
Antes de Virus, sinfonismo y desazón. El gesto adusto del rock argentino no acusó recibo de las revueltas punks o de sus consecuencias nuevaoleras hasta que el calendario ingresó en 1981. No era fácil, la última dictadura cívico-militar trabajó mucho en favor de un oscurantismo integral. Desde la periferia provincial al corazón porteño, el sexteto platense se adueñó de su tiempo con agite, ironía y rock a toda velocidad. Modernos desde el primer instante de exposición pública, las fotos promocionales mostraban a la pandilla a punto de atacar: pelo corto, remeras a rayas y miradas nada complacientes ya instalaban en la tapa de Wadu Wadu un rayo warholiano capaz de seducir y transformar a todo lo que se cruzara en su camino. Resistido hasta por las mentes más brillantes del poder difusor de la época, Virus barrió prejuicios, adelantó el futuro e inauguró la pista de baile para el rock de aquí. Mientras Federico Moura estuvo al frente de la banda, cada nuevo movimiento marcó un cambio respecto del disco anterior en donde romanticismo, sensualidad y provocación combinaban perfectamente con estilo, inteligencia y placer.
12. 9 (1998)

Un retorno fallido. Ni la imaginación de Julio Moura en las melodías, ni la solvencia instrumental de Quique Mugetti, Daniel Sbarra y Aitor Graña –reemplazante de Mario Serra- sostienen las buenas intenciones de 9. Hasta el título parece una decisión desafortunada para una banda tan atenta a los detalles. Los esfuerzos de Marcelo Moura por ratificar su rol de cantante tampoco alcanzan a evitar el naufragio. Sin la presencia literaria de Roberto Jacoby, las letras revelan un tono amable y de crítica liviana como en el falso hit “América Fatal”, y el resto de las canciones está muy lejos de la marca original. Si la diáspora de Virus no conformó a los seguidores de la banda platense, al menos en los discos debuts de Aguirre, Limbo, Carmen y Viaje a Venus quedaban reflejos de experimentación y búsqueda luego de casi una década de vanguardia pop.
11. Caja negra (2007)

De Babasónicos a Miranda!, de Adicta a Leo García, el rock argentino de miras amplias y anteojos pop mantuvo vigente el legado de los hermanos Moura. Caja negra pone de manifiesto esa devoción a partir de un registro en vivo compartido junto a varios invitados (Adrián Dárgelos, Pity Alvarez, Ale Sergi y Ciro Pertusi). Las versiones corren suerte dispar y se nota cuáles son los duetos con final feliz. En tanto, la guitarra de Julio Moura nunca deja de estimular al fabuloso corazón melódico de Virus. Quizás lo mejor aparece en dos de las cinco canciones nuevas grabadas en estudio: “Cruz del sur”, un viejo tema de Marabunta, una de las bandas previas a Virus, parece un tema de Estelares pero fichada en 1979, y “After hours” -también conocido como “Marinero loco”- es un hit inclusivo con letra de Roberto Jacoby.
10. Virus Vivo 2 (1997)

Con la producción artística de Mario Serra, el proyecto inicial planteaba el rescate de todos los outtakes del disco Vivo, ya que aquel registro no incluyó varios hits de Locura, decisión criticada en su momento por las revistas del palo. Al plan de diez temas nuevos grabados en Obras los días 15, 16 y 17 de mayo de 1986, se sumarían demos de Las Violetas y Marabunta para completar un box-set de tres discos con la idea de contar la historia de Virus. Finalmente, los conflictos entre los hermanos Moura y el baterista fundador del grupo achicó el setlist a sólo las canciones de aquellas noches gloriosas en el estadio de Núñez. Todavía sorprende la notable performance vocal de Federico Moura: Según contó Serra, el ingeniero de sonido no tuvo que resolver ningún error. Inolvidables versiones de “El probador”, “Destino circular” y “Amor descartable”.
9. Obras Cumbres (2000)

