24/11/2015

The Wall, el manifiesto antibélico en HD de Roger Waters

Floyd, paredón y después.

A lo largo de más de tres décadas y media, The Wall se convirtió en una idea fija en la mente de Roger Waters. Lo fue a fines de los 70, cuando la figura de su padre, muerto en la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en el disparador de un álbum conceptual amado y odiado. Lo fue  también a los pocos años, cuando el disco sirvió como excusa para que Pink Floyd se embarcase en la gira más ambiciosa y menos lucrativa de la historia del rock. Volvió a serlo tras la caída del Muro de Berlín, con un show multiestelar en la Puerta de Brandeburgo. Y lo fue por última vez hace tres años, con un tour de dimensiones épicas, que tuvo residencia en River Plate, plasmada ahora en una película a tono con las ambiciones de su creador.

Roger Waters: The Wall no es sólo el registro de un recital de rock devenido en espectáculo audiovisual. A lo largo de sus dos horas y cuarto de metraje, el film alterna entre las imágenes de sus presentaciones en Buenos Aires, Quebec, Atenas y Londres, junto con interludios documentales en los que el líder de facto de Floyd busca reconstruir la historia de su padre y su abuelo, ambos fallecidos en el frente de batalla en sendas guerras mundiales como parte del ejército británico. El resultado final es un despliegue visual de alto impacto, que pasó por los cines del país pero todavía no tiene edición local, aunque sí llegó a las bateas su banda de sonido.

La gira mundial de The Wall sirvió a Waters para saldar la deuda personal que le significó el fracaso del tour de Pink Floyd en 1980, con un reformateo high tech. Con el escenario dominado por una pared en armado constante, el muro se vuelve la superficie de proyección de un mapping de alta definición que domina el hilo narrativo. Una vez que el último ladrillo es ubicado en su lugar, la banda pasa a un segundo plano (literalmente) para dejar lugar al despliegue de imágenes, basado en las que Gerard Scarfe diseñó tanto para el disco original, como para la película dirigida por Alan Parker, junto con pirotecnia y marionetas gigantes.

roger_waters_the_wall_cvr_5_

En lo estrictamente musical, The Wall  versión 2015 es una recreación más que fidedigna del disco de Pink Floyd. Más allá del notorio paso del tiempo perceptible en la voz de Waters, el bajista armó un ensamble XL con las piezas necesarias para borrar la diferencia entre facsímil y original. De ahí que “Comfortably Numb” suene tan parecida gracias a que dos guitarristas (Dave Kilminster) y un cantante (Robbie Wyckoff) unen fuerzas entre tres para reemplazar la interpretación de David Gilmour. El disco incluye además dos canciones que no figuran en el álbum de Floyd: “What Shall We Do Now?”, omitida del original a último momento, y “The Ballad of Jean Charles de Menezes”, una viñeta acústica dedicada a un inmigrante brasileño asesinado por la policía londinense en 2006.

Pero la mayor diferencia en la versión 2012 de The Wall está en su mensaje. Lo que en el original era una fábula sobre la alienación de una estrella de rock devenida en dictador de su pequeño universo personal, ahora es una diatriba antibélica que bombardea su mensaje desde las imágenes del muro. “The Thin Ice” se plaga de fotos de muertos en Irak, tanto en servicio como víctimas colaterales; “Mother” cuestiona la sobrevigilancia estatal, y “Goodbye Blue Sky” se sostiene con la animación de bombarderos que destruyen todo a su paso con símbolos políticos, religiosos y económicos como arsenal de guerra.

El despliegue escénico y visual es cada vez mayor, todo se amontona y el derrumbe se vuelve tan inminente como necesario. La publicación de esta versión de The Wall deja entrever la idea de que la redundancia de interpretaciones en manos de Waters tenía que ver no sólo con el rédito económico, sino también con poder encontrarle una relectura más perdurable y real a algo pensado de la ficción. Ahora queda en él poder dejarla atrás para seguir adelante.