18/08/2020

Melero - Tuñón: "Hicimos nuestra propia academia de sonido"

Novela frita.

Martín Bonetto / Gentileza
Melero Tuñón

Daniel Melero y Diego Tuñón se conocen desde hace más de cuatro décadas, y hace más de tres que el primero convocó al segundo para tocar en Cámara. Desde entonces, los cruces musicales entre ambos han sido una constante: el ex Los Encargados es el primero que escucha los discos de Babasónicos, donde Tuñón se convierte en Uma T al frente de los teclados; el disco Por de Melero tuvo producción de Tuñón y Diego Uma; el cantante hizo una película sobre la banda; y Dárgelos y compañía se reconfiguraron para acompañar a Melero en México. En un punto, además, la relación de amistad y confianza se hizo familiar: Melero es el padrino de Helena, la hija de Tuñón.

Con tantos antecedentes, no es una sorpresa que hayan hecho La ruta del opio, su primer disco juntos, sino que no lo hayan hecho antes. "No sé, no se nos había ocurrido", se sincera Daniel Melero. "Tampoco es que pensamos en hacer un disco, lo que sí surgió fue la idea de empezar a grabar. Y durante mucho tiempo se trató de eso". Diego Tuñón, entonces, toma la palabra desde la otra mitad de la pantalla (son tiempos de entrevistas virtuales): "Yo siempre preferí producir discos que ser el nombre del artista. La verdad es que Dani me convenció de hacer el disco, para mí podría haber sido un disco de él, aunque lo hicimos totalmente a dúo". Y el cantante y productor le responde directamente a su compadre: "Para mí iba a ser un disco tuyo producido por mí, al principio (risas). Justamente, en esa confusión terminó siendo un disco a dúo".

Si uno lo observa en detalle, este disco es altamente melódico, aunque no haya todo el tiempo melodías cantadas. Es hasta muy sencillamente melódico, con melodías casi inocentes por momentos.

¿Cómo funciona la relación entre ambos?
Diego: Básicamente, nos gusta pasar tiempo juntos y, sobre todo, hacer lo que más nos gusta, que es escuchar música. Creo que nos gusta más escucharla que hacerla, siempre estuvimos bastante de acuerdo en eso. El otro día recordaba que cuando yo iba a la secundaria lo llamaba a Dani por teléfono muchas veces y charlábamos un rato. Un día le pregunté por qué no hacía tal o cual cosa y él me dijo que en realidad él no es tan bueno, pero tenía que tapar a todos los demás que eran mucho peores (risas). Había mucha música de mierda... Estamos hablando de años muy trascendentales en cuanto a lo que significaba la música culturalmente en todo el mundo. Habrá sido en el 84, 85, cuando todavía teníamos que fumarnos a unos hippies recontra tardíos, y Dani se ponía el mameluco y salía a tocar con tablas de planchar. Era considerado casi un insulto al rock, pero estaba poniendo las cosas en su lugar.
Daniel: A mí me decían que era de vanguardia, pero yo sentía que los demás eran de retaguardia y que por eso yo quedaba adelante.
Diego: Con Dani tenemos una relación familiar, incluso, pero para todos los demás miembros es muy difícil relacionarse con eso, porque nosotros dos tenemos un mundo interno en el que es difícil que podamos incluir a alguien. Mi hija lo sufre, su mujer también (risas). Integrar a los demás es difícil porque estamos en una muy profunda. Algo muy normal para mí es ir a visitarlo e ir directamente a escuchar música, porque él siempre tiene algo de música para mostrarme. No siempre es algo que nos gusta, pero por lo general es algo que tiene un detalle que lo distingue. Hubo épocas como esta que describía... En el 85 había detalles muy claros que te hacían moderno, pero en 2008 ser moderno es un detalle pequeñísimo. Las herramientas son totalmente otras. Y generalmente Dani me muestra algo que tiene esa cuota de modernidad. Entonces, empezamos a pensar en cómo llegan a eso. Es como un juego en el que terminamos desarrollando nuestro propio proyecto en base a esas cosas.
Daniel: Que termina siendo música muy distinta a aquella que estábamos escuchando, además. Otra cosa que tenemos en común es que revisamos aquello que en otro momento nos parecía interesante y lo deconstruimos hasta la crueldad, inclusive con cosas propias.
Diego: Claro, nos convertimos en exnovias (risas). Pero es con cosas que nos han vuelto locos, ¿eh? No sé, a lo mejor de Gary Numan empezamos a encontrarle el pelo en el huevo y es algo que nos hizo un bien total...

