
La deuda es histórica: no hay manera de ordenar la discografía de Astor Piazzolla. Uno de los críticos que lleva adelante este reclamo es Diego Fischerman, autor junto a Abel Gilbert de El mal entendido, una biografía que se acaba de reeditar. O reescribir, según ellos. Hay material descatalogado, perdido e inéditos encanutados. Una pizca de eso se estrenará hoy en Cien, el nuevo disco de Escalandrum. Partiendo desde esa premisa, mucho menos hay guías cerradas para empezar a escuchar al músico y compositor más importante de la cultura popular argentina. Lo que sí se puede hacer es desmenuzarlo de acuerdo a sus características musicales pero también sociales y políticas. Porque no es necesario leer música para disfrutar al autor de “Libertango”.
Hoy, 11 de marzo de 2021, se celebran los 100 años del nacimiento de Astor Piazzolla y tamaña fecha sirve de excusa para plantear uno de los tantos puntos de partida posibles para acercarse a la obra del genial bandoneonista.
Cuando el filósofo tanguero Gustavo Varela tiene que ponerle un año al inicio del período “Tango-vanguardia”, elije 1955. Su vinculación siempre es política y luego musical. Y tiene sentido. Piazzolla aborda Buenos Aires de manera definitiva con la Revolución Libertadora en acción. Fundado el Octeto de Buenos Aires, un gesto que escandalizaría por primera vez a los tradicionales del tango, registró un disco llamado Tango en Hi-Fi en el año 1957. Quizá no sea el disco más importante de esa época pero allí se puede apreciar el inicio de una estética nueva para el tango. Está condensado el entusiasmo del jazz que Piazzolla trajo de París después de haber visto al octeto de Gerry Mulligan y comenzar a escuchar lo que había hecho Miles Davis durante esa misma década.
Le guste a quien le guste, este simple es capaz de resumir la historia del tango. Es la despedida que Astor Piazzolla le hace a los años 60 y a su padre. Y si la nostalgia es una de las características principales del período tango-canción, en “Adiós Nonino” gestualiza con su instrumento la angustia del estado económico de aquel contexto (sí, la historia de la vanguardia), el accidente de su padre y el eco del Río de La Plata pidiéndole que vuelva a Buenos Aires. Que la ciudad, en algún momento, lo iba a valorar.
El equilibrio exacto de cada uno de los gestos disruptivos que tiene su música. Allí estará la grandeza melódica, el sonido moderno de una ciudad como Buenos Aires, la rítmica alterada pero insinuada, el contrapunto, la milonga mixturada de Troilo y Pugliese, su intelecto contemporáneo y hasta los sonidos adyacentes del jazz moderno y el progresivo inicial. Es una balanza araña. Es verdad, las exasperaciones de algunos de sus rasgos personales después le darán masividad pero a Tango contemporáneo nunca le interesó el reconocimiento.
A Carlos Kuri, autor de Piazzolla. La música al límite, le encantan las “Cuatro estaciones porteñas” compuestas en diferentes momentos pero unidas por lenguaje y búsqueda como si fuera una suite. En “Verano porteño”, quizás la más escuchada en términos masivos, se puede apreciar el desarrollo del formato sexteto (el menos utilizado por el compositor), el stacatto al palo y las insinuaciones que podía haber de guitarra eléctrica, en este caso de Cacho Tirao.
Astor Piazzolla es como Borges. Durante la previa parece imposible pero una vez que arrancás te das cuenta que eran puros prejuicios de pretensión. No es complicado entender la propuesta estética del compositor y este simple ayudó para romper con la idea de vanguardia exclusiva que arrastraba hasta los años 60. “Libertango” también sirvió de título a otro disco de Astor Piazzolla pero con el tema alcanza. Consta de tres partes (A, B y C) que le sirven al compositor para ir completando armonía y melodía como hace Juana Molina con la construcción de sus voces en vivo. Por supuesto que el hilo conductor es el bandoneón pero en el track, que no llega a los tres minutos de duración en su versión original, también construirán capas sonoras una batería y un bajo eléctrico. Gestos repudiados históricamente por las miradas más conservadoras del tango.
Menospreciado como disco por los críticos especializados en la carrera del bandoneonista, esta es una perla que sirve para entender qué era lo que hacía Piazzolla con lo rítmico. Cuando le den play, encima, se van a dar cuenta que lo escuchan hace bastante por televisión, sobretodo de fondo en Los Simuladores. Editado en el año 1977, se escucha en -por ejemplo- “Cite tango” el desplazamiento del acento que realiza al interior de la milonga y con un particular efecto de síncopa, eso genera e introduce un principio de ambigüedad en la métrica cerrada del tango. Y por eso, claro está, un cambio paradigmático a la hora de concebir el género. Algunos críticos marcan esto como el desarrollo de una influencia (Pugliese) y no tanto como una invención. Como sea, en Piazzolla ese gesto fue constitutivo de un estilo único.
Si van al enlace de YouTube que tiene cargado este disco de 1987, van a leer un ususario llamado Oscar Barros: “Estoy tan emocionado, lagrimeando, que me resulta imposible comentar algo. Todo lo que pudiera escribir sería poco”. Y la verdad es que a Oscar se le metió el mejor trabajo melódico de una de las últimas composiciones del Quinteto Nuevo Tango y de un músico contemporáneo lejos de su ocaso. Con la muerte de Diego tan cercana, se hace difícil separar “la musa” por la cual Astor estuvo inspirado. La organización napolitana, dicen, fue la responsable de generar un cruce en París entre Maradona y Piazzolla. Una secuencia que cuenta muy bien Jairo. Como sea, esta suite de tres movimientos tuvo una densidad social nunca antes vista en un disco del bandoneonista, dejando de lado, una vez más, las exigencias armónicas y tímbricas.