
Para Francisca Valenzuela, la música es un universo compuesto por más cosas que canciones. A lo largo de más de década y media, la cantante chilena nacida en Estados Unidos desarrolló una carrera discográfica atravesada por el pop, la melancolía y el intimismo. Como lo demuestran discos como La fortaleza o Buen soldado. Pero además, desde 2016, Valenzuela está al frente de Ruidosa, una plataforma interdisciplinaria que visibiliza, estudia y problematiza las temáticas de género aplicadas a la industria musical en la región.
Después de estrenar un álbum en pandemia, Francisca Valenzuela volvió al ruedo en 2022 con Vida tan bonita, y lo inspirador de ese título colisionó con la realidad tras una ruptura amorosa. Ese desencanto se tradujo en Adentro, su más reciente disco, publicado hace solo unas semanas, y que ofrece la versión sensible y honesta de su creadora. “La premisa es quien es uno o una adentro, y como respeta eso a pesar del ruido de afuera”, explica Valenzuela. “Puede ser que las relaciones alrededor mío, la vida, el ruido de afuera me están impactando y llevando adonde no quiero”, completa.
Hay una apertura a la música latinoamericana en general, antes las barreras estaban más elevadas, no solamente por la tecnología
Estuviste presentando tu disco anterior hace unos meses en Buenos Aires ¿A qué se debe la urgencia de este nuevo trabajo?
Esto es súper inusual para mí. En general tengo ritmos mucho más lentos de creación y de lanzamiento, y a veces me estresa mucho el tema de que hay que estar sacando canciones todo el rato, pero coincidió que la vida me puso en una posición de necesidad de composición. Saqué Vida tan bonita el año pasado, empezamos a girar y se me desarmó mi vida. Empecé a componer, componer, componer, componer, y me di cuenta que estaba este ímpetu, este delirio artístico. Había una inspiración que estaba siguiendo como una hebra, y realmente me di cuenta de que había un punto de vista, una historia y que esa historia muy universal tenía un valor como para ser publicado y que tenía que ver con un disco. Le di forma como tal, y entonces estuve como con ese frenesí creativo y el refugio que me dio la música de cara a un momento de crisis.
También pone a la intimidad en relieve. Hay canciones como "Extraño" o "Dejalo ir" que no tienen más que piano y voz.
Sí, quería que el disco fuera así. Ferozmente minimalista, atrevido, vivo, orgánico e imperfecto. “Extraño” es una toma en vivo de piano y voz sin editar, al final incluso estoy llorando y por eso se escucha la voz media tapada. Y “Déjalo ir” es la toma de la maqueta vocal, hice dos o tres tomas, pero es una maqueta que grabé en mi casa en pijama con el micrófono en la mano. Quería que fuera un disco con vida, que tuviera esa vitalidad, esa cosa orgánica y viva de una historia, un momento, y cómo honrar también esas canciones y cómo salieron. Lo quirúrgico, lo perfecto, era como enemigo de la emoción cruda del disco y su honestidad.
Al margen de tu carrera estrictamente artística, hace varios años desarrollaste Ruidosa, que comenzó como un festival y se expandió como una plataforma mucho más amplia. ¿Qué originó su creación y cómo crees que ha crecido?
Nació como una idea que yo tenía de poder crear un espacio de conversación y visibilización de problemáticas de temas de género en la industria musical y creativa, y por supuesto aportar desde mi frente a mayor representación y participación en las mujeres en el mundo de la música desde mis herramientas y posibilidades. Mi fantasía, que se convirtió en realidad, era cómo poder unir la cultura pop y el mundo pop de una manera popular, accesible y entretenida con las temáticas de género y la lucha de género. La forma que tuvo originalmente fue de un festival con cosas interdisciplinarias, paneles, talleres y música, pero después dio lugar a más contenido e investigación. Una cosa dio lugar a la otra, porque cuando estuve en esos primeros paneles de Ruidosa me di cuenta que había temáticas transversales y sentía que había que reforzar esta conversación. La data no miente, entonces empezamos a levantar data, y eso dio lugar a la ley de cupo Argentina, y a la lucha por eso mismo hoy en Chile. Desde un lugar personal, Ruidosa vino a saciar un hambre que yo tenía de convivencia y comunidad. Me sentía muy sola en la música, estaba sintiéndome constantemente muy inadecuada y con mucha presión, y quería saber cómo lo hacían mis colegas. Eso me hizo dar cuenta que no había un espacio donde se transparentaran estos procesos y estas preguntas, por eso en Ruidosa es muy importante la conversación, sea en un podcast, en testimonios o en paneles.