Daniel tiene una larga data de reaccionar contra al disco anterior como modo de avanzar.
Daniel: Con el tiempo me reconcilié con muchos discos, algo que logré sobre todo a través de la mirada de otros. Pero sí, era como pendular, me iba para el otro lado... En general, los discos eran música de la que estaba deshaciéndome. Pero con este disco en particular no me pasa en absoluto. Nos encontramos llamándonos porque estuvimos escuchándolo y nos agarra una de elogiarlo... Es como si fuera de otro, por momentos, pero también sabiendo que es nuestro.
Diego: Tiene esa forma de tratamiento y todo ese espacio que generamos... Esto de usar el sonido como poesía para mí le da más significado a la música. Y me sorprende, porque por lo general siempre que termino un disco tengo ganas de seguir manipulándolo, pero con este más no se puede.
Daniel: Después de seis años no nos quedaba perilla por tocar (risas).
Diego: Ya sería para psiquiatra...

Quizá haya un modo de que el disco siga "abierto" a través de remixes. "Los seis", la canción que cierra La ruta del opio, incorpora el beat hacia el final, cosa que apenas sucede en el resto del disco.
Daniel: Ese tema pasó por tantas instancias... Fue el último que se terminó y uno de los primeros que comenzamos a hacer. En un momento pensamos que era el que tenía que abrir el álbum, después llegó a estar afuera de la lista... Era un vaivén que tenía que ver con la manera de ir cocinando el mensaje del disco. Diego hizo una tarea tremenda en ese sentido, porque reubicando los temas logró crear un discurso que ya existía pero estaba mal narrado.
Diego: Teníamos una idea del disco que después revisamos. Y al acomodar, el disco tiene otro relato. Bah, el relato es el mismo, pero tiene otra estructura. Y eso es muy bueno. En particular, el tema "Los seis" siempre nos resultó excesivamente importante. Y sentíamos que habíamos fracasado, porque habíamos llegado al pico de una montaña, a sentir que teníamos el tema más groso, y después dijimos "no, no sirve". Finalmente, creo que llegó a tener su lugar, porque es importante para muchas de las personas que lo escuchan. Y puede ser que abra un diálogo, como vos decías, pero no hacia remixes sino a un próximo proyecto... con más ritmo.
Daniel: Cumple con esa situación del último tema del lado 2 de los viejos discos, en los que uno decía "esto es el futuro de la banda", el anuncio de lo próximo. Pero también es un buen modo de volver al comienzo, al tema uno, porque lo vincula, se enlaza el disco.

¿Qué se proponían decir y qué terminaron diciendo?
Daniel: Qué enigmático... En realidad, se produjo una narración como en esas películas en las que se van filmando escenas y luego se descubre qué se estaba tratando de contar. Buscamos no cerrar al disco en un concepto sino que fuera como un vehículo al que alguien puede subirse y hacer su propio viaje. Que no sea como un tren que va por una sola vía.
Diego: Creo que hace tiempo que, por su inmediatez, la música dejó de ser tratada como un estimulante. Y nosotros tratamos de rescatar esa situación: generar un estímulo profundo. Queríamos devolverle elegancia a la música y un estímulo que sentíamos que no se está trabajando mucho. A la vez, yo nunca había llegado a esa profundidad en cuanto a la conjunción de frecuencias y el tratamiento de pequeñas cosas hechas gigantes, a encontrar una sinfonía en una nota.
Daniel: Es la sonoridad invitando a ser escuchada.
Diego: De eso se trataba. Por eso, aunque las palabras no eran secundarias, la poesía ya venía en el estímulo sonoro general.
Daniel: Además, si uno lo observa en detalle, este disco es altamente melódico, aunque no haya todo el tiempo melodías cantadas. Es hasta muy sencillamente melódico, con melodías casi inocentes por momentos. Eso lo pone en el plano de la simpleza, donde no se nota toda su complejidad. El resultado termina siendo sencillo.

