
Las "pruebas" se fueron acumulando. Primero Daniel Melero desempolvó las canciones de Travesti (1994) para un show que se convirtió en disco, Travesti vive. Desde Francia llegó otro link con el pasado a través de "Quiero estar entre tus cosas", la canción que un grupo de niños usó para aprender español. Y finalmente, el anuncio del show del sábado 27 en el ND Teatro titulado "35 años de Silencio", por el aniversario del primer disco que publicó el cantante (al frente de Los Encargados), combinado con el lanzamiento en vinilo de Rocío (1996). ¿Finalmente Daniel Melero, el hombre que siempre miró hacia el futuro, decidió echarse una siestita en los laureles?
Nada más lejos de eso, como era de esperar. Lo de los "35 años de silencio", más allá del aniversario, es una típica humorada a lo Daniel Melero: "Es como si no hubiera hablado durante 35 años", se ríe. Y aunque en el show habrá alguna canción de aquel disco iniciático, el núcleo estará dedicado a dos álbumes... que todavía no fueron publicados. "Va a a ser un desafío para mí, porque la gente por ahí está esperando que uno inevitablemente tenga una referencia al repertorio anterior", explica. "Pero también hay mucha gente a la que le interesa el presente. Y yo trato de estar anclado en el futuro".
El futuro inmediato, para Daniel Melero, son esos dos discos que inaugurarán una serie titulada Qualia. Ese también será el nombre del primero de los volúmenes. Ahora bien, ¿qué corno es una qualia? "Es uno de los puntos más bajos de la filosofía", dice el cantante con sonrisa torva. "El concepto de qualia está denostado dentro de la filosofía, pero a mí me parece muy interesante para el campo artístico. Son esas experiencias que te resultan incomunicables, que cuando las narrás sentís que no podés transmitirle al otro con palabras. Esa es una condición de la qualia. Qualia es una palabra plural y tiene una cantidad de dificultades muy atractivas... Es con 'q', está como fuera del lenguaje, de la gramática. Me gusta también eso".
Si el concepto del título de la serie Qualia parece enrevesado, hay que decir que representa en buen modo al contenido. "Hay temas de estos dos discos que empecé a hacer en 2006 y que durante años estuve viendo cómo se desarrollaban", explica Daniel Melero. "Con sistemas muy distintos: algunas son canciones pero podríamos decir que tiene una estructura muy lábil. En el disco hay muchos temas instrumentales pero que tienen letra escrita. Uno puede imaginarse cómo se cantaría... Tiene encuentros con (el pintor holandés) Brueghel, con animales muy extraños -aunque no imaginarios- como el okapi... Hay un momento al que internamente lo llamo 'tres noches en el Congo', porque hace referencia a plantas alucinógenas como la iboga y a sus rituales. No está cantado, pero tiene letra. Eso le abre un campo de posibilidades muy amplio".
Parece que yo fuera camaléonico, pero no he cambiado tanto en mi experiencia con la música. Siempre se trató de esta especie de arrebato apasionado con los sonidos.
¿Por qué tardaste tantos años en darle forma a esos temas?
Porque esas composiciones estaban fuera de mi área de control. Muchas son más actuales, pero resultó un material que no podía entrar en ninguno de mis discos. Cuando uno compone, muchas veces tiene ideas, pero hay veces que esas ideas les hacen mal a los sonidos. Entonces, esto quedaba siempre como en un legajo para el futuro. Ahora que cambió mi punto de vista respecto a lo que veía en esas piezas... Porque, en definitiva, algunas son ideas que tenía durante el transcurso de discos que hacía y que no encajaban. Lo interesante justamente es que se fueron acumulando esas ideas y después las fui desarrollando. Es aquello que se resistía al campo conceptual que quería para mis discos. Eran piezas que me desafiaban. Y, a la vez, las guardaba, porque decía "¿acá hay algo que me tocó de casualidad?, ¿o al estar tratando de componer de una forma me estoy encasillando yo?" A pesar de que mis discos tienen variados tipos de composición, esto era diferente. Y era Qualia. Después me di cuenta de que se me imponían por eso. En mi mundo lo eran, al menos. Y en el punto en el que estoy desde mis intereses compositivos y sonoros, emergen con una potencia que creo que no tenían mis discos hasta hoy. Eso me hace feliz.
¿Cuál ese punto en el que estás?
