
La volatilidad siempre fue un factor determinante en la vida de The Black Crowes. Como toda banda piloteada por una dupla de hermanos, Chris y Rich Robinson hicieron de su tirante vínculo fraternal un combustible tan efectivo como peligroso. El grupo de Atlanta entró en hibernación varias veces, hasta que la última parecía determinante, con sus dos protagonistas enemistados como nunca antes. Reconciliación mediante, los hermanos Robinson hicieron las paces en 2019, y si bien son los únicos dos miembros originales que quedan en pie, la versión actual del grupo que pasó este jueves por el Luna Park demostró tener su vigencia intacta.
La excusa del regreso de The Black Crowes a la Argentina es la celebración de los treinta años (y monedas) de su debut, Shake Your Money Maker, que sonó completo y en orden. Pero el show fue también la celebración de una manera de entender y vivir el rock ahí donde la tradición y la nostalgia se dan la mano con confianza. Una declaración de principios donde las remeras rockeras del público tenían marco histórico preciso (Creedence Clearwater Revival, Led Zeppelin, AC/DC, Pappo’s Blues y The Rolling Stones, las más repetidas, apenas una de The Black Keys fechada de este lado del milenio), y también donde la salida a escena fue de la mano de “Are You Ready”, himno rutero por excelencia firmado por Grand Funk Railroad.
En esta encarnación, The Black Crowes sostiene su show en vivo en tres pilares. Está, claro, Chris Robinson, un frontman magnético y radiante, un potencial compañero de pupitre junto a Bobby Gillespie en la academia Mick Jagger. A su lado está su hermano Rich, de semblante firme y pulso preciso a la hora de desentramar yeites y licks en afinaciones abiertas a volumen once. Y en la otra punta del escenario, el crédito local: Nico Bereciartua, encargado de inyectarle al grupo una dosis de vitalidad en su rol de guitarrista líder como si hubiese pasado una vida ocupando el puesto al que llegó hace pocos meses. En el centro de la escena, Sven Pipien, el único otro músico histórico del grupo, que se subió al tren en 1997.
Quiso el destino que el avión con los equipos de la banda no llegase a tiempo a Buenos Aires para el show. Sin recursos escénicos y con instrumentos prestados, la postal parecía impuesta a propósito: cinco músicos y dos coreutas con un telón negro como única decoración posible, una instantánea que podía estar fechada en 2023 como también en 1972. Con el slide de Rich Robinson como estandarte, “Twice as Hard” dio comienzo al show, mientras su hermano se contorneaba y alzaba el pie del micrófono y Bereciartua demostrando en cada intervención por qué se ganó su puesto, algo que revalidó poco después en “Jealous Again”, con un protagónico a su medida. Acto seguido, “Sister Luck”, una invitación a reducir la intensidad por unos pocos minutos hasta que “Could I’ve Been So Blind” volviese a poner las cosas en su lugar.
Después del paseo por el terreno de la balada blusera con “Seeing Things”, llegó su versión de “Hard to Handle”, de Otis Redding, ya a esta altura un tema que les pertenece por derecho adquirido. La enjundia rockera también estuvo presente en “Thick n’ Thin”, con un piano honky tonk aportándole aires sureños al Palacio de los Deportes al menos por un rato. Al momento de “She Talks to Angels”, su balada de cepa stone, Rich Robinson y Bereciartua entraron en modo de complementación constante, el primero desde una acústica y el otro pescando melodías desde un slide cristalino. Contrario a lo que su nombre podría sugerir, “Struttin’ Blues” fue un rock valvular de pulso galopante en el que las guitarras cedieron el protagonismo al órgano Hammond, que sentó las bases para “Stare it Cold”, el último cimbronazo de Shake Your Money Maker.
Finalizada la celebración puntual, lo que siguió fue un repaso fugaz de la primera etapa de su discografía. Sin preámbulos, “No Speak No Slave” y “Go Faster” funcionaron bajo una misma norma y a un volumen al borde de la tolerancia auditiva. Después, “Wiser Time” sumó algo de psicodelia arenosa al set, con las dos guitarras en un diálogo constante en una extensa zapada final. Con un clima épico creciente, “Thorn in My Pride” puso a los hermanos Robinson en comunión espiritual y creativa, con Rich exprimiendo una afinación abierta mientras Chris hacía aullar a una armónica por primera y única vez en la noche. Luego de que “Remedy” oficiara de cierre formal, la despedida de The Black Crowes tuvo dos guiños locales. El primero fue la elección del tema de cierre, un cover de “Rocks Off” que parecia hecho a medida de la patria stone. Mientras eso pasaba, Nico Bereciartua tocaba el tema luciendo una remera de Riff, mientras su padre, Vitico, lo contemplaba con orgullo desde el lateral del escenario.