22/10/2022

Hugo Lobo: "el jazz es popular y bien de abajo"

La cultura del barrio.

Agustín Dusserre / Gentileza
Hugo Lobo

Desde hace más de dos décadas y media, el nombre de Hugo Lobo apareció y aparece de distintas maneras según el rol que elija ocupar. Ha sido y es colaborador en estudio y en vivo con varias horas de vuelo, con su trompeta al servicio de Turf, CJS, Satélite Kingston, Attaque 77, Intoxicados y Los Fabulosos Cadillacs. A eso vale sumarle su rol como director y fundador de Dancing Mood, que lleva ya más de 23 años profesando y difundiendo el ska y el calipso. 

Y aunque el jazz siempre estuvo presente en la formación de Lobo (y también en el repertorio de varios de sus proyectos), hasta ahora nunca había encontrado el espacio para encararlo desde una mirada más purista. Y como la necesidad es también un motor creativo, una nueva puerta se abrió para la fundación de un cuarteto con el que rendirle homenaje a la versión más cancionera del género. 

Acompañado por Facundo Canosa en piano, Hernán Gnesutta en batería y Leo Páez en contrabajo, Hugo Lobo grabó clásicos de Benny Golson y Bill Lee que son parte del repertorio presentará este sábado en Café Berlín, con entradas agotadas. “Es algo para ambientes más reducidos, para lugares donde el volumen es diferente. Tocamos con piano acústico y contrabajo, son otros audios que no tiene un ambiente rockero. Me gusta mantener esa intimidad y ese under que es parte de lo que siempre hago”, dice sobre el show que también replicará el 18 de noviembre en Borges, en Palermo. 

El jazz es una música marginal que después los blancos la hicieron elitista

Si bien el jazz estuvo presente en varios de tus proyectos es la primera vez que lo hacés con nombre completo, en una versión un poco más purista.
Es algo que tenía pendiente hace mucho tiempo. Es una música que siempre me acompañó y de ahí vienen mis influencias, que las venía mostrando en un formato diferente más para el ska, acercando a los pibes más jóvenes al jazz. Creo que tengo el espacio, el tiempo y la madurez como para interpretarlo ahora en su pureza y también para volver a acercar a los pibes al jazz, pero ya tocado más puramente. Y también, a la gente que ya le gusta el jazz, acercarlo un poco a los ritmos jamaiquinos, mostrar de dónde van las influencias de un lado y el otro.

Este formato te tiene al frente de una formación más reducida, lejos de una big band. ¿Cómo te ubicás como músico en este proyecto?
Es otro desafío diferente, no estoy acompañado con una sección de vientos, algo a lo que estaba acostumbrado incluso en mi proyecto solista, donde tenía dos vientos al lado. Acá eso es bien diferente, uno está solo ahí con una trompeta y acompañado de otros músicos, es otra responsabilidad musical también. Es como estar solo en la barrera en un tiro libre: el pelotazo te va a pegar a vos, no hay otro que lo pueda ligar. Entonces es bastante diferente, pero es una responsabilidad que me gusta asumir y lo quería hacer hace tiempo. 

Más allá de este acercamiento, el jazz estuvo siempre presente sobre todo en Dancing Mood, no solo desde el repertorio, sino también desde el planteo mismo de una big band. ¿Pensás que tardó en entenderse ese guiño?
Sí, quizá pasó desapercibido en ese sentido porque la gente de la música popular o del rock no estaba muy acostumbrada a eso, entonces capaz que la encasillaban como una banda de reggae. Pero en realidad Dancing Mood es una banda de ska: está mucho más cercano al jazz ,al ser instrumental, por la formación y por el formato de las canciones también. Está la presentación del tema todos juntos, las improvisaciones en el medio y la culminación, es el mismo formato estilístico del jazz más allá del ritmo, que también es similar. Es un idioma que ya vengo manejando hace rato y quería mostrarlo más crudamente para la gente que quizás le tiene algún tipo de prejuicio insano al jazz, porque tiene tantas vertientes. Con el ska pasa lo mismo, hay bandas como Ska P y bandas como Skatalites, que son bien diferentes. La gente a veces cree que el jazz es solamente una muestra de virtuosismo, que sí lo hay, y se olvida del jazz canción, y es lo que yo quiero reivindicar, más para el lado de Chet Baker, Clifford Brown, Count Basie, y Oscar Peterson. Más allá de virtuosismo, es un formato más de canción con temas que no duran 7 u 8 minutos con un solo, sino que es más la melodía de las canciones. Quiero romper un poco con los prejuicios porque el jazz es bien popular y bien de abajo. Es una música marginal que después los blancos la hicieron elitista. El jazz siempre fue un poquito comprometido.