La música es pirotécnica en este momento. En vivo toco yo los teclados y estoy con Guille (Rodríguez), que hace años toca conmigo, pero ya la guitarra es una ametralladora. El resultado es poético, sin embargo, no es una opresión industrial. Hay opuestos conviviendo entrelazados, sonidos que parecen como de música ambient ametrallados... y ametrallados por ritmo. Es un territorio que en vivo tiene una impronta muy salvaje, pero está poetizado, es abstracto. No es necesariamente armamentista, aunque sí (risas).
¿Por qué creés que Qualia emerge con esta potencia?
Será que otra filosofía respecto de la música me llevó a eso... Otra manera de verla.
¿Y cómo llegaste a esa manera?
Lo desconozco, no estudié eso (se ríe). El proceso ese no lo sé. Por algo fue tanto tiempo... Aunque en los últimos tiempo ya fue un efecto dominó: vi la estética, la comprendí. Y, al mismo tiempo, es de mucha libertad. Hace varios shows que estamos tocando con Guille y él todavía no puede comprender cómo son los temas. A mí me parece que eso es sensacional (risas). Le agrega la situación de cuando todo el tiempo te encontrás con algo que no esperabas, por eso le pido por favor que no ensaye, que reciba la descarga que tenga que ser. Y él está listo para eso, aunque últimamente se empezó a dar cuenta (se ríe). Hay que verlo ahora que está fresco... Por suerte está todo grabado en el momento que todavía no se sabía qué era.
¿Y vos cuándo supiste qué era?
Muchas veces, en el proceso, un instrumento que por ahí era el corazón de un tema fue a parar a otro, y así. Algunos temas quedaron prácticamente desnudos, como si fueran un esqueleto en el que podría haber un montón de cosas. Eso es muy interesante por el juego que tienen con el vacío. ¿Cómo fue? Fue un proceso de años y no me di cuenta, pero algo pasaba con estas cosas que fui guardando. Yo lo sabía. A la vez, en el medio hice muchos discos que me agradan y que tienen algún vestigio. Disritmia, que es un disco poco conocido, tiene elementos de esto; está vinculado a Operación escuchar, a Rocío. Se nota que está el mismo tipo ahí. Pero la manera en la que se desarrolló la idea fue muy distinta a otros discos. En realidad, gran parte estaba grabada; se grabó encima, se quitaron cosas, pero fue una tarea... La cuarentena debe haber ayudado porque tenía mucho tiempo al pedo (se ríe). Mucha gente me dice que compuso mucho durante la cuarentena. Y yo escuché más lo que había hecho, cosas que estaban ahí aguardando en un archivo enorme. Algunas empezaron a manifestarse. De alguna manera, ese tiempo debe haber sido el que me llevó a eso. Pero hubiera encontrado el tiempo para hacerlo. Así que... no sé el proceso, no sé explicarlo.
¿No hubo alguna lectura, algo que lo disparara?
Sí, pero no se nota. También, como me gustan los puntos más bajos de la filosofía, creo que Byung-Chul Han ha venido a pudrir el territorio. Es un coreano que hace libros muy chiquititos. El último se llama No-cosas. Analiza mucho la sociedad y sus vínculos con los dispositivos. Es marxista, por supuesto, pero con un marxismo moderno, urbano, casi occidental a pesar de ser coreano. Es muy interesante. Tiene un concepto que, aunque no tiene necesariamente que ver con los discos, a mí me encanta: dice que vivimos en una sociedad en la que la gente, creyendo que es libre, vive agotada. Publicándose, viendo qué publicó el otro... Y, a la vez, sos tan libre que si fallás en algo, no te lo hizo nadie: sos vos quien fracasó. Me encanta que alguien salga a decir eso (se ríe). Me lo pasé leyendo mucho a Zizek, también, a quien leo desde hace años. Ya lo consideran como un comediante a Zizek, pero si se trata de eso, hace la mejor comedia desde Seinfeld (risas). Tiene tanta profundidad que es impresionante. Y después, esta semana me influyó mucho el documental de The Velvet Underground, aunque no sé de qué manera.

Si Qualia es el resultado de ese proceso, ¿no habrá iniciado precisamente con Silencio?