Al sólo efecto de cubrir una retrospectiva completista aparece ObrasCumbres dentro de esta nómina arbitraria y caprichosa. Los varios compilados de grandes éxitos no hacen más que desnudar la tormentosa relación entre el grupo platense y las diferentes compañías discográficas que pasaron por su historia. Todas, sin excepción, descuidaron el catálogo de Virus y exprimieron al máximo la posibilidad de lucrar sin el más minino cuidado artístico. La serie Obras Cumbres de Sony Music al menos incluye temas de todos los discos grabados por la banda hasta el año 2000. Lo más interesante del disco doble son los inéditos que pertenece a la etapa post Federico Moura: “Tecnofon” es un tema de 1989 muy bailable y adhesivo que tranquilamente podría haber mejorado 9, mientras que “Danza de bengalas” figura entre lo mejor que haya grabado Marcelo Moura como cantante, algo así como la continuación de “Imágenes paganas” en la misma cadencia romántica que el clásico imbatible.
8. Tierra del Fuego (1989)

La enfermedad de Federico Moura y el desenlace fatal cruzan a Tierra del Fuego, un disco valiente que aún espera ser redescubierto. Más allá de sus individualidades, Virus fue una asociación artística que explica mejor la decisión del líder por la continuidad y que su hermano menor asumiera el rol de cantante. Por momentos, Marcelo roza el nivel de la deidad: en “Volátil”, enorme oda melancólica de Mugetti, captura el espíritu de ensoñación pop del viejo Virus, y no corre con la misma suerte en los momentos más actorales que pide el groove de “Un amor inhabitado” o “Lanzo y escucho”. Un track un tanto olvidado del disco es cuando Julio se adueña del funk pendenciero de “Salto en alto” y cabe la pregunta de si él no era el indicado para ocupar el lugar vacante. El disco incluye letras escritas por Federico y hasta uno saludo final con ecos de lullaby: “Despedida nocturna” cita a Alejandra Pizarnik cuando la letra de Jacoby dice “la noche soy”.
7. Virus Vivo (1986)

La edición de Vivo sirvió para cerrar el vínculo contractual con Sony y frenar la fabulosa máquina pop. Por primera vez en cinco años, Virus no grabó un disco de estudio, pero no paró de girar por la Argentina y algunos países limítrofes. La presentación de Locura en Obras durante tres noches quedó reflejada a medias en nueve canciones. Es sólo una parte del concierto y deja gusto a poco, aunque es imposible no rendirse ante las versiones de “Sin disfraz” y sus golpes electro como luces estroboscópicas, o la nueva vida de “Densa realidad”. Parte de lo que faltaba del show quedó compensado con la inclusión de “Imágenes paganas”. Elegido como el mejor tema de 1986, la canción es el puente hacia Superficies de placer y la mejor síntesis del ideario romántico de la banda. Reflejos, espejismos, los besos y la ausencia crean la atmósfera de un final de gira, y también el comienzo del largo adiós.
6. Wadu-Wadu (1981)

El clic moderno mucho antes de que Charly García revelara su obra cumbre. Velocidad y precisión desde el arranque de la historia. Las guitarras de Julio Moura y Ricardo Serra imponen geometría new-wave a nuestro rock, único modo de interpretar 15 canciones en 38 minutos. Pero es la voz de Federico Moura la gran novedad, un Sandro andrógino con destellos de Ney Matogrosso, tan magnético y original como las letras de Roberto Jacoby: puro sarcasmo y juegos de palabras para intervenir el discurso del viejo rock (“Soy moderno, no fumo”, “El rock es mi forma de ser”), crear paraísos imaginarios (“Caliente café”) o trabalenguas sobre prácticas clandestinas (“Loco Coco”). Siempre se dijo que The B-52’s, Devo y The Police formaban el abanico de influencias del primer Virus, pero el menjunje de ecos es mucho más amplio e incluye el glam de Alice Cooper, la síntesis rockera de Dr. Feelgood y hasta las plumas de Carmen Miranda. Después de Wadu-Wadu nada volvería a ser igual en el rock argentino.
5. Relax (1984)

