
Desde hace más de una década que Los Tabaleros demuestran que se toman muy en serio el acto de jugar. Ahí, en un límite entre el folklore, la actitud punk, el espíritu lúdico y algún que otro guiño cannábico se esconde una obra capaz de plantarse con la misma firmeza en el festival de doma de Villa María como en un escenario de Cosquín Rock, la prueba de que la distancia entre una y otra instancia es solamente geográfica. La prueba más reciente está en el flamante Caramelos de felicidad, en el que comparten el protagonismo con Soledad y Dos Minutos, y que presentarán este sábado en C Art Media.
Como unos Willy Wonka salidos del litoral, Los Tabaleros no llegaron a la fórmula secreta de su golosina de casualidad, sino como parte de un proceso que decantó en la unión de un legado. “A nivel conceptual, el punk es parecido al folklore. Tiene eso de que cualquiera puede cantar, y que con pocas herramientas, pocos acordes y ganas, se puede construir una canción”, explica el cantante y guitarrista Beto Martínez. “Tuvimos la suerte de ver a Los Chalchaleros en vivo. Ya habíamos visto varios recitales de la escena vernácula, pero no podíamos creer la energía que tenían esos viejos. Sentimos como una bocanada de poder con guitarras como las que tenía en mi casa, y ahí arrancó como un capricho que decidimos sostener ya para siempre”, completa.
Lo universal nos toca a todos, no tiene que ver con tu barrio, tu colegio o tu crianza
Son dos géneros que tienen sectores de público muy ortodoxos. ¿Cómo sortearon esa barrera?
Tenemos muchos años de ser resistidos a esta adolescencia que se nos fue dando, una adolescencia tardía. Fue una cosa muy lenta que se fue moviendo, pero de repente hubo tiempos de mariposas y la gente lo pudo entender. Somos víctimas de los 90, cuando había muchas tribus y era todo muy tajante en la música, pero después el consumo se volvió mucho más ecléctico. Los pibes tienen desde Thalía a Rata Blanca en la misma playlist, y esa ensalada la veníamos teniendo sin plataformas, sino siendo así siendo medio loquitos para las referencias. Es un buen momento de la música en ese sentido, más allá de que hay una sobresaturación de oferta, la gente está muy abierta a escuchar otras cosas. Creo que nosotros tenemos la virtud de poder hallar ese punto de encuentro primario, que también lo tienen Los Auténticos Decadentes con ese mismo mensaje.
Hay también una cuestión más federal en la música de Los Tabaleros. Esa cruza que en Capital Federal puede parecer extraña es común a medida que uno se aleja de la ciudad.
Tienen menos prejuicios que nosotros, y eso se hace muy interesante como para hacer una válvula en la música. Quizás nosotros primero pensamos lo nuestro como universal para después ser federal. Tenemos una crianza un poco provinciana, somos hijos de provincianos criados en Buenos Aires. Siempre vamos y venimos y tenemos esa cultura de ser visitante en todos lados de alguna manera, y creo que por ahí va la cosa. Lo universal nos toca a todos, no tiene que ver con tu barrio, tu colegio o tu crianza. El desamor y el existencialismo son cosas que siempre le dieron de comer al artista, y nosotros lo buscamos también para poder llegarle a más gente.
Otro elemento presente en su fórmula es el humor. ¿De qué manera se lo incluye sin que el chiste le robe protagonismo a la música?
En realidad estamos mal interpretados, somos serios y la gente se nos caga de risa (suelta una carcajada). Pasa, es muy difícil de calcular. Arranca con algo interno, que si nos divierte a nosotros significa que a un buen porcentaje de nuestro público le puede pasar lo mismo. Algo que nos repetimos todo el tiempo es que queremos ser divertidos pero no ridículos. Son intenciones, después va pasando de todo.
Parte de ese universo está construido también con un revival de la infancia, como la tapa del disco y su estética como las figuritas de Basuritas…
En realidad ese chiste es para los jóvenes, porque yo me siento uno de ellos (se ríe). Tiene que ver con que el mainstream está levantando la estética de los noventa un montón, lo podés ver en series, videoclips y nosotros venimos de ahí. Quisimos mostrar que estamos en esa estética profundamente, y mostramos una ficha que por ahí muchos desconocen. Era el jueguito que queríamos hacer, y además somos fanáticos de esas figuritas, estamos esperando con muchas ansias el juicio que nos hagan para ganarlo (se ríe). También hay una referencia al disco de Nirvana con el bebé y la pileta, esa metáfora de lo inalcanzable que es la felicidad. Pueden ser caramelos, dólares o un psiquiátrico.
¿Y qué serían esos caramelos como metáfora?
Es una utopía de felicidad, porque vos encontrás en cada caramelo quizás la felicidad total o matices de las cosas que te gustan. Se llama "caramelos" y no galletitas, porque en las surtidas algunas son discriminadas y no las comés. Hay discos que tienen eso, algunas canciones te hacen volar y otras las querés pasar. En cambio, a los caramelos te los comés todos igual porque es azúcar, es esa droga que te pega acá. En ese sentido, este es un disco ecléctico, pero que busca ese poder de condensar un universo en once canciones que la gente pueda retener con facilidad.
Una de las canciones del disco es una versión de “Porque yo te amo” cantada virtualmente junto a Sandro. ¿Cómo se dio esa colaboración?
Participa con su voz gracias al apoyo de la familia de Sandro, que le gustó nuestra versión. Se dio esa posibilidad de conseguir entre ellos y la compañía la cinta cruda de Roberto cantando la canción, y fue una tentación que no pudimos resistir. Así que tenemos dos feats de dos personas muy vivas y uno póstumo, que es como el “Free as a Bird “de Lennon, pero de Sandro. Escucharlo cantar con nosotros fue como probar heroína, que no probé, una cosa así. Algo muy electrizante, escucharlo entrar en la banda, estar tocando, sentir que lo tenés ahí y después hacer coros con Sandro, imaginátelo.
¿La idea de que cada caramelo es igual de importante en el disco es para poner al álbum como soporte en contra del algoritmo?
Para mí es parte de lo mismo, no tengo tanto miedo. Creo que volvimos a los 50, cuando la gente iba atrás del single de Elvis, es más o menos lo mismo. Uno tiene que ser astuto para poder combinar las herramientas que te da el momento para hacer lo mismo de siempre, que es que la música llegue a la mayor cantidad de gente posible. El disco para nosotros siempre es un disco, algo conceptual. Por ahí podemos mostrar un hombrito, uno de los caramelos que parece que va para un lado, después llevarte para otro y todo estar unido de un modo medio subterráneo. Creo que, sii bien hay un hilo conductor dentro de la estética, vos podés tener gustos diferentes y casarte con distintos momentos del disco, y eso está buenísimo.
Una cuestión que se puede traducir también al vivo.
Nosotros tenemos algo desde el arte como suicida, que es que estamos ahí para desbordarnos de verdad y entrar en una situación casi mística entre nosotros, y con la gente también. Se da ese efecto misa carismática, donde todo se dinamiza y todos perdemos noción del momento, de la vida, de lo que nos espera afuera, y estamos como dicen los pibes en una, una super psicodélica. Lo que tiene este show ahora es que como el disco es un voto por la felicidad y la algarabía y la psicodelia, todos esos ítems van a estar muy bien cubiertos, y llenos de azúcar imaginaria.