No, creo que empezó antes de Silencio. En estos últimos tiempos, a partir de un montón de cassettes y cintas que estaban arrumbados en casa, Rodrigo, mi manager, hizo todo un relevamiento, fuimos a un estudio y lo digitalizamos. Y es de antes de Silencio: desde que empecé a tocar está eso presente. Encontré muchos inéditos y hay muchos elementos que están en Qualia. Encontramos hasta los demos de los discos... Fue muy impresionante ir al estudio a ver eso. Tal vez Silencio significó algo porque, en definitiva, es el primero de mis discos que me animé a publicar. Tenía dos sin editar... Pero, bueno, parece que yo fuera camaléonico, pero no he cambiado tanto en mi experiencia con la música. Siempre se trató de esta especie de arrebato apasionado con los sonidos. Empezó de entrada. La suerte de no saber tocar también facilitó que me interesase en sistemas de repetición, automáticos. El mismo hecho de haber comprado dos grabadores y una consola antes que instrumentos parecería indicar alguien que está tratando de tener un estudio de grabación, que de alguna manera me lo armé, pero para mí eran instrumentos. Hacía loops con los grabadores a cinta. Eso estuvo siempre, aunque también están las canciones más sencillas como "Quiero estar entre tus cosas".
Perdón por repetir la pregunta pero, ¿cómo es que tardaste tanto en desarrollar Qualia?
En realidad, es a qué cosas les di prioridad, en algunos casos. No estaba listo y no podía darle encaje en los criterios que manejaba. Acá es al revés: los criterios me manejaron a mí. Esos criterios que todavía no tenés en el momento en el que se te ocurre hacer un sonido y empezás a derivarte viendo que ese sonido sería más interesante si fuera así o así. Yo veo a la música plásticamente. El mismo hecho de haber grabado tanto me hizo verla como ahora se ve en los editores digitales: tener la música en cinta la transformaba en algo que plásticamente podías manipular. Muchos de estos sonidos uno los guarda porque dice "bueno, este es demasiado" o "este es muy poco". Igual, algo pasaba, porque fueron guardados y se multiplicaron dentro de sí mismos.
¿Y cómo pasás del momento en que tenés ese sonido al otro en el que ya se convirtió en una composición?
Puede ser un sonido extrañísimo pero que en la repetición... He grabado mucho la calle. Y si prestás atención, el paso de una moto tiene una sonoridad, casi un degradé de coloración. Una frenada, si la escuchás repetidamente, empieza a ser una melodía, también. En un sonido muy extendido empiezo a encontrar la línea melódica de una canción, o deliberadamente lo voy ajustando para que en su desarrollo haga eso. Cuando estás mucho tiempo inmerso con un fragmento de música, empezás a tenerlo memorizado y creás melodías ahí adentro, porque conocés el patrón de algo que parecía desorganizado. Y muchas veces sacás eso y tenés una melodía hermosa con un acompañamiento normal. La ciudad está repleta de melodía y de sonido, y yo soy un ser urbano.
¿La tardanza no será porque era una ciudad que todavía no estaba y ahora llegó?
Sería una excusa fabulosa... De todas maneras, esa tardanza estuvo llena de otros discos. Pero no es solo la ciudad... Yo hablo mucho por teléfono de línea con amigos; algunos sólo tienen teléfono de línea para hablar conmigo. Y los contestadores son un universo melódico impresionante, además de tener una cantidad de mensajes de impronta psicológica. Entonces, cuando los llamo sé que voy a escuchar sus contestadores, porque tienen teléfono de línea para hablar conmigo pero no atienden hasta verificar que soy yo, a ver si todavía es una de esas miles de promociones... Las grabaciones de los políticos que llaman por teléfono tienen un contexto melódico que realmente apena: cuando las escuchás repetidamente, se nota la hipocresía que hay. Y también tiene un tipo de invasividad... Creo que eso no debería poder hacerse. Pero, inclusive, la oratoria es melódica. Y cuando no te llaman por teléfono, en general están gritando, todo berrinche. No forma parte de lo que incorporo mucho, pero me pasa.
Hablaste de Velvet Underground y en "Heroin" Lou Reed canta sobre "todos los políticos haciendo sonidos locos".
¡Es verdad! Qué bárbaro la cantidad de cosas que dice... Y ahí también la ciudad estaba en el punto bombón para que hubiera un Velvet Underground, aunque la gente no se daba cuenta. Pero es el grupo más de la época que cualquier otro, sobre todo de Nueva York.
¿Y cómo compatibilizabas esa qualia latente con los discos de canciones?
Me resultaba normal... He llegado a estar produciendo varios álbumes a la vez, cosa que hoy me agotaría. Pero no me resulta extraño, es la posibilidad de refrescarse con ese legajo para el futuro. En general, he borrado pocas cosas de esta clase aunque todavía no pude hacer encajar muchas otras. El proceso va a continuar, si sigo vivo por más tiempo. A mi edad, se supone que hoy debería estar hablando más de recuerdos que de proyectos. Y me agradan los recuerdos que tengo, pero prefiero las acciones que me embelesan en el presente.