
Para jurar y prometer es necesario tener una certeza. Y Gerard Alegre, el músico barcelonés mejor conocido como El Último Vecino, la tiene. Es por eso que Juro y prometo, su nuevo disco, significa la salida de tiempos oscuros y tormentosos con nueve canciones sinceras y descarnadas. Tras seis años desde la salida de Voces, su trabajo anterior, Gerard logró volver a creer en sí mismo y superar un profundo bloqueo creativo que le impedía trabajar en un nuevo álbum. En Juro y prometo, entonces, El Último Vecino abraza su primera versión de compositor cancionero con dejos de pop ochentoso para darle forma a un recorrido personal, denso y opresivo con una principal convicción: decir la verdad.
“Durante este tiempo he estado falto de ideas y he pasado por una crisis creativa muy, muy honda”, cuenta Gerard Alegre. “Eso también ha afectado otras partes de mi vida. Mi salud mental, por ejemplo. No tenía muchas ideas y entonces producía poco. No podía haber un disco porque había muy pocas canciones. Y bueno, la vida. No me ha quedado otro remedio que ir sacando singles o un pequeño EP y repartirlos en el tiempo”. Es por eso que desde su último álbum, Voces (2016), El Último Vecino ha publicado una serie de canciones sueltas y Parte primera, un EP en 2018.
Sin embargo, pese al período nebuloso, para Gerard algo cambió y comenzaron a brotar ideas, una detrás de la otra y casi todas a la vez. “No sé muy bien por qué recuperé la confianza en mí mismo, solamente sé que ha pasado, ya está. Podría decir que fue volviendo a confiar en uno mismo, pero esa es la parte más evidente. Volví a sentir felicidad, sentí felicidad. También sentí salud, incluso física”.
Sin embargo, para poder potenciar esa pulsión primaria de volver a hacer canciones, Gerard decidió volver a su lugar seguro, lejos de la experimentación que se permitió en canciones como “Nostalgia” (2020), “Qué caro” y “En mi nombre” (2021). “Con esos tres singles que están allí flotando sé que busqué un nuevo camino. Con Juro y prometo he dejado de buscar”, advierte. “Por la pandemia y por la crisis creativa notaba que tenía que buscar un nuevo sonido, dejar salir nuevas influencias que a lo mejor no dejaba salir al principio. Fue como un experimento. Salía de dentro, evidentemente, pero estaba como más pensado, 'voy a ir por aquí'. En vez de andar tanto en los 80 o en los 90, voy a tirar más hacia los 2000 y así más hacia el baile. Me gustó el resultado, las canciones que salieron me gustan, pero no estaba del todo cómodo”.
Al evitar lo premeditado, la faceta natural de El Último Vecino tomó protagonismo. Canciones como “Mundo mágico” o “Niño discúlpame” recuperan la esencia del pop y de la new wave de los años 80 que supo nutrir desde el 2013 con fuertes sintetizadores y baterías que se pasean entre programaciones y el pulso bien sanguíneo. “Los discos que he hecho siempre han sido autoterapéuticos, como una búsqueda del estar mejor a través del conocimiento propio. De la misma forma que hay momentos de gritar a la libertad, también hay momentos de autoflagelación, incluso de alabar un poco el concepto de opresión. A nadie le gusta estar oprimido, pero no sé si es que soy muy romántico o qué, pero es una es una sensación que la gente vive y se puede cantar sobre ella”.
Ese auto castigo que hace mención se percibe en “No me dejas” cuando, en el estibillo, canta “¿Y cuánto va a costarme que dejes de joder el único planeta que tengo ante mí? Deja de joderme”. En la canción que da nombre al disco dice “Y dejar de querer lo que no tengo / Tendré que darte la razón, a ver si aprendo”, para luego afirmar, como bandera, “Juro y prometo que no te mentiré más”.
Con el disco en la calle, Gerard ya planea la gira por España para tocar frente a su público, a modo de reencuentro, las canciones de Juro y prometo. La idea es montar, de forma itinerante, una especie de fiesta al estilo Top of The Pops con artistas invitados, que pasará por Barcelona, Madrid, Valencia, Granada y después por México. Y su intención es, al igual que en un viaje fugaz allí por 2017, poder volver a la Argentina. “No recuerdo nada musical del viaje porque fue relámpago, sino que recuerdo más bien sensaciones”, dice. “Recuerdo cuando tocamos en Rosario en un sitio precioso junto al Paraná. En el viaje en colectivo de Rosario a Buenos Aires me acuerdo que por los lados de la autopista estaba lleno de campos con familias estacionadas, comiendo todo el rato. Eso me gustó mucho”.
Sin embargo, el mayor anhelo tanto suyo como de sus compañeros de banda pasa por un instante, un momento y una sensación que vivieron al llegar a Buenos Aires para tocar en La (extinta) Confitería. “Me quedo con una cosa que que me sirvió mucho para mi espíritu, y es que veníamos de México de una semana de lluvia y el cielo súper gris. Al llegar a Buenos Aires, nos levantamos al día siguiente y fuimos a desayunar una cafetería que no recuerdo dónde estaba, pero en ese momento salió el sol. Y había un señor vendiendo flores delante y eso fue como en plan… (suspira). Ahora, pensando en esta sensación, es como que me apetece volver a sentirla”. Y aunque todavía no tengan planeado volver a Buenos Aires, después de la nebulosa de estos años de sequedad creativa, para Gerard y El Último Vecino, el sol parece haber vuelto a asomar.