
Desde bien iniciados los 80, los periodistas Daniel y Josi García Moreno entrevistaron a gran parte de las figuras clave del rock local, en una lista que va de Charly García a Vicentico, y de Pity Álvarez a Litto Nebbia. Ahora, con el aporte de Majo García Moreno (sobrina de Daniel), gran parte de esos testimonios son el centro de Está todo dicho, una historia oral del rock argentino contada por sus protagonistas.
A lo largo de sus casi 300 páginas, desfilan ante el micrófono pioneros y nuevos referentes de recambio generacional para dar forma a una mirada múltiple y diversa sobre el nacimiento y el desarrollo del rock en la Argentina. A modo de adelanto, publicamos un extracto sobre rock y la llegada de la democracia, cortesía de Random House y Sudamericana.
Con el retorno a la democracia, en 1983, el rock local dio un paso significativo hacia la modernidad. Los 80 significaron el despegue de la carrera solista de Charly García, el desembarco de la trova rosarina y el posterior debut discográfico de Fito Páez, entre otros grandes hitos. El tango y el folklore se colaban en esas melodías que cada vez menos le debían a la influencia extranjera. El rock argentino tenía su identidad y sería de gran influencia para el rock latinoamericano.
FITO PÁEZ: No sé si podemos enrolar el rock en alguna de las corrientes filosóficas del mundo pero sí el rock, de alguna manera, hace un touch con el posmodernismo que es la reubicación de objetos de otra época, incorporarlos a su ámbito y con eso generar una obra. Charly García hace esto. Escuchás algo de tango en Charly, escuchás a Los Beatles y lo escuchás a él también. Escuchás que la alegría no es solo brasilera por primera vez en la historia argentina. Escuchás este llamado a la alegría en la Argentina, con “Peluca telefónica”. Acá se vio la alegría como pulso vital; porque parece que el único pulso vital que ha tenido la Argentina ha sido el de la guerra, los desentendimientos, la sangre, las peleas estéticas y la tragedia. Una exaltación de la tragedia. Y en Charly eso aparece como una cosa novedosa…, la alegría. Incluso a Luis (Alberto Spinetta) ligado también con esta cosa de “mañana es mejor”. “Salir de la melancolía”, esa es la idea más importante que veo en Charly y posiblemente en el rock.
Podría hablar de Luis, (de la canción) “Bajo Belgrano, amor ascendente”; la idea de Virus de agregar el ritmo fashion o glam, el mundo de los gays y de los sexualmente diferentes y cómo se incorporan y cómo comprenden la idea del fútbol y cómo mixturan todo eso. En ese punto creo que el rock sí cumplió una función muy “descaretizante” y muy vital. Al igual que Sumo, cuando Luca decía: “¿Qué es esto de que el disco es cultura?”. Creo que ahí hay alianzas muy buenas, a pesar de las desinteligencias que todos han tenido en el desarrollo del ejercicio de su vida. Creo que hay muchos puntos en común entre todos ellos.
El contexto de todo esto era la primavera alfonsinista, el fin de la dictadura y una tendencia a festejar; cosa que bienvenida sea, después de tanta desgracia. Creo que el rock, en ese sentido, fue muy liberador.
La relación del rock con el mundo político siempre tiene que ser vista con mucha desconfianza. Entonces ahí el rock se me queda ingenuo, con poco tiro al futuro y para atrás también.
El rock pocas veces intentó relacionarse seriamente con el pasado pero eso no solamente tiene su fundación en una idea necia, de decir: “Estos son viejos, nosotros somos jóvenes, nosotros tomamos ácido y fumamos porro y los viejos no”. Una disputa tonta porque no era así. Y, por otro lado, los viejos también diciendo: “No, estos no, estos pelilargos que hacen ruido”.
Creo que eso está fundado —no solamente en la Argentina, sino en toda Latinoamérica— en el peso brutal que ha tenido el desarrollo de las dictaduras y la imposibilidad de ejercer la democracia.
En la democracia uno puede disentir y ahí se puede debatir. No estoy defendiendo la democracia tampoco porque es un sistema muy engañoso. Esto que llaman democracia, en Latinoamérica, se parece poco y nada a esta palabra. Pero el hecho de no haber tenido un ejercicio de libertad a través de los años, estoy hablando desde el primer golpe que le hacen a (Hipólito) Yrigoyen hasta la asunción de (Raúl) Alfonsín…, siempre es todo traumático. Entonces cuando había momentos de liberación te transformabas en un parricida generacional; matabas a tu padre porque lo que representaba tu padre o tu familia o tu generación anterior era feo. El rock no rompe esta barrera y, lamentablemente, creo que acontece lo mismo.
