14/06/2017

Mon Laferte: "No busco plantear un discurso musical como estrategia"

La nostalgia es un buen camino para el éxito.

Mon Laferte

Si algo queda claro al escuchar su historia, es que Mon Laferte sabe pelearla. A pesar de haber tenido una vida dedicada a la música, la cantante chilena recién tuvo su punto de inflexión a los 32 años, luego de la publicación de Mon Laferte Vol. 1 (2015), su segundo disco de estudio. Antes de eso, la viñamarina participó en un programa de talentos en la televisión de su país, cantó covers en bares e incluso formó parte de una banda de metal, siempre tras la búsqueda de vivir de la música. A los 24, decidió mudarse a México sin planes ni conocidos a los que acudir y un par de años después, fue diagnosticada con un cáncer de tiroides, algo que complicó más las cosas.

Pero el lanzamiento de La trenza (2017), su último disco, encuentra a Mon Laferte en un lugar completamente diferente: nominaciones a los Grammy Latinos, premios en el Festival Viña del Mar, más de 100 millones de reproducciones en YouTube y hasta un documental sobre su vida. En el álbum, se atreve a explorar distintos estilos, pasando por un rock de los 50 digno de un baile de graduación en “Mi buen amor” -junto a Enrique Bunbury-, sonidos folklóricos latinoamericanos, algo de ska e incluso una cumbia a dúo con Juanes en “Amárrame”, uno de los hits del disco. “En el fondo, la enfermedad me sirvió para armarme de valor y mostrar estas canciones”, explica en un tono pausado, a semanas de presentarse por primera vez en Buenos Aires, en Groove, el próximo 7 de julio.

Yo también estoy en un proceso de aprendizaje, porque no siempre fui un ejemplo feminista. Y lo que hago ahora me trae un conflicto interno, porque no necesariamente hay que ser un ejemplo cuando se trata del arte.

La trenza es una suerte de abanico de influencias y colores. Parece un disco homenaje a todo lo que alguna vez te gustó.
Sí, definitivamente. Si alguien no conoce mi historia completa, puede llegarle a parecer un disco en donde hay un poco de todo, pero para mí tiene mucha lógica porque me lleva a lo que hacía y escuchaba cuando era chica. Me hace mirar hacia atrás, a mi infancia. Creo que en un momento de la vida todos queremos independizarnos de nuestros padres y vivir experiencias por nuestra cuenta, pero siempre terminamos queriendo regresar a la familia y al hogar. Y ahora siento que me está pasando eso.

¿Por qué creés que te sucede ahora?
No hay un porqué, es lo que pide mi corazón. No busco plantear una idea o un discurso musical como estrategia, siempre fui una persona de mucho instinto, acción y reacción. Hoy siento esa nostalgia y tengo ganas de cantar esa música.

En tu documental, justamente decís que te perdiste muchas cosas por cantar. ¿Alguna vez te arrepentiste de haberte ido a México?
Algunas veces sí y otras no. Depende de las instancias y de los momentos. Por ejemplo, cuando veo a mis sobrinos, que están gigantes, pienso eso y comienzo a sentirme culpable. Pero viendo todo lo que pasó con mi música, además de la experiencia de vida que tuve, pienso que es la mejor decisión que pude haber tomado. Depende mucho desde el enfoque que lo vea.

¿Cómo tomaste la decisión de vivir en otro país?
Fue una locura. Alguien dijo que todos los músicos chilenos se estaban mudando a México y que les estaba yendo bien. De la nada dije que me iba, sin conocer a nadie ni tener amigos allá. Fue una decisión muy apresurada, tuve dos semanas para vender mis cosas, acomodar todo y comprar los pasajes. Y cuando llegué fue muy difícil, ni sabía dónde me iba a quedar. Una amiga me iba a hospedar y al final no pudo recibirme. Prácticamente me quedé en la calle, tuve que buscar un hotel a último momento.

Casi como lo que le pasó a Patti Smith cuando se mudó a Nueva York…
¡Claro! Algo bastante parecido. Fue como empezar de cero. Después comenté que cantaba, para ver dónde podía tocar. No pensé mucho durante mis primeros meses allá, tenía la emoción de estar en otro país. Conseguí un trabajo rápido y estaba muy concentrada en hacerlo bien para que no me echaran porque tenía cosas que pagar. Pero al año empecé a plantearme a qué había ido y si estaba en el lugar correcto. “¿Me quedó o vuelvo?”, pensaba, aunque los cuestionamientos eran más hacia mí que hacia el país en sí. Entonces me puse a componer canciones.

Y como si fuera poco, en ese momento de dudas te enfermaste.
Sí, eso me quitó un año completo de mi vida. Pero siempre fui una persona muy positiva. Ese tiempo lo aproveché porque además lo necesitaba. Medité mucho acerca de qué estaba haciendo con mi vida. También toqué mucho, aprendí a tocar el piano y pinté. Después de recuperarme, por fin me decidí a comenzar un proyecto, y en el 2010 empecé a trabajar en Desechable, mi primer disco. Antes de eso me daba mucho miedo encarar algo como solista, compartir mis canciones me daba terror porque sentía que eran las peores.

¿Por qué?
No sé si le pasa a todos, pero siempre fui miedosa con mi trabajo. Y hasta el día de hoy me da vergüenza llegar con una canción nueva, aunque ahora estoy más acostumbrada y la suelto. Al principio me pasaba que los temas más personales los guardaba y ahora es al revés. En el fondo, la enfermedad me sirvió para armarme de valor y mostrar estas canciones.

Hace dos años, en una entrevista decías que aunque tu carrera estaba recién comenzando, te daba miedo de que se acabe. ¿Esa sensación está relacionada con lo que te tocó vivir?
No lo sé. Me gusta mucho mi trabajo, me pagan por hacer lo que más disfruto y no quisiera que se termine nunca. Creo que, aunque no haya estado cerca de la muerte, haber atravesado una enfermedad terminal te hace valorar mucho más las cosas. Las personas, el arte, los sabores, los olores y todos esos clichés que terminan volviéndose reales. Le tomé más valor aún a lo que hago.

La trenza es un disco muy femenino. ¿Te influyó de alguna manera la lucha a favor de la igualdad de género que se está dando en muchos lados del mundo?
Soy muy pro-feminismo, participé de charlas y me parece muy bien que el mundo al fin se está despertando para cambiar esta realidad. Yo también estoy en un proceso de aprendizaje, porque no siempre fui un ejemplo feminista. Fui machista y cometí errores, como decirle “puta” a una mujer. Y lo que hago ahora me trae un conflicto interno, porque no necesariamente hay que ser un ejemplo cuando se trata del arte. Debo ser lo más real, honesta y humana que pueda.

Entonces, ¿sentís la presión de ser un ejemplo?
No quisiera serlo, pero en el fondo, cuando te das cuenta que hay un montón de mujeres y hombres escuchando tus canciones, terminás siéndolo. Ahí tomo consciencia de que estamos tratando de luchar contra todo esto. Por un lado, no puedo descuidar el mensaje que trato de dar, pero tampoco puedo renunciar a mi vocabulario y ser una artista de plástico.