
Nueve discos grabados en 15 años son números que tal vez no digan demasiado. Pero si ese corpus está firmado por Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota, entonces la ecuación se transforma en leyenda. Los Redondos no son sólo el fenómeno social más grande que haya dado el rock argentino en toda su historia, son también (y en la misma medida) un grupo que evidenció, con detalles de orfebrería, que estética e ideología caminan en la misma vereda. Con la excusa de repasar cada uno de sus trabajos, aquí los rankeamos de peor a mejor.
Los discos de los Redondos rankeados de peor a mejor
9 - Último bondi a Finisterre (1998)

Ya con algunas fisuras internas y con el hastío de no poder contener a su propio público, los Redondos viraron su sonido de manera radical. Las máquinas ganaron protagonismo y las guitarras de Skay pasaron a ser una capa de sonido más entre tantas. "Pogo" y "Gualicho" aportan los mejores momentos a un disco que naufraga en la incongruencia y la incomodidad ante el nuevo paisaje propuesto por los propios músicos.
8 - Momo Sampler (2000)

El último disco de Los Redondos dejó en claro que el sampleo y la composición computarizada era mucho más que un capricho escapista. Con los músicos más familiarizados con las nuevas tecnologías, Momo Sampler levantó la puntería respecto de su predecesor y anticipó la estética sonora que perseguiría el Indio como solista. Un cierre opresivo para una carrera inigualable y una eterna sensación: "no nos gustó como nos despedimos".
7 - Gulp! (1985)

No es que debut de los Redondos sea malo, pero todo lo que vino después lo hace quedar como un compendio de buenas ideas algo inconexas entre sí. En extremos opuestos, "Pierre el vitricida" suena a intento fallido por probar las mieles de la new wave, mientras "Superlógico" desciende a las tinieblas de una orgía clase B. En el medio, "La bestia pop" sobresale entre todos los rocanroles para convertirse en el primer clásico del grupo.
6 - La mosca y la sopa (1991)

Los 90 marcaron para los Redondos el paso definitivo a la masividad. A los clásicos de nicho del grupo, ahora se le sumaban los hits crossover "Mi perro dinamita" y "Un poco de amor francés" para que la patria ricotera expandiera sus fronteras hasta lo impensado. Aunque La mosca y la sopa contiene momentos de excelencia con la densidad pre Morphine de "Blues de la artillería" y el pseudo groove antibélico de "Queso ruso", el resultado general es un tanto dispar.
5 - Lobo suelto / Cordero atado Vol I y II (1993)

4 - Luzbelito y las sirenas (1996)

El último zarpazo de hard blues. Con el mejor audio que hayan logrado en estudio, Skay y el Indio retomaron el costado macabro de los primeros discos y se dieron el lujo de rescatar joyas de antaño que nunca habían sido grabadas ("Mariposa Pontiac – Rock del país" y "Blues de la libertad"). Casi como una constante a lo largo de la discografía, los Redondos dejaron para el final uno de los mejores momentos del álbum: "Juguetes perdidos".
3 - Un baión para el ojo idiota (1988)

Envalentonados por el ímpetu creativo de Oktubre, los Redondos agudizaron el foco para manter el estándar de calidad. Desde lo musical, cierta luminosidad rockera le ganó paso a la oscuridad post punk, pero la bronca no se había ido y los destinatarios ahora tenían nombre y apellido. "Todo preso es político" y "Vencedores vencidos" aportan una mirada crítica a los levantamientos carapintada y retroactiva al golpe del 55, mientras que "Masacre en el puticlub" pinta con genial agudeza descriptiva una hecatombe en un bar de mala muerte.
2 - ¡Bang! ¡Bang!... estás liquidado (1989)

Alcanza con sólo ir al lado B del disco . "Nadie es perfecto", "Esa estrella era mi lujo", "Maldición, va a ser un día hermoso", "Ropa sucia" y "Nuestro amo juega al esclavo" forman un quinteto de temas que cualquier banda se moriría por componer a lo largo de toda su existencia. A la paranoia de álbumes anteriores, los Redondos le sumaron a su discurso una épica sombría para consumar una obra sin puntos débiles.
1 - Oktubre (1986)

Mientras buena parte del rock argentino liberaba sus inquietudes modernas al ritmo de la democracia naciente, los Redondos consumaban su obra maestra a base de resentimiento, venganza y paranoia. Es cierto que "Jijiji", el tema icónico ricotero de aquí a la eternidad, se lleva todas las miradas, pero su genialidad también radica en el contexto. Cada tema de Oktubre es una bomba (de reverb) pequeñita que al explotar en sucesión desencadena el mejor estruendo musical jamás compuesto.