Posiblemente la generación que venga ahora sea la que pueda retomar una suerte de tradición que puede ser muy interesante de tratar de entender cómo un Homero Expósito “era más blanda que el agua/ que el agua blanda/ era más fresca que el río/ naranjo en flor”, se puede tocar con “el vino entibia/ sueños al jadear/ desde su boca/ de verdeado dulzor” de Spinetta. Y cómo una letra del Cuchi Leguizamón, “La chacarera del expediente” se puede tocar con “Transas” de Charly o con “No bombardeen Buenos Aires”. De alguna manera hay una relación histórica entre todas las regiones del país y en las diversas épocas.
CHARLY GARCÍA: El tango, como el blues, como todas las músicas, tiene una cantidad de compases. Tiene tantas reglas que creo que es por eso que no pude zafar. Me encantó tocar “Naranjo en flor”, compuse algunos tanguitos pero sobre todo “Naranjo en flor” me parece un tema impresionante. Y creo que esa restricción yo la acepté.
Por el tango canción se empieza; después empezás a ver otros y otros y otros. Homero Expósito, el hermano de Virgilio, unas letras… Spinetta… “Era más blanda que el agua/ que el agua blanda”. Creo que el tango es una cosa que se adquiere con el tiempo. Es como la comida, cuando uno es chico come papas fritas y milanesa; después un día te gusta una cosa y hasta te gusta el sushi. A mí cada vez me pega más el tango. Dosificado.
El tango ya está en la sangre pero hay una cosa del tango que no me copa y es la mano down; es lindo escucharlo cuando estás en París pero es muy down. Me gusta pero con cuentagotas. Me gustan los tangos más graciosos, por ejemplo: “Sola, fané, descangayada, la vi esta madrugada/ salir del cabaret” (“Esta noche me emborracho”).
DANIEL RIPOLL: Con el ingreso a la democracia hubo un movimiento un poco más contestatario pero me parece que el rock se sentó en sus reales y empezó a complacerse a sí mismo, a mirarse el dedo del pie, y a ver si le crecían -como decía Spinetta- flores en el ombligo. Y no crecieron flores en el ombligo: crecieron las panzas, los acomodos, los grupos que transaban con las compañías grabadoras, los grupos que nacían con una estética predeterminada.
Eso nos lleva hasta nuestros días, donde surgieron grandes grupos para los medios de comunicación; pero no creo que hayan surgido grandes grupos para el arte.
Para los medios de comunicación fueron grupos importantes, y por primera vez, las grabadoras vendieron muchos discos de rock nacional…, y se pusieron muy contentos.
Es un poco lo que pasó en el mundo, la música ya no es el transporte de la necesaria rebelión que tienen que tener todas las generaciones, sino que por ahí esa rebelión se da en otro ámbito como la alta tecnología. Creo que el pensamiento va a correr por ese hilo y no por el rock.
FITO PÁEZ: Creo que fue muy afortunado para todos nosotros esa venida de Rosario en el 82, todo lo que pasó con el fenómeno de Juan (Carlos Baglietto) y todos los músicos que estábamos ahí atrás de él. Y creo que, de alguna manera u otra, todos han desarrollado su camino porque han sido todos músicos talentosos. Tengo una foto de aquel Obras donde tenía tanto miedo que me puse una gorra, dos camperas, un pantalón y tocaba todo el tiempo encorvado para que no se me viera la cara de la vergüenza que tenía y cuando la gente empezó a estallar yo no lo podía creer, y supongo que Juan menos, pero él ya era más veterano, más valiente, sabía cómo hacerlo. Yo hacía un par de años me había acostado con una chica por primera vez. Me parece que fue una cosa lógica. Fin de dictadura, comienzo de democracia. Juan era un tipo que tenía una figura “crística” casi, y entendible. Con historias fáciles y algunas muy potentes y tenía ángel. Y eso fue un boom, más una multinacional apoyando, creo que no había forma de fallar.