Otro cambio de rumbo y nuevos signos ocultos para despabilar al rock argentino. En Relax -sin Ricardo Serra-, Virus abraza las programaciones electrónicas y completa la orquesta moderna con una batería de sintetizadores. Human League y Duran Duran son referencias, aunque el synth-pop de “Me puedo programar” y “Amor descartable” manejan un sabor latino en las cadencias y los arreglos. Esa idea natural también brilla en el mid-tempo elegido para la bellísima “Dame una señal” o el cambiante juego rítmico de “Hago más”. Las letras introducen nuevos conceptos, Federico Moura se apropia de las frases cortas y casi ni se nota la falta de Jacoby. Las canciones hablan sobre desconexión y autocontrol. En cuestiones de amor, el cantante ratifica lecturas de diván y ausencia de culpas, hits bailables a favor del goce y la libertad sexual todavía suenan a novedad. En el plano maquinal brillan las programaciones de “Desesperado, secuencia uno” y “Juegos incompletos”, minimalismo electrónico más cercano a Devo y Thomas Dolby.
4 Agujero interior (1983)

“Largar la piña en otra dirección” fue un grito de guerra en las discotecas y en todas las fiestas durante los primeros meses de la primavera democrática. “Poner el cuerpo y el bocho en acción”, también dice la letra de Jacoby, y es Federico quién pone en movimiento la invitación dionisíaca tras tantos años de oscuridad. Virus empieza a ser reconocido e instala varias bombas radiales para iniciar el romance masivo: la canción que le da título pone al frente una línea sintetizada que suena como un despertador. El ruido electro recuerda a los B-52’s, pero el sonido que logra Marcelo Moura es tan genuino como la urgencia que describe la canción. Agujero interior fue lanzado el 10 de diciembre de 1983 y en la letra de “El probador” sintetiza un tiempo de destape, fantasías eróticas y libertad en su expresión más amplia. La producción de los hermanos Peyronel bendice de una manera oficial un carácter rockero que ya venía de los tiempos de Marabunta y Las Violetas. Las camperas de cuero y algunos riffs más duros son sólo otra expresión de una banda que es capaz de traducir “la movida madrileña” con la versión de “Carolina” o cantarle al hermano desaparecido en “Ellos nos han separado”.
El plan diverso e impredecible incluye un capítulo romántico, otra prueba de uno de los géneros que siempre fascinaron a los hermanos Moura. “¿Qué hago en Manila?” es un bolero moderno con todos los ingredientes de la canción sentimental: el crooner en el centro de la escena, la cadencia y el solo de guitarra como cima expresiva. La soledad y la espera son los ejes de una auténtica rareza para el rock argentino de los ’80. Los Auténticos Decadentes, Babasónicos y Sergio Pángaro tomarán nota de semejante cumbre emocional.
3. Recrudece (1982)

En menos de un año de existencia, Virus cambia de piel y también de compañía discográfica. La primera y última entrega para EMI es una masterpiece con visos de suicidio comercial y manifiesto pop. Recrudece interpreta el loco trajín de un año nefasto para el país: el efímero apogeo y la posterior caída libre del gobierno militar son meros capítulos de un guión imposible. “Me fascina la parrilla” es, quizás, la letra más explícita en materia de ironía, teatralidad de café-concert y revisión de nombres propios de la iconografía nacional. “El banquete”, en cambio, se refiere a “las cenas organizadas por la dictadura para urdir el acuerdo multipartidario luego de la derrota de Malvinas”, dijo Jacoby, autor de la letra que reveló la posición ideológica de una banda tildada de frívola y blanda por la prensa especializada. Pero hay más, el recorrido urbano funciona como video de sensaciones en “El 146”, otra prueba contundente de la evolución musical del sexteto moderno: la canción corre a través de un mid-tempo que crece en la descripción de un viaje casual a bordo de un transporte público, pura sensualidad en la interpretación de Federico y un coro minimalista para reforzar la escena urbana. La esquina de Larrea y Sarmiento dejó de ser para siempre un lugar más de Buenos Aires.
2. Superficies de placer (1987)

