
La Piba Berreta fue la cantante de Lxs Rusxs Hijxs de Putx y está por estrenar su disco solista. Pero también es la Rusa, Luludot Viento o Lulu. Además de vocalista, es poeta, performer y más. Acaba de lanzar “Loba”, el primer adelanto de su proyecto musical personal desde Deseo Discos, un sello también naciente. Y si bien se la podría imaginar iniciando este camino en soledad, la realidad marca todo lo contrario. Para llevarlo adelante, la Rusa se rodea de amigues y así es como crece. “Adoro trabajar en equipo con personas que amo. Nos potenciamos, no solo artísticamente sino también en las experiencias personales que nos expanden”, dice. “Me divierten los encuentros: ensayos, sesiones de grabación, rodajes, muestras, escritura. Fundar amistades es a lo que en realidad me dedico”.
En “Loba”, el primer adelanto del disco que saldrá en abril, La Piba Berreta da pistas de lo que será el álbum: la furia corrosiva de su banda anterior sumada a su propia poética energética post-punk. “Con Lxs Rusxs aprendí sobre la amistad, la camaradería, y algunos asuntos eléctricos o dramatúrgicos como tensiones, enredos y fluir”, cuenta. “Siempre me sentí potenciada, jamás reducida. Les amo y les agradezco eternamente tantos años de juego y aventuras”.
El impacto de La Piba Berreta, además de su contenido y su lírica, es la forma en la que se planta en el escenario. Su forma de transmitir su música y su poética con la intensidad inherente que carga la señala como una de las artistas para ver en vivo. Y el desafío, en tiempos de virtualidad pandémica, es cómo transmitir esa energía. “No hay nada que pueda suplir la sensación de habitar y acontecer un show en vivo”, dice. “Pienso muchísimo en esto. Pienso en cómo reinventar estos actos poéticos, pero aún no tengo respuesta. Tampoco creo que lo importante en mi trabajo sea 'mostrarlo'. Me divierto mucho en el proceso de los trabajos”.
Esa reinvención para mostrarse y esa energía resultante del encuentro entre amigues dio por resultado otra forma de presentar su disco solista. Las canciones están acompañadas de un cortometraje filmado durante los últimos meses. “Hay mucho ingenio porque tuvimos que hacerlo con muy pocos recursos económicos y humanos”, dice. A ese trabajo audiovisual lo ha definido como un mundo en el que John Waters hubiera nacido a la ribera del río de Paraná. “Es una película surrealista con personajes que habitan un loop eterno y perverso, donde los límites de lo hermoso y lo asqueroso se borran, donde lo bueno y lo malo dejan de ser equipos contrarios”.