Después de tres años de tocar con Juan decidí dejar la banda por diversos motivos. Y fue una cosa insólita, el día que le dije a Juan que no tocaba más recibí un llamado de (Daniel) Grinbank. Yo vivía en un departamento enfrente del Riachuelo, Pedro de Mendoza 1751 3° piso C (en la Boca), viví ahí tres o cuatro años con (José Luis) “Zapo” Aguilera y con (Daniel) El Tuerto Wirtz. Me llamó Grinbank y me dijo que Charly estaba buscando un tecladista para su banda y que estaba interesado en mí. ¡Imaginate, era un llamado de Los Rolling Stones! Me puse muy contento, fue muy genial, una gran noticia. Yo era muy fan de Charly; lo había seguido de muy pequeño.
Al otro día fui a la oficina y estaban todos ahí; estaban los G.I.T., estaba Fabi (Cantilo), el Ruso y estaba Charly y ya me dijo: “Mañana vamos a ensayar”. Y de ahí nos fuimos a su casa a escuchar el Modern clics y fue todo muy simpático y muy genial.
Era un ingreso para mí a un mundo más glamoroso. Yo venía con siete dientes menos, comiendo Mentoliptus, con el pelo largo de Rosario… Y estos pibes la verdad que estaban en una muy diferente a la mía. Yo la pasé muy bien, fue una etapa muy liberadora, de mucho rock and roll en el sentido visceral de la palabra. Y fue de mucho aprendizaje: ver cómo trabajaba Charly, ver cómo armaba todo, incluso en esa forma medio caótica que tiene de trabajar, cómo llega a los lugares que él quiere y de una manera tan contundente y tan efectiva. Fue muy bueno para mí.
PABLO GUYOT: (Con Clics modernos) veníamos tocando tanto con la banda que Charly nos mostró tres temas antes de entrar en el estudio, nada más. Y después todos los demás temas nos decía “así es” y lo tocábamos. Todos los temas de primera toma así que como teníamos el estudio dos semanas, nos pasamos una semana escuchando los temas que no conocíamos. Si ensayás mucho tiempo los discos después llega un momento que no los aguantás más, este salió tan rápido que también filmamos un video con Charly vestido de enfermero, el del kétchup.
FITO PÁEZ: Charly es un pilar muy importante, una especie de John Lennon latino que comprende las grandes ideas, los grandes movimientos, no sé si políticos. Las grandes ideas del inconsciente colectivo, Charly las comprende a través de todo lo que ha hecho toda su vida. Y esto es lo que lo diferencia, tal vez, del resto. Se transforma en una especie de hombre crónico pero de hombre crónico, incluso, como fusible social también por tener un ejercicio permanente de lucidez. Es un tipo que siempre dio en el clavo, con humor incluso en un país que no tenía humor, o que tenía un humor diferente. Creo que el encantamiento que ha ejercido él en la gente tiene que ver con esto. Aparte de su obra musical que creo que es una de las más importantes del siglo, en la historia argentina; en la historia de la música latinoamericana o hablada en español.
CHARLY GARCÍA: Clics modernos al principio fue muy criticado me parece, por lo menos en la gira. Hicimos una gira por el interior y no era lo que se esperaba. Pero para mí cuando fui a Nueva York, estar sentado ahí, con esa sombra negra tan típica y decía Modern clics… Mi idea era llamar al disco Nuevos trapos, y firmar con aerosol y todo, pero eso fue tan perfecto que quedó ahí. En Nueva York fuimos a una convención de emulators que recién había llegado y estaban todos con los disquetes y entonces yo sampleé a James Brown y fui al estudio e hice: “Ah, Ah, Ah, Ah” (en “No me dejan salir”). Creo que Clics modernos fue como bastante mal interpretado. Se lo tomó como un disco comercial, como algo así hecho para vender y después, bueno, vino toda la movida de la cual yo también soy responsable. Pero tiene que ver también con que se habían ido los militares y la democracia. “Estoy verde” realmente yo no lo quería poner, pero bueno no es un mal tema y en el rock no se podía bailar. Yo antes era muy criticado por eso.