Para muchos fanáticos e incluso para varios integrantes de la banda, Superficies de placer es la obra maestra de Virus. En lo que no hay duda es el carácter de álbum definitivo de una banda que transformó la tragedia en legado artístico. La idea inicial era marcar serias diferencias respecto de Locura, buscar un disco más atmosférico y reflexivo. Mientras lo grababan en Río de Janeiro, Federico se enteró que era portador de VIH. La grabación no se detuvo y a pesar del deterioro físico, el cantante logró algunos de sus mejores registros de voz. El disco abre con “Mirada Speed” y con una de las marcas de Superficies de placer, el swing funky de la guitarra Julio Moura propone mucho más que un hit bailable: es también un paseo introspectivo sobre la idea de lo fugaz. Desde el inicio, el disco está enmarcado por el vacío, el azar y el sexo. En “Polvos de una relación”, Jacoby habla del estado de ánimo general valiéndose de terminología económica en plena crisis inflacionaria, y el resultado es un clásico de aire distante y con música escrita por Marcelo Moura. Nuevamente, no hay ni un acorde de más o un tema de relleno.
El disco fue recibido tímidamente por la crítica: se lo definió como algo frío y falto de hits. El tiempo transcurrido puso en su lugar maravillas pop como “Danza narcótica” -compuesta por Daniel Sbarra-; “Ausencia”, de Julio, y “Apocalipsis”, con música de Mugetti. La canción que da título al disco es otra muestra de originalidad: conocido como “el tema paraguayo” es una foto de las playas de Río desde la perspectiva de un voyeur, los colores de las armonías acústicas y Federico cerrando el círculo de un precioso fresco rock latino. Como en cada disco de Virus hay un tema central: “Encuentro en el río musical” se ubica en las antípodas de la canción autoindulgente, Eduardo Costa elabora un testamento glamoroso para los fans, la despedida de Federico Moura como obra de arte.
1. Locura (1985)

Cercano a la perfección, Locura es un greatest hits en tiempo real. No sobra ni un acorde y cada una de las ocho canciones forman una armada invencible tanto en la adhesión popular como en las alabanzas de la crítica. Incluso los detractores quedaron vencidos ante esos himnos hedonistas, románticos y hasta incompresibles en su hechura de palabras. Desde la tapa, obra de Daniel Melgarejo en la mejor tradición art-pop tecno, Locura es el triunfo de la sofisticación y la fantasía urbana. La convivencia entre el universo rockero y su contraparte electrónica funciona de maravillas. El ingreso de Daniel Sbarra en guitarras y teclados completa la versión más secuenciada de Virus: capas de sonidos y ambientaciones a cargo de Marcelo Moura no restan espacios a la guitarra de su hermano, que encaja perfectamente en la nueva distribución de roles, con más cercanía a la férrea base rítmica de Mario Serra y Quique Mugetti.
A 35 años de su edición, Locura permanece luminoso y atemporal. Sinfonías gays que cantó y bailó medio país sin saber el auténtico significado de algunas canciones. Una pequeña revolución inclusiva en el corazón de una sociedad pacata y homofóbica. Desde los acordes iniciales de “Pronta entrega”, todo el disco es una indagación en el mundo sensual, que habla de los deseos y la necesidad de valorizar el sexo. En "Una luna de miel en la mano", letra escrita por el artista plástico Eduardo Costa y que toma su nombre del Ulises de James Joyce ("Everyman his own wife or a honeymoon in the hand"), aborda el antiguo tabú de la masturbación. “Sin disfraz” es la contracara de la historia de incomprensión que esconde el disco: surge de un encuentro con los capos de CBS que le sugirieron a Federico que no develara su homosexualidad por temor a perder ventas. La reacción del cantante es una canción que reivindicaba su sexualidad con frases sutiles como "En taxi voy Hotel Savoy y bailamos…". En lo más alto de un disco cinco estrellas aparece “Tomo lo que encuentro”, una película de gestos mínimos e imágenes inolvidables. Como sucedió con Artaud a partir de Spinetta, el nombre de Claude Lelouch empezó a circular entre adolescentes inquietos gracias a la flecha inicial de la canción. El resto del tema es un delicado trip melancólico con versos para pelearle a la moral proto católica: “no me importa nada en cuestión de amor”.