Melero Tuñón

Apenas salió el disco, Diego le dijo a Silencio que habían buscado trabajar con sonidos que no tuvieran tanto que ver con la música pop, pero no es un disco tan alejado de ese concepto.
Daniel: Para mí es fundamentalmente un disco de arte pop.
Diego: Sí, es de arte pop. Nosotros somos gente con el alma tomada por la música pop... En la mayor parte del disco tratamos de ser casi inexpresivos, de que no haya una idea melódica tan fuerte sino que sea más sugerente, fantasmagórica casi, pero a la vez está lleno de melodías. Pequeños párrafos, pedazos que Dani fue encontrando. El disco tiene mucho sonido de madera, porque nos fuimos al estudio a tocar el piano, aunque, en definitiva, tenemos un montón de detalles que suceden cuando un pianista se sienta al piano... o peor, cuando me siento yo (risas). Es la banqueta que chirria cuando te sentás, o el piano que es de 1930 y la cuerda hace "cnnnngggg". Todo eso que el pop trata de disimular.
Daniel: Eso no es un error, es el estilo.
Diego: Son esas pequeñas cavernas que habitan en los instrumentos musicales. Está muy resaltado eso.
Daniel: Y, de alguna manera, eso tiene una asimilación muy fuerte con el arte de tapa.

¿Rud hizo el arte escuchando el disco?
Daniel: Lo hizo escuchando el disco y charlando con nosotros en varias reuniones. Él ya tenía premezclas, incluso tiene versiones favoritas suyas que no quedaron en el disco.
Diego: De todos los que conozco, es uno de los artes de tapa que más tienen que ver con la obra. A veces hay coincidencias, cosas, gente que se inspira, pero este es casi desde adentro: podría ser una canción más.

Entre esa música que mencionaron que aman deben estar las influencias del disco, ¿no?
Diego: Sí, sí. The Bug, ¿no, Dani?
Daniel: Sí, a mí Kevin Martin me impresiona por su destilación del sonido. Tiene muchos tipos de música hechos, no sólo lo más "ambiental". Durante estos años en que hicimos La ruta del opio me influyó mucho el disco de King Midas Sound & Fennesz. Y también ELEH.
Diego: Diría que ELEH me salvó la vida en momentos de mucha tristeza. Con Dani siempre nos reímos porque decimos que estamos escuchando "la alegría de ELEH". Es sólo vibración, no hay ni una sola nota.
Daniel: Su mejor disco es un homenaje a la onda sinusoidal.
Diego: ¡Ese es su hit!
Daniel: Pero toda su obra nos parece interesante. Y a mí me influyó mucho, sobre todo en los últimos dos años, volver a escuchar a Pauline Oliveros. Creo que esas cosas se notan en cuanto a influencias sonoras del disco, aunque la música es distinta, el juego que hacemos es más inocente, aparentemente.También Erik Satie influyó mucho, sobre todo en las primeras composiciones de piano. Diego estaba interesado en su música, más allá de la gymnopedia.
Diego: Y tal vez Brian Eno, pero más como filósofo. Verlo con las plumitas en el 73...
Daniel: Revisamos mucho ese período "glamish" (se ríen).

