentina fue el tercer país en aportar pasajeros al crucero con 96, por detrás de Estados Unidos y Canadá, y apenas por encima de Brasil con 93. En la cubierta principal se podían contar más de cinco banderas albicelestes; en un espacio de zapadas informales el grupo formado por Sebastian Gava, Hernán Cotelo, El Duke y Alan Sosa (técnico de guitarra de Magnetico) arrasó por calidad durante dos noches. El kissnerismo en la Argentina es cosa seria.
10. La caza de púas

Entre tanto show a cada rato, las púas vuelan por los aires, quedan en el piso y se atesoran durante toda la travesía. Y los que no tuvieron suerte durante algún show, pueden buscar algún asistente que siempre estará dispuesto a dar una recompensa. Las fluorescentes de Kiss son realmente de colección...
9. Paul Stanley, papá modelo

Entre las bandas menos reconocidas figuraba The Dives, cuya participación se entendía porque Evan Stanley, el hijo de Paul, es el cantante del grupo. Al verlos en vivo, parecían The Wonders, la banda de la película That Thig You Do, pero sin madurar. La sorpresa fue que, durante sus shows, Stanley aparecía entre el público como uno más para ver a su nene. En el segundo concierto de los Dives, el cantante llegó luego de dos horas de fotos con los fans y una hora y media de show en el teatro. El día que Paul dejé de aparecer en los conciertos de The Dives, la gente por fin mirará qué sucede arriba del escenario.
Rafael Moreira es un cantante y guitarrista que como sesionista ha grabado con varios artistas de renombre, pero su proyecto personal se llama Magnetico. Este power trio hace base en la habilidad musical de sus integrantes con un rock difícil de catalogar. Su último disco, Death Race, es una buena prueba.
7. La interacción con los músicos

A excepción de los cuatro integrantes de Kiss, el resto de los músicos se pasea por todo el crucero como cualquier otro tripulante. Así, uno puede estar desayunando en la mesa de al lado de John Corabi de Dead Daisies, ver un show codo a codo con Doug Pinnick de King’s X o sentarse en la barra junto a los Skid Row. Y en todos los casos, siempre están dispuestos a charlar un rato o sacarse una foto.
6. Skid Row: no está muerto quien pelea

Hace rato que nadie paga diez centavos por cualquier versión de Skid Row sin Sebastian Bach en la voz. Sin embargo, la versión 2016, con el casi desconocido ZP Theart como cantante líder, es lo más parecido al Skid Row que pateaba cabezas en la primera mitad de los 90. Con un set basado en los dos primeros discos del grupo, sonaron agresivos, bien heavies, y a los tres originales (Dave Sabo, Rachel Bolan y Scotti Hill) se los ve felices de la vida, algo fundamental para que un grupo de rock vaya para adelante y suene bien.
Paul Stanley como maestro pizzero, revoleando la masa por los aires; Gene Simmons haciéndose el sabiondo para responder sobre temas diversos; Eric Singer como jurado de un concurso de talentos; Tommy Thayer disparando solos de Kiss para que cinco elegidos adivinen de que canción se trata; los cuatro integrantes en el escenario de cubierta para responder preguntas de los fans: la interacción con los reyes del crucero se extiende a las presentaciones en vivo.
4. King's X para todas y todos

Más allá de Kiss, el grupo con mayor rodaje del crucero fue King’s X, trío formado en 1980 que nunca alcanzó el mainstream pero se ganó el respeto de sus colegas con su fusión de rock progresivo, funk y música pesada. Así fue que en cada show, músicos de todos los demás grupos (incluido Tommy Thayer, guitarrista de Kiss) se apiñaban a un costado para al grupo en acción. El bajista y cantante Doug Pinnick es soberbio, y la extensa versión en vivo de “Over My Head” fue de lo mejor que se pudo ver en todo el crucero.
Se formaron hace cuatro años en Australia y sufrieron muchos cambios en su formación, pero la que mantienen desde el año pasado es una suerte de combinado de estrellas de segunda línea con altísima experiencia. John Corabi (ex Mötley Crüe) en voz, Doug Aldritch (ex Whitesnake) en guitarra, Marco Mendoza (ex Whitesnake y Thin Lizzy) en bajo y Brian Tichy (ex Ozzy Osbourne y Billie Idol) en batería salieron a matar en cada uno de sus tres shows, y plantaron bandera como la banda de hard rock más interesante del momento. El grupo se completa con David Lowy, único miembro original. Corabi es un cantante extraordinario y Brian Tichy durante su solo de batería replicó el antológico que Peter Criss grabó en Kiss Alive. Veteranos del crucero (participan por tercera vez), bien podría decirse que se movieron como peces en el agua.
El primer día, KISS dio uno de sus shows pautados, sin maquillaje ni trajes estrafalarios, pero con una lista de temas llena de sorpresas. Lo primero que quedó claro es que Paul Stanley recorre el mismo camino que Mick Jagger para hacerle una gambeta a la edad que marca su documento y mostrarse en un estado admirable. En una hora y media, al aire libre y en el medio del mar, el cuarteto se paseó por un repertorio que incluyó clásicos y unos cuantos temas que hace rato no se le escuchaban como “Mainline”, “Take Me” o “Love Her All I Can”. El show ideal para fanáticos.
La finalidad última de este viaje es ver a Kiss en su máxima expresión. Y eso sucede en el Stardust, el precioso teatro para 1000 personas ubicado en la proa del crucero. Como la temática del crucero lo indicaba, el grupo recreó la gira de Creatures of the Night, con la batería-tanque, los trajes de esa época y un set list con sorpresas. Entre los temas del disco que casi nunca sonaron en vivo incluyeron“Keep Me Comin” y lo inesperado fue de los discos solistas de 1978: “Radioactive”, de Gene Simmons, y “Wouldn’y You Like to Know Me“, de Paul Stanley. Shannon Tweed, esposa de Simmons, tiraba púas desde un costado, y los de primera fila directamente las tomaban directamente de los instrumentos de los músicos. Al ser un espacio chico, no hicieron falta pantallas de ningún tipo. El sueño del pibe: ver a Kiss como en el teatro de tu barrio. El grupo sonó ajustado, potente y con todas las cualidades que lo distinguen desde hace 40 años como un clásico del rock, al que hay que aceptar antes que someter a demasiados análisis. El público fue pura alegría y diversión: eso garantiza el cuarteto en cada show hace décadas. Y desde hace seis años, la garantía se extiende por altamar.