FABIÁN VON QUINTIERO: A Charly personalmente lo conocí en un recital de Serú en Mar de Ajó. Esperando a la salida de un show si salían los músicos que los queríamos ver. Éramos muy chicos con otro amigo. Salió Charly primero, después salió Moro y queríamos los palos de Moro y Quebracho que era el stage manager dijo: “Si quieren los palos tienen que ayudar a cargar”. Y nosotros pensábamos que eran dos guitarras y era todo un escenario que tuvimos que cargar en la arena y nos quedaron todas las manos lastimadas y los brazos duros y los talones lastimados también.
Charly fue alucinante para mí porque en mi adolescencia fue una de las puntas que yo tomé para tocar rock nacional y lo fui a ver mucho. Me volvía loco cómo tocaba los teclados. Después de dos años de tocar con Soda fue un poco denso para ellos mantenerme y yo también tenía ganas de estar mejor. O meterme más en el grupo o salir y hacer otra cosa. Fue un buen momento para cambiar porque al formar parte de la banda de Charly iba a tocar con un pianista e iba a aprender a tocar y aprender mucho de sintetizadores, piano y acordes. Y fue así.
Nos hablamos por primera vez en una fiesta en Núñez. Yo sabía que él estaba por armar una banda nueva y le dije: “Che, yo sé que estás por armar una banda…, me encantaría poder acompañarte”. Yo todavía tocaba en Soda pero me estaba por ir porque ya las cosas no estaban muy bien y él me dijo: “Bueno pero aguantá, aguantá”. Que te diga sí de primera es muy difícil. Y me dejó con la duda de si me iba a llamar o no. Charly tenía que ir a España e iba a ir Calamaro, y Andrés era amigo mío y no quería ir, entonces me dijo a mí. Yo quería ir pero Charly no me conocía y se llevó a Pedro Aznar de tecladista. Me dejó con las ganas.
Después vino el levantamiento de Semana Santa, que fracasó con la famosa frase “Felices Pascuas…” y a la noche hubo un festejo en Barrancas de Belgrano que cerraba Charly. Y me llamó (Fernando) Samalea y me dijo: “Venite para acá ya”. Y entré en la casa de Charly con un temblequeo y Charly me saludó con distancia, me pasó “Demoliendo hoteles”, la ensayamos, tocamos, y a los quince días nos fuimos a Nueva York a comprar teclados y cosas para preparar Parte de la religión.
Un día llegué a ver cómo Charly componía una letra, eso no se ve mucho porque no te abre esa puerta. Estábamos en Nueva York y él estaba con un cuaderno…, como todo el mundo, y tiraba algunas palabras, algunas frases, ideas. Y cada verso como una idea. En la composición de Cómo conseguir chicas… “Fanky” es un tema que se lo anotó Charly pero lo hicimos entre todos; por lo menos la música, cada uno hizo una parte.
HILDA LIZARAZU: En 1987 estaba grabando con Man Ray y me convocó Charly para hacer una audición. ¡Charly García! ¡Era como Cenicienta! Fui, probamos algunas de las canciones a piano y voz y fue muy rápida su decisión. Y era la primera vez que él iba a ir de gira a Latinoamérica, todavía no había salido porque los que eran el pasaporte en esa época eran Los Enanitos Verdes y Soda Stereo. Para mí era ponerme el zapatito de cristal irme de gira con Charly García.
CHARLY GARCÍA: Yo te puedo hablar de Hilda de lo gran amiga mía que es y para mí, de todas las chicas que cantaron conmigo, no sé si la palabra es mejor, pero era la que más me gustaba como interpretaba mis canciones y es muy buena cantante y una chica muy creativa. Merece todo mi respeto.
GUSTAVO CERATI: Charly tiene la particularidad de ser muy instantáneo en sus composiciones. Uno puede, sin lugar a dudas, advertir su estado de ánimo. Y hay una coherencia innegable entre sus composiciones y sus actitudes en la vida y cómo vive lo que él mismo compone. Ese eslogan “Demoler hoteles” está tan enraizado con la locura del rock and roll star, con el incomprendido del rock. Yo lo he vivido en varias oportunidades también, recuerdo haber tirado un bidet por una ventana de un hotel y sentir, después de haberlo tirado, la sensación de incomprensión de estrella por, seguramente, alguna pavada.