Al mismo tiempo se ha dado un fenómeno muy particular, que es que tres artistas chilenas, como lo son Mon Laferte, Javiera Mena y vos tengan un gran éxito en la región.
Creo que hay una combinación de cosas. Por una parte, creo que hay una apertura a la música latinoamericana en general, antes las barreras estaban más elevadas, no solamente por la tecnología. Obviamente uno puede forjar una carrera ahora de tu celular al mundo, pero también creo que hubo una apertura. Me acuerdo en los 90 y era “tal es así”, “Argentina es así”, todo más categórico, y eso se ha ido como rompiendo, entonces es más fácil el tránsito, hay más poros. Soy super fan de Zoe Gotusso, Clara Cava y Jazmín Esquivel, no solamente de Fito o de Charly. Se genera un vínculo y una interacción mayor, y también creo que se suma que son proyectos son súper auténticos e identitarios. Lo que siento que funciona muy bien en Argentina es que me encantan mucho las conversaciones, es súper refrescante, siento que hay un amor por la cultura y un interés por la música que no es así en todos lados. Esa electricidad también conecta con lo que siento y es identitario, entonces creo que eso también habla de la posibilidad de llegar más allá de Chile.
¿Y de dónde creés que sale ese espíritu comunitario? Es algo que va más allá de la cultura del feat.
Es como un cambio de paradigma cultural, y también creo que es un tema de necesidad. Creo que nos dimos cuenta de que somos mucho más fuertes si estamos juntos. La información es poder, lo vi cuando empecé Ruidosa y empecé a transparentar cosas. Mi manera de hacer siempre de ayudar a quienes se acercan, y eso muchas veces significa hablar de un contrato, de porcentajes, de dinero, de contrataciones, es súper importante. Cuando yo empecé era una nebulosa donde además, uno firmaba malos acuerdos porque cuando estás ahí no entiendes nada y se siente como que hay como una jerarquía de siluetas que están sujetando el éxito detrás de ellos y tú estás a otro lado. Me parece que ahora también existe una sensación de horizontalidad y de no tener miedo a que no hay suficiente espacio, se está derrumbando esa cosa piramidal y caricaturesca de que hay un cupo para la radio, uno para un solo artista, un número uno. Y además de todo eso existe el pasarlo bien: me encanta que haya una escena donde uno se junta y hace cosas y colabora, es algo muy orgánico. Es algo muy latinoamericano ayudarse y compartir así, pasarlo bien juntos.
¿Creés que no pasa en el mundo anglo?
Pasa de manera más formal. Mi experiencia en el tiempo que he pasado en Estados Unidos y en las cosas que he hecho es que son muy ordenados y muy transparentes, lo cual se agradece. Los norteamericanos son expertos en envasar información y generar como un artefacto de la información, pero para esa cosa de celebrarse son más recatados. No sé, yo saqué un tema con Ximena Sariñana y digo en redes “mi amiga” o hablo de “mi amigo”, en Argentina está el Día del Amigo… En Estados Unidos y las culturas anglo creo que se mezclan menos las cosas, para bien o para mal, entonces ese calor que obtenemos como con el arte, con el deporte, con el sentir que esa persona que está ahí también me representa a mí no sé si está latente en todas las como países más desarrollados.
Antes hablabas de cómo a través de Ruidosa se ayuda a las nuevas artistas a abrirse paso. ¿Qué creés que ha cambiado en este tiempo desde que comenzaste tu carrera al presente?
Es un desafío fortísimo para los artistas que va desde diferentes frentes. Una es el frente artístico per se, que es cómo yo conservo, respeto y entiendo los procesos de un oficio artístico y le doy el tiempo suficiente para que se desarrolle sin sentir la presión de afuera todo el tiempo. Tiene que ver con cómo encuentro mi ritmo, mi identidad, con todo el ruido y la exigencia y sin caer en eso en los momentos que no siento que me benefician. Otro desafío importante es la parte de aparecer, cómo llego a mostrar mis cosas, a tener presencia, y ahí hay un trabajo que en verdad siempre ha sido como de terreno, estar ahí presente picando piedra. Y lo tercero es un desafío económico, siempre ha sido difícil ser artista, sin duda. Ahora es más complejo, porque existen otras plataformas, diferentes estructuras que permiten democratizar y tener mayor acceso, pero también hacen muy difícil el tener una carrera artística viable, sostenible y un patrimonio cultural propio. Hay una ilusión de que se genera un montón de plata, y por lo menos con el streaming no es así. Hay uno nuevo paradigma que tiene que ver con otra manera de consumir, y nos estamos ajustando a eso. Es súper difícil, y si tengo un buen día me motiva, y en un mal día es como abrumador, complejo y mejor me retiro