Cuando Eno inventó el término ambient, hablaba de piezas diseñadas para determinados contextos, con cierta utilidad, y también que pudieran estar de fondo o requerir de una escucha profunda. En eso términos, La ruta del opio no es ambient: no hay modo de tenerlo de fondo y parece apto para muchos contextos distintos.
Daniel: Por ahí, más que el ambient de Eno, pensamos en el ambient de John Cage. Es un menjunje lo que pasa en nuestras mentes...
Diego: En este momento, hacer un álbum funcional a un espacio o una actitud es algo horroroso, porque entrás a Spotify y hay una playlist que es "música para tomar mate" (risas). Eso existe, no estoy mintiendo. Una cosa es irte del glam en 1973 y empezar a cortar cintas de pianos tocados por Robert Wyatt, hacer loops dispares y generar música que nunca se va a repetir y que, bueno, sí, se puede poner en un aeropuerto. También, como en todo filósofo, hay chamuyo (carcajadas). Hay labia y hay ritmo. Pero hoy, con todo el ambient que se ha hecho...
Daniel: Podés hacerlo, pero publicarlo sería una vergüenza. Yo escucho mucha música en YouTube y detesto esas cosas tipo "dos horas de música para relajarse". ¿Cómo querés usar así a la música? En general, si hay música, yo sólo puedo estar prestando atención. Y hay muchos momentos que son para sacar la música. Esa idea de componer para usos no figura en la agenda de La ruta del opio.
Diego: Aparte, seamos concretos: después de toda esta situación de las cintas, el ambient se convirtió en música para masajes o new age, un montón de cosas nefastas. Para nosotros hay rock en esas cavernas del piano... Estuvimos dos días en el estudio de Babasónicos, en sesiones eternas en las que jugábamos con los micrófonos, y descubríamos esa caverna que tiene el piano Rhodes, esa maravilla de invento que tiene un arpa con pequeños micrófonos de Stratocaster en una especie de metalofón.
Daniel: El primer día el piano ya estaba sin tapa.
Diego: Tocar eso con las manos y lo que la magnetofonía traduce... La música no es sólo sentarse y tocar un acorde de guitarra, hay música en un montón de espacios y cosas. Incluso, había una batería armada y después de manipular todo este arpa, pasé por al lado de la batería y golpeé un plato. Y eso está en el disco.
Daniel: ¡Fue fabuloso! Desde la cabina, yo insistía para que lo repitieras.
Diego: Dani me dijo: "Cada vez que termines de tocar, andá y golpeá el plato".

Eso es una situación de búsqueda de una sonoridad, algo experimental. ¿Cómo se pasa de eso a las melodías y lo que está en el disco?
Daniel: Las melodías estaban, el asunto fue que empezaron a tener estos valores agregados. Luego hubo mucho proceso hecho en casa.
Diego: En un principio, hace muchos años, yo estaba solo en una quinta con un teclado y una computadora, y se me ocurrió la canción "Mesmer". Obviamente, se me ocurrió un demo que después magnificamos. Se lo mandé a Dani, porque nos mandamos todo lo que hacemos, y él me dijo "Tenemos que hacer un disco". Ahí empezó toda esta situación en la que él dice que era un álbum mío y yo digo que era uno de él.
Daniel: Se iba a llamar Piano frito, después pasamos a pensar que íbamos a ser la banda Piano Frito.
Diego: A mí me pone nervioso la idea de usar mi nombre y ya quería tener otra banda, entonces le habíamos puesto así. Pero voy a que él empezó a ver una búsqueda que él por otro lado tenía con sus temas, que es esto de que siempre hay melodía. Somos el anti Eleh, digamos. Después fuimos encontrando estas pequeñas cosas, pero siempre había armonía circulando, incluso en cosas inarmónicas.
Daniel: Hay algunos temas que son prácticamente el proceso de algo que era una melodía muy bella, "Río", que se transforma en "Mekong" a través de procesos electrónicos.
Diego: Por lo general, en la experiencia con banda, uno va armando algo que está bueno, es como un caldo, y dice: "Bueno, ahora voy a hacer algo bien loco que lo atraviese". Entonces vas, te jugás y decís "Vamos con ese flanger". Lo ponés muy fuerte... ¡y no sirve para nada!
Daniel: El concepto es bueno, pero no da una buena realización.
Diego: Creo que Dani finalmente dio con el concepto: esas cosas tan extremas sólo suceden solas. Son tan extremas que no pueden convivir con nadie.

