22/07/2021

Palo Pandolfo, una suerte de adiós al médium

Gris atardecer.

Martina Ledesma / Gentileza
Palo Pandolfo

Era difícil seguirle el tranco a Palo Pandolfo. Desconcertaba. Cuando uno pensaba que era un afiebrado poeta devenido emblema de post punk con mucho adoquín porteño recorrido, el tipo se acercaba al folklore argentino o a la música latinoamericana. O más tarde subirse a un escenario a cantar tangos. A hacer propio un tema de Radiohead. O a transpirar poesía.

"Cuántos rostros / han pasado por mi vida / estos años / de locura / de noches desatadas / de espiral / en ciudades vaporosas / de alcohol y deseo / ¿cuántas horas / de delirio, masticando / los propios dientes / náusea y carcajada, / aura roja / habrá que cruzar? // ¿Seré karma / psicoterapia / periferia del sistema / rabia, placer / necesidad? // Al camino principal / llegan todos los caminos / Si / la gracia / la intuición / y todos los dones / que pueden ayudar / te guían / en la noche / de pasión".

Palo murió hoy jueves. Pero no hay que esforzarse mucho para escuchar esas palabras -impresas en su libro La estrella primera- con ese tono nasal inconfundible. Ese que en los agitados 80 se descubría con "Ella vendrá", acaso en el plató de Juan Alberto Badía, la primera Rock & Pop o, directamente, en antros que hoy pondrían a más de uno como el perrito del meme. Y si el primer disco de Don Cornelio y La Zona era demasiado para algunos espíritus de la época, Patria o muerte directamente era 43 grados de temperatura sin ibuprofeno en las farmacias. El salto después de haber estado en la azotea.

Los artistas son seres especiales, por más que algunos se hagan los distraídos y otros pretendan serlo sin dar el piné. Sensibles, cabrones, jodidos, peleadores. Multiplicar eso por sustancias, egos, (algo de) guita y otros intereses musicales da como resultado separaciones, lágrimas, piñas, reconstrucciones. Así pasó con Don Cornelio. Así pasó con las diferentes formaciones de Los Visitantes. La gracia y la intuición como guía, decía él. Y así iba dejando gemas aquí y allá. "Playas oscuras", Espiritango, alejarse del rock para ser más rockero que nunca...  Era difícil seguirle el tranco a Palo Pandolfo. Incluso si eras Palo Pandolfo, intuye uno, que apenas vio un poquito más allá de la superficie reflejada por las luces de escenario.

"El nombre de Los Visitantes es algo muy personal", le dijo a este cronista en 1997. "Mi mamá va a la Escuela Basilio, que es una escuela de espiritistas. Ella fue porque cuando yo era muy chiquito me contagié un principio de tuberculosis en una colonia de verano. Por suerte me lo agarraron a tiempo, me hicieron un tratamiento y no llegó a tuberculosis; fue una preinfección. Pero ella se volvió loca en ese momento: cuando se enteró de mi enfermedad me llevó a la Escuela Basilio para que hagan fluido, una cosa con la energía. Obviamente, me curé por la medicina, porque mi destino era otro, pero la chabona quedó enganchada. Empezó a ir recurrentemente a la Escuela Basilio y a tomar esa cultura, se puede decir, que pretende hacernos encontrar con nuestro sexto sentido, la mediumidad, que se manifiesta en diferentes formas: parlante, cuando un espíritu entra en vos y muerto habla a través tuyo; vidente, cuando ves el pasado y el futuro; intuitiva, oyente... Son un montón. Ella me educó a mí desde los tres años en ese concepto de cosas. Está bien, qué sé yo".

"Mi viejo, por otro lado, era marxista", descolocó entonces Palo antes de que las risas estallaran. (Igual, estaba en la letra de "Playas oscuras": "Ella juega con medallas / Velas y libros sin tapa / Él pendiente de las luces / Sin dios, cambia por el cielo") "Empezó como militante socialista, pero luego se hizo comunista porque no se bancaba ser socialista, quería fusilar... Igual, yo les creo a los dos. Tomo de los dos y construyo mi propia filosofía, pero sin militar en la Escuela Basilio o en un partido de izquierda. Me parece muy interesante. Si no, ¿qué es el arte? Eso, una mediumidad, percibir cosas..."

A su manera, Palo era un médium. Uno que necesitaba comunicar hasta desbordar de intensidad. Sin pruritos como para arruinarse la garganta en el primer tema del show, porque hacía falta eso. Capaz de convocar al baile o de arrastrar a la sensación de desesperación (salir a fusilar...) con sólo tomar su guitarra. Entrevistarlo era encender el grabador y poder colar alguna que otra pregunta en medio de ese fabuloso mundo que salía de su boca.

En los últimos años, Palo parecía haber logrado condensar todas esas facetas y exhibirlas como un todo coherente para los demás (o para algunos de los demás, esos a los que nos costaba seguirle el tranco). El vuelo del dragón, su disco en vivo grabado en 2018, es una muestra de eso. Sus shows pasaban por momentos hasta antagónicos -espiritismo y comunismo-, pero fluían con esa energía que contagiaba. Los recientes adelantos de lo que vendría invitaban una vez más al encuentro visceral, ese que siempre exudaron sus melodías y sus palabras. Desde otro lado, el médium seguirá comunicando.