
“¿De qué forma se va a desarrollar mi vida?, me preguntaba una y otra vez. Todo afuera y adentro de mí era represión, represión y represión”. Eso era lo que pasaba por la cabeza de Enrique Chalar cuando recién había cumplido 21 años en 1980, según cuenta en su libro –en coautoría con J.C. Kreimer–, Más allá del bien y del punk. Parecen los pensamientos de Holden Caulfield aunque no es el único punto en común entre Pil, fallecido ayer de un paro cardiorrespiratorio, con el personaje de El guardián entre el centeno, ese que aborrecía la hipocresía y la falsedad de la sociedad.
Murió el autor de “Represión”. Este texto podría empezar y terminar solo con esa oración y sería lo suficientemente contundente, inaceptable y triste, porque con esa canción, la primera que escribió para Los Violadores, Pil también consiguió extraer las formas de la adolescencia y convertirlas en estética de un evento artístico, como lo había hecho Salinger en su novela. ¿Cuántos artistas pueden decir que su adolescencia es la médula ósea de su obra y no solo el contexto en que se desarrolla? Seguramente no muchos. Pero en el caso de Pil estamos hablando solo del inicio de su viaje, que no fue otra cosa que el comienzo del punk en América Latina. Casi nada.
Estamos en 1981. Dictadura militar, en una de esas tantas noches en la comisaría después de un recital, la policía terminó dándole una paliza a todos los detenidos –la banda y el público–, al salir, Pil se abrazó con sus compañeros y se juraron “ahora, más punks que nunca”. ¿Qué puede hacer un punk luego de recibir un golpe? Levantarse y hacerse más fuerte para la próxima. “En ese momento no había nada, había que hacerlo todo. ¿Cómo puede ser que una banda que se llama Los Violadores, que cantan “Represión”, vaya a algún lado en la Argentina de la dictadura? No existe pero lo logramos, esto también es una cuestión de fe y convicciones”, le dijo Pil al autor de esta nota.
Los Violadores terminaron siendo una banda de estadios y teatros, como lo eran Sumo, Virus o Riff, con todos ellos compartían escenario y escena. Mientras Stuka, el guitarrista y compositor, indagaba en los sonidos de los ochenta en discos como Y ahora qué pasa, eh? y Fuera de sektor, Pil era el encargado de bajar el mensaje, de conectar(nos) desde sus letras a la geopolítica, la historia y el presente.
Era difícil entrevistar a Pil. Como en sus letras, tenía muchísima información para darte, ideas muy claras, posiciones políticas. Era un tipo con inquietudes que siempre estaba alimentándose con un disco nuevo que había encontrado, con un libro que dejaba sobre la mesa, al lado del grabador, no para evangelizar o recomendar sino para recordarte con quién hablabas. Había que estar preparado porque lo que seguía era un paseo no solo por las tapas de los diarios, también por las notas más chiquitas de los suplementos, el rural hablando de Monsanto o el deportivo para comentar el resultado de los Jaguares. Este tipo de cosas lo transformaban en una especie de mentor, de maestro, para quienes lo seguían y para las bandas que vinieron después. Era de esos líderes silenciosos a los que nunca vas a poder alcanzar porque están un tiempo adelantados. Cuando llegamos, ellos ya se fueron.
Pasamos a 1987, Los Violadores visitaban Perú por primera vez. En ese recital, durante la canción “Fuera de sektor”, Pil recibió una descarga eléctrica cuando apoyó su mano izquierda en uno de los parlantes, quedando literalmente pegado hasta que pudieron separarlo. Quedó tirado en el piso hasta que los asistentes lo retiraron a los camarines. 45 segundos después, estaba de vuelta en el escenario listo para terminar la canción porque ¿qué otra cosa puede hacer un punk luego de recibir un golpe?
Los Violadores tuvieron un éxito muy grande en Perú y desde esa época, Pil comenzó a ver a la ciudad de Lima como su segundo hogar, a tal punto que además de conocer a su pareja y criar a sus hijos allí, pasó sus últimos 20 años de vida instalado en la ciudad peruana. Durante estos años construyó una carrera solista sólida, por las suyas, sin reflectores, donde invitaba a la conversación punk a la Fernández Fierro o al rapero XXL Irione. Son álbumes que tienen otro tipo de valor más allá del de un hit, porque sus valores eran otros.
Estamos ahora en 1991, Los Violadores abren el show de Ramones en Obras Sanitarias justo el día en que se da a conocer la noticia de la muerte de Walter Bulacio. El primer músico en hacer referencia a lo ocurrido fue Pil Trafa, solo horas después de conocerse la noticia. “A Bulacio lo mataron unos tipos que se visten todos iguales”, dijo el cantante ante cinco mil personas. El caso quedó impune, pero Pil no dudó en hacer referencia expresa sobre los culpables.
Durante los 90, Pil se transformó en un puente hacia otro tipo de punk rock distinto al ramonero, el europeo. En sus dos primeros discos con Pilsen trabajó junto a Steve Jones, de los Sex Pistols, pero también empezó a incorporar frases o canciones enteras en alemán, cortesía de Campino, cantante de Die Toten Hosen, prácticamente una banda hermana de Pil a lo largo de casi 30 años, tanto que terminaron tocando sus propias versiones de “Represión” y “Uno, dos, ultraviolento”. El camino de Pil con músicos europeos terminó cruzándolo con miembros de Buzzcocks, The Adverts y The Boys, entre otros.
Dictadura, represión, agrotóxicos, literatura, tango, hip hop, punk. Murió alguien que pudo conectar todos estos puntos en su obra y de la manera más natural, porque los pioneros son justamente los que no tienen a nadie por delante que les diga cómo se hacen las cosas, los que zanjan el camino –nosotros vamos atrás–. Esa es la parte más difícil pero, a su vez, ¿existe un mejor ejemplo de libertad?
Los 62 años de Pil parecen haberse quedado cortos, pero en el último tiempo había logrado ponerle un cierre de alto perfil a Los Violadores con un show perfecto en el Luna Park y otro accidentado en el Gran Rex. Y también cumplió con Pilsen, con quienes editó su último álbum en 2020, Carne, tierras y sangre, del cual estaba muy orgulloso.
¿Qué hace un punk cuando recibe un golpe? Esta vez no lo contemos. Como dice Holden Caulfield, "en el momento en el que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo".
Descansa en punk, Pil.