Las canciones que abren y cierran el disco tienen letra. ¿Por qué esas tuvieron que decir algo con palabras y por qué no el resto?
Diego: No sabemos.
Daniel: "Novela frita" también tenía letra pero fue descartada en la primera toma. Teníamos un hilo narrativo pensado que fue abandonado... un novelista que viajaba a Oriente.
Diego: Una especie de Joseph Conrad que se adentraba en Taiwán, como en la selva del opio. Nos gustaba toda esa idea de usar esos pianos que son de 1917, la elegancia de esa época, ese blanco y negro... Empezamos a imaginarnos a esa gente vestida con shortcito beige, yendo en una canoa, el calor, y escribiendo diarios de todo lo que sucedía en medio de una situación totalmente ajena, violenta.
Daniel: Eso servía como hilo conductor, pero si uno no lo cuenta, no aparece. Y a mí me parece bien que esté borrada esa idea porque fue algo que condujo a esto, que es más interesante que narrarlo explícitamente.

Durante los seis años que trabajaron en el disco hubo cambios de gobiernos muy rotundos en la Argentina. ¿Eso afectó de algún modo a la música? ¿Tiene el disco una dimensión política?
Daniel: Nosotros hablamos habitualmente de política en privado, siempre hablamos de la actualidad, pero creo que el disco es un territorio en donde no entraron esas cosas, que al final son circunstanciales. De todas maneras, como personas siempre estamos afectados por lo que sucede.
Diego: A ver, imaginate sociopolíticamente el momento en el que Dani me llamó por primera vez para trabajar con él, en el año 1989: yo tenía una banda con Adrián (Dárgelos), el mundo se caía a pedazos, si no te apurabas a ir al kiosco las cosas costaban 300 mil australes más... Recuerdo que tenía una Siambreta con la nafta justa para llegar a la casa de Daniel, para ir a trabajar ahí y aprender lo que es un artista. Ahí entendí que no importa tanto lo económico y tener seteada la vida sino protegerse del contexto y tratar de hacer belleza. Eso lo aprendí de Daniel viéndolo mientras no podía hacer un show o todas esas vicisitudes del under. Eso es lo que tiene la música argentina y lo que todos estos cambios políticos o económicos le hacen a una cultura que tiene una fuerza increíble. Tenemos artistas increíbles que no han ganado un centavo... En definitiva, sociopolítica y culturalmente, la Argentina está dañada, pero creo que eso le da fuerza.
Daniel: Siempre he tratado de ser austero, aún en los buenos tiempos, porque eso te da resistencia en los malos tiempos.
Diego: Para esa persona que era yo a los 20 años, cuando iba a la casa de Daniel pensando qué mierda iba a hacer de mi vida en eso que se hundía, el asunto fue entregarse a hacer ese disco. Él me mostró la canción "La fuerza del deseo" y yo pensé "no puedo perderme esta clase magistral, apuesto a esto". Sentí que si algún día podía llegar a un diez por ciento de eso, ya estaba hecho. Y terminamos haciendo el disco en Hollywood, con Cerati... Le vino toda una bonanza que sólo puede venir del arte.
Daniel: Fue una etapa muy linda, de cómo algo insignificante después fue importante.
Diego: ¡Es que no era insignificante! Ahí sucedió que mi padre fue a verme por primera vez a un show, en el Instituto Goethe, y aunque no se había anunciado que iba a tocar Gustavo se había corrido la voz y tuvimos que hacer dos funciones en el mismo día. Mi papá me vio en el mismo escenario con Daniel y Cerati, y dijo "Ah, este debe saber algo" (risas). Por eso, no hay forma de zafar de la situación política, pero uno como artistas debe saber protegerse y generar cosas lindas.
Daniel: Además, todos los sonidos revelan una política si uno quiere leerlos así. Y a mí me parece que este es un hermoso sonido de resistencia al ruido inútil.