FITO PÁEZ: Me acuerdo el día que lo conocí a Luis (Alberto Spinetta) en la calle, estábamos caminando por avenida Santa Fe entre Suipacha y Callao, ahí en el bar que está en la esquina, antes de salir de la vereda, le dije “¿vos sos vos?” y él “¿y vos sos vos?”. Y me comentó que había escuchado “Tres agujas”, que le había parecido un tema muy impresionante, que hacía mucho que no escuchaba un tema así. Yo me sentí muy halagado, como loco, esa noche creo que no dormí, llamando a mi casa, diciendo que lo había conocido a Spinetta.
Después cómo salió La la la (1986) no recuerdo exactamente; estaba haciendo Piano Bar (1984) con Charly y Luis iba a tocar el tema “Una sola cosa” y justo yo estaba mezclando Giros (1985) y él escuchó “Alguna vez voy a ser libre” y algún tema más. Y le encantó.
Yo en esa época me fui a vivir con Fabi a una casa en Estomba y La Pampa y Luis empezó a frecuentar la casa y yo empecé a frecuentar la casa de él. Y así se produjo una relación muy genial; me acuerdo que él me introdujo a las primeras cosas que yo leí de (Michel) Foucault, me introdujo a (Jean) Baudrillard, a (Gilles) Deleuze, a los filósofos franceses, él era muy fan de eso. Veíamos juntos cine alemán, nos gustaba mucho (Werner) Herzog. Y en el medio de todas esas veladas y reuniones iban apareciendo canciones, y en un momento hicimos juntos una canción que, lamentablemente, en la edición del compact que hizo EMI no está. Pero ahí se armó un disco, apareció Eduardo Martí, un viejo amigo de Luis Alberto y amigo mío ahora, un gran fotógrafo, un poco ideólogo también de la reunión. Creo que salió un disco muy interesante, lleno de colores y lleno de chispa. Descubrí un mundo armónico que para mí era muy novedoso, todos los acordes alterados que usaba Luis y la forma que tenía de la canción.
Hacer un disco doble fue una experiencia muy enriquecedora, aparte él también me daba mucha libertad; recuerdo el armado del arreglo de “Grisel” que lo hicimos a piano y guitarra y yo escuchándolo a Luis…, tenía un emulator e iba probando cosas, sonidos, él me decía “esto sí, esto no” e hicimos un arreglo muy novedoso de lo que podría haber sido la mirada de un tango. Una muy linda comunión fue ese momento, lo recuerdo con muchísima felicidad.
EDUARDO BERTI: Creo que La la la fue un disco demasiado desatendido, tal vez porque era el auge del pop, y el rock estaba en una cosa menos melódica. No había tanta costumbre de sentarse a escuchar un disco, era un momento más de pop bailable y estaban empezando a aparecer Sumo y Los Redonditos. Y creo que la música argentina y los músicos se dieron el gusto de dejarlo pasar.
FITO PÁEZ: En Ciudad de pobres corazones (1987) no se puede hablar en términos de bien y mal porque en el trayecto de la vida uno va percibiendo y siempre tenés una idea (sobre el bien y el mal), lo que pasa es que a veces el mal deja de ser una idea teórica y ahí es cuando ya la cosa se pone más brava y donde tu actitud ante el mundo -de alguna manera u otra- y tu actitud ante la vida tengas cinco, seis años o tengas 30, te modifica.
Sucedió en el furor del Parakultural y a dos años de la caída de (Raúl) Alfonsín que se venía ya precipitando. No creo tener la habilidad de Charly de seguir los rastros populares o más grandes. Ahí me descubrió un público más underground para el cual yo era un chico progresista, bien pensante, que venía de la izquierda. Ahí conocí gente fabulosa; (Alejandro) Urdapilleta, Fernando Noy… gente preciosa.
Hicimos una cosa muy arriesgada para la época con Fernando Spiner, un video de todo un disco; no teníamos dinero, después nos robaron los videos, una serie de circunstancias muy difíciles. Y yo, especialmente, estaba pasando por una época muy brava de mi vida.
Igual es un disco que a mí me gustaría no haber hecho. Todavía hoy lo vuelvo a escuchar, de vez en cuando, y me queda una sensación amarga al final de todo eso. Pero creo que hay un par de cosas muy interesantes para rescatar de ahí.
