07/07/2016

Guía introductoria a Syd Barrett

A diez años de su muerte, el diamante loco sigue brillando.

Lúdico, creativo, delirante, explorador, lisérgico, autodestructivo. En la primera mitad de su vida, Roger Keith “Syd” Barrett fue todo eso y mucho más. Hijo modelo y alumno ejemplar, su vida cambió entre fines de los ’50 y mediados de los ‘60, cuando sus inquietudes artísticas lo hicieron descubrir el blues primero y a las drogas experimentales después. En plena ebullición artístico liberadora, convirtió a Pink Floyd, el grupo al que lo había invitado su amigo de la infancia, un tal Roger Waters, en un trip psicodélico intenso en sintonía con el Swinging London, como lo evidencian sus primeros singles y su soberbio álbum debut, Piper at the Gates of Dawn. Dispuesto a convertirse en la versión humana del Sombrerero Loco de Alicia a través del espejo, Barrett convirtió a su cuerpo y alma en un laboratorio de prueba y error, hasta que sus compañeros dijeron ‘basta’ antes de publicar su segundo disco, A Saucerful of Secrets.

Mientras comenzaba a cortar amarras de a poco con la realidad, Syd pudo pergeñar en 1970 dos álbumes solistas que puestos en perspectiva suenan como la bitácora de su salto sin red a las profundidades de la locura. Al poco tiempo de que sendos discos viesen la luz, Barrett encaró una reclusión ermitaña de la que nunca volvió. Su último contacto con sus ex compañeros de banda fue en 1975, cuando apareció de improvisto en las sesiones de Wish You Were Here, mientras Pink Floyd pulía “Shine On You Crazy Diamond”, el himno dedicado a él, como si se tratase de un chiste perverso del destino. Casi como en una escena surrealista, todos tardaron en entender que ese hombre excedido de peso, rapado y de mirada extraviada había sido quien se había encargado de timonear su propio barco algunos años antes. Roger Waters fue el único que logró entablar algo parecido un diálogo con él. Cuando el bajista le preguntó que le parecía el tema, recibió una respuesta tajante: “suena un poco vieja”.

Confinado a una reclusión salingeriana, Barrett se volvió un fetiche para los paparazzi que buscaban retratarlo como un habitante más de Cambridge, adonde se mudó para vivir junto a su madre. Vivió más de dos décadas bajo el cobijo materno, lidiando con complicaciones derivadas de una diabetes crónica y esquivando toda alusión a su pasado, hasta que falleció el 7 de julio de 2006, víctima de un cáncer pancreático. Su fallecimiento fue sólo simbólico: para el mundo, él ya había partido mucho tiempo antes. A diez años de su muerte, nuestra manera de recordarlo es con esta playlist que recopila gran parte de su genialidad compositiva. Brilla, diamante loco.