Siguen componiendo y mandándose cosas. ¿La ruta del opio es el inicio...
Daniel: ...de una larga amistad, como el final de Casablanca (se ríe). Espero que sí, que pueda haber más música, pero no sé cuántos años o hasta qué próxima pandemia se va a demorar la edición. Es inevitable que hagamos más música, ya estamos en eso. Y, por supuesto, es bastante reaccionaria respecto a este álbum.

Antes mencionaron la incorporación del ritmo.
Daniel: Sí, el ritmo va a ser un valor agregado en el próximo trabajo.

¿Será un disco de canciones?
Daniel: No lo sabemos, aunque parece que sí. Todavía sí, pero estando Diego todo puede ir a una modificación y vaivenes. Generalmente, cuando dos personas se juntan, se trabaja y las cosas salen. Acá tenemos un tiempo de reflexión, de ir para atrás, de llevar las cosas a un extremo de algo que había sido abandonado. Por lo menos en esta oportunidad, eso funcionó genial, vamos a ver cómo sucede en esto que recién empieza a ser un germen.
Diego: Somos dos personas -aunque especialmente Daniel- que tenemos fuertes teorías en relación a lo que es un sonido y creo que estábamos tratando de hacer una especie de doctorado casi científico en relación con hacia dónde podemos hacerlo. Era todo desarrollado teórica y prácticamente.
Daniel: Era una destilería de sonido, verdaderamente.
Diego: Por eso, el tiempo iba demostrando cosas, llegábamos lugares porque estábamos en una búsqueda. Es una búsqueda muy extraña, porque es perceptible pero a la vez impalpable. Daniel siempre cuenta que al año de haber empezado ya teníamos un disco; era un discazo, pero no era este disco.
Daniel: El proceso nunca fue tortuoso, a pesar de todas estas idas y venidas. Es más, seguía hasta innecesariamente, sin esa cosa que significaría la obligación de tener que editarlo. Existe porque estamos convencidos de que vale la pena que suceda.
Diego: Realmente lo creo. Aparte, volví a escucharlo mucho después de editado, a veces por casualidad, porque te lo tira el streaming, y a veces me atrapa y lo escucho entero. Es raro eso. Por lo general, todo artista trata de irse de lo que acaba de hacer. Toda cosa nueva que editás es tu pasado. Pero este disco tiene otra forma de vida.
Daniel: Sí, todavía me sorprenden detalles, volver a escucharlos y no poder saber cómo fue que sucedió, siquiera. En algún momento lo supimos, pero ahora ya no. Después de seis años... Además, en el medio hicimos un montón de cosas por separado: Diego con Babasónicos y como productor, yo hice discos, produje y mastericé. Pero este subsiste... Es impresionante. Y fue ganando una entidad propia, diferente a todo ese racimo de situaciones que había alrededor. El disco estaba ahí, creciendo como un organismo autónomo. Creo que hubo mucha búsqueda, pero siempre había algo que había sido encontrado. Y eso fue muy positivo, porque no era una búsqueda por sí misma.
Diego: Había una especie de necesidad casi del ámbito universitario, como si estuviésemos tratando de llevar la música científicamente hacia una forma, que es algo que también sentimos en artistas como los que nombramos: Eleh, The Bug...
Daniel: Es como tener una academia propia.
Diego: Exacto. Y el orgullo de subir, no sólo la idea de "mirá con esta ocurrencia cuántos discos estoy vendiendo". Tiene que ver con otro tipo de profundidad.