Básicamente, en todos los discos he tratado de exponer mi estado de ánimo y mis puntos de vista respecto del mundo; en ese sentido creo que Ciudad de pobres corazones es muy logrado. Después de Tercer mundo (1990) yo me fui tres meses de la Argentina, dejando una sala de ensayo, dejando una pareja, sin posibilidades de trabajar o de que me pasen en la radio, sin posibilidades de firmar contrato con nadie. No me quería transformar en un viejo vinagre. Me fui, hice contactos afuera, filmé un video, con bastante mala suerte en Europa… Se me cortó el chorro de dinero y quedé anclado en el mundo sin familia, sin guita y sin nada. Cero todo.
Recibí un llamado de Buenos Aires que me dijo: “Acabás de vender treinta mil discos”, mundo insólito este. Todo lo que me costó grabar ese disco… El despliegue fueron una nota en Clarín y una nota en Página/12 que las hice, incluso, para convocar gente para que vaya al teatro para poder pagar la sala de ensayo porque si no me iban a hacer un juicio. Fue muy delirante todo.
¿Por qué yo no vendía muchos discos antes? Yo no vendí muchos discos de Ey! (1988), no vendí muchos discos de Ciudad de pobres corazones, no vendía La la la, no se vendió Corazón clandestino (1986). Ahí había una cosa real.
Después de ese llamado vine a Buenos Aires, un viaje relámpago, ensayo quince días, me fui a Brasil un mes a grabar con Paralamas, me enamoré de una chica en Brasil, me quedé ahí, pasé una semana por Buenos Aires y Divina Gloria y Sonia Lifschitz -que son dos hermanitas mías- me llevaron a Punta del Este a airearme, me veían muy chiflado de verdad, estaba desesperado. Y a los dos días la conocí a la (Cecilia) Roth. Es muy simple cuando te enamorás y te pasa algo así. Es muy contundente. Los espacios y el lugar donde te enamorás, ahí querés vivir. Eso no hizo que yo siguiera teniendo una línea ideológica respecto de todo lo que pasaba en la Argentina pero sí la relación me instauró una vitalidad que yo tenía medio caída. Creo que es imposible ordenar la vida por hechos puntuales, las circunstancias me trajeron hasta aquí.
Y post-Alfonsín fue genial lo que pasó con el menemismo; sobre todo con Tercer mundo y Circo Beat (1994); cuando él (el expresidente Carlos Menem) empezó a hablar de la salida del tercer mundo y yo saqué Tercer mundo, antes incluso. Y él era muy vivo, terminaba los discursos tratando de aliarse a mí, diciendo “como dice Fito Páez, yo vengo a ofrecer mi corazón”. Lo que dicen los dirigentes sindicales, que no se aguantan más las cosas, yo ya lo decía en 1989.
El otro momento fue Circo Beat; cuando empezó con la cosa del circo, se empieza a manejar la idea del circo. Es curioso cómo toman objetos de otras disciplinas. “El dueño del circo”: incluso la prensa me empezó a tratar como el dueño del circo. Soy un tipo al que le empieza ir bien en la Argentina y eso siempre fue un tema delicado. De hecho la lista es muy larga, la de los emigrados por este motivo del país. Te empiezan a ubicar, entonces si te va bien en la época de Menem es porque vos sos como Menem. Y ahí empieza a confundirse esta suerte de analogía.
JUAN CARLOS BAGLIETTO: Fito es un valorazo, un tipo tremendamente impetuoso y le admiro muchísimas facetas. Hay otras que por ahí somos distintos pero yo lo respeto y admiro y me pone feliz que al tipo le vaya bien y que tenga sus proyectos. Siempre intenta ir más allá, me parece un aventurero.
RICHARD COLEMAN: Una cosa que me pasó fue tocar con Spinetta en Tester de violencia (1988). Yo sabía que Luis me estaba buscando para grabar y yo en esa época vivía con un bolso al hombro, random. No estaba en ningún lado nunca, era imposible encontrarme y me enteré de que estaba ensayando para tocar en el teatro. Hablé con mi luthier, que era el mismo que tenía Luis, y le pregunté dónde estaba ensayando. Me fui con los pedales y la guitarra y caí en el penúltimo ensayo antes del teatro: “Hola Luis”, y me dijo: “A vos te estaba buscando”. Me quedé con Luis tocando, después del ensayo me pasó las canciones. Me quedé una noche con las canciones del disco, el solo de “Ya despiértate nena” lo toqué pifiado. Y mi ensayo fue la prueba de sonido en el teatro Broadway. Fue bárbaro tocar con él, me hizo muy bien. Un lujo.