Ese compromiso del que hablás va de la mano con tu involucración con la orquesta Vamos Los Pibes, en Atlanta. ¿Cómo llegaste a ser parte de esa movida?Es algo que siempre estuvo presente en mí. Ya tenemos 10 años con la orquesta, y es lo que más me llena dentro de lo que me dedico. Es aportar un grano de arena y devolver un poco la suerte que uno tuvo al trabajar de esto. Creo que es fundamental la función social de la música con los clubes en los barrios para darle una oportunidad y mostrarle a los pibes y pibas de que hay otro camino que es la música. Un camino que quizás no es lo convencional o lo que nos muestran dentro de las posibilidades de salida de cada uno, más que nada de chico. En estos 10 años hemos logrado que varios pibes hayan elegido la música, algunos se metieron en un conservatorio, y también hay una piba que está estudiando en Alemania y tocando en una orquesta. Es una introducción no académica sino más bien de integración a la música, que va con la bandera del compañerismo y el lugar de pertenencia, tanto en la amistad como en el grupo y en lo social. 

Hace un par de años decías que al músico de rock todavía le falta meter un poco los pies en el barro. ¿Sentís que sigue pendiente eso?
No lo veo mucho en las nuevas generaciones, no veo que haya una concientización. Y a los artistas que les va muy bien o que están teniendo sus momentos de gloria tampoco los veo comprometerse, es como una cosa que pasa de lado, Y ahí es cuando para mí viene la falsa modestia y todo ese tipo de cosas. Ojalá hubiese un montón, y que puedan dar una mano en este sentido. Por supuesto que siempre hay gente que se ocupa, pero en lo musical no mucho, y en lo social– musical no lo estoy viendo.

En los últimos años también decidiste hacer una expansión federalista para girar por el país, con bandas armadas en distintas ciudades.
Sí, es algo que sigo haciendo. Lo estuve haciendo durante todo el año hasta el mes pasado, y el año que viene lo volveré a retomar. Más allá de no poder llegar con mi proyecto, el concepto es al revés: son los músicos que no pueden llegar acá donde se centraliza todo. Si hablamos de bandas nacionales y consagradas del interior del país, nos sobran los dedos de una mano, y tal vez no llegamos a contar tres. Argentina es gigante, está llena de músicos y de talentos increíbles, y es una cosa que está olvidada. Es increíble que hoy en día no se preste la atención a eso, que todavía uno tenga que escuchar a colegas hacer planes dejando trabajo, familia, venirse acá donde está súper poblado de músicos y el ambiente medio cerrado a ver qué onda y perder un montón de otras cosas. He visto un montón de gente frustrarse y abandonar la música, y sigo viendo también que hay lugares donde no va nadie a tocar. Me pareció que había que hacer un laburo desde adentro y hacer participar a los músicos en eso, y por supuesto aprender uno mismo.

Entre Dancing Mood, el cuarteto de jazz y tus colaboraciones con otros artistas llevás varios proyectos a la vez. ¿Cómo los hacés convivir?
Son cosas que me van pasando y necesidades desde que empecé mi carrera, estoy acostumbrado. Cuando empecé a tocar era casi el único músico de rock que tocaba la trompeta, entonces he llegado a tocar en siete bandas simultáneamente. Ahora son menos, aunque tres o cuatro ya es un montón, y tener que combinar esas agendas y ese tipo de cosas ya no me es difícil. En este momento tengo tres proyectos y pueden convivir tranquilamente porque los manejo yo también, sin dejar de lado a nadie y armando la agenda. Estoy acostumbrado a haber laburado de sesionista muchos años casi toda mi carrera y es algo que tengo bastante aceitado y no me estresa, entonces puedo ir dándome los gustos musicales en este momento de mi vida y de mi carrera que pretendo y que quiero. Gracias a Dios, pueden pertenecer a la música que a mí me gusta y no necesariamente tengo que trabajar con algo que no me gusta. Me gusta la música en general, pero puedo trabajar de mis preferencias. 

Más allá de algunos feats, Dancing Mood es una banda instrumental, como también lo es el cuarteto de jazz. ¿Cómo se logra captar la atención del público y sostenerlo sin que haga falta la palabra?
Con las acciones, con el respeto. La palabra a veces te la puedes meter en el bolsillo si hacés otra cosa totalmente diferente, si no te dedicas o no devolvés de alguna manera lo que te tocó o la suerte que tenés de laburar de lo que a vos te gusta. Incluye el precio de las entradas, el respeto, el siempre haber mantenido una ideología independiente o la que sea, pero haberla mantenido, no irte de boca al pedo, no pretender pertenecer a una cosa que no sos…, y por supuesto, lo novedoso de ser diferente. Hasta Dancing Mood no había muchas bandas así, y hoy en día tampoco. Las que se crearon tampoco se pudieron sostener, por ambición o por otro tipo de cosas. Ahí viene también la respuesta a cómo mantenerlo grupalmente. Creo que también es por eso, por la claridad en el proyecto, en el grupo de laburo y la transparencia de cómo son las cosas desde un principio. Ser independiente también tiene a favor eso, no hay muchos cambios bruscos. No es que apareció una compañía y dijo “Mirá flaco, acá tenés un millón de dólares y un contrato por 5 o 10 años” para que vos pienses “Ok, yo me quedo con este billete y a los músicos les doy este otro”. Siendo independiente no pasan esas cosas que le pasan a muchas bandas, que terminan separándose cuando hay quilombos de regalías. Ese tipo de cosas a una banda independiente le pasan por el costado.