23/06/2021

Conocé a Gustavo Eandi, el ilustrador argentino que trabajó en el nuevo disco de Lorde

Mi familia es un dibujo.

Gentileza

En la casa de la infancia de Gustavo Eandi, en Mar del Plata, no había muchos libros. Lo que sí había era mucha música. Pilas de vinilos, CDs y más, porque su papá era un melómano asumido. “¿Viste a Frank Zappa? No me gusta su música, pero ya en ese momento me encantaban las tapas”, le dice a Silencio. Y el amor por la música, los sonidos y las cajas inmensas, se mezcló con un incipiente interés por el arte. Hoy Gustavo es ilustrador, estudió en la Escuela de Artes Visuales Martín Malharro de la Ciudad Feliz y la semana pasada acaba de aportar lo suyo al nuevo disco de Lorde, el esperado estreno de la joven estrella de Nueva Zelanda. 

Mar del Plata hoy es la meca del diseño. O, al menos, el lugar del país donde año a año -hasta las limitaciones pandémicas- se juntaban cinco mil personas de toda la Argentina y de varios países limítrofes durante Trimarchi, el encuentro internacional de diseño, para compartir las diferentes aristas de la profesión. Desde ese lugar, Gustavo Eandi construyó su punto de partida. “Yo estudié ilustración y me recibí en 2003. En ese momento los chicos de Trimarchi estudiaban diseño gráfico ahí. Somos amigos, trabajamos juntos en el comienzo”, cuenta. Sin embargo, los caminos del dibujo a Gustavo lo llevaron hacia otro lado. “Por mi contexto de amistades e intereses, siempre estuve cercano a la música, tanto haciendo tapas de discos como flyers, fanzines o afiches. Fue una cuestión muy natural, algo que hacía desde antes de estudiar”. En su casa, el fanatismo del padre por los Beatles y Génesis le aportaron, junto con los cómics, mucha información visual. 

Después de una entrada al mundo de la ilustración un poco desorientada, Gustavo se enfocó en mandar mails y armarse un portfolio en la plataforma Flickr. Además, ya en el 2000 tenía su propia página web donde inventaba y reversionaba tapas de discos. En el 2007 se fue a vivir a Barcelona y desde allí siguió tocando puertas. “En ese momento escuchaba mucho a J Dilla, Madlib, ese palo del hip hop”, recuerda. Entonces, en 2009, le mandó un mail al director de arte de Stones Throw Records, el sello independiente de rap. “En 2009 le mandé un mail al director de arte y tuve mucha suerte porque me contestó al toque. Yo había hecho un dibujo de MF DOOM y me dijo "tengo para hacer ya un laburo para unos discos de Madlib, un productor” y ahí empecé”. España, entonces, fue su base de operaciones y desde allí trabajaba para Los Ángeles. 

La experiencia y el ruedo con Stones Throw Records fue lo que empezó a alinear ciertas oportunidades y el dominó comenzó a caer, de a una ficha por vez. Por una compañera del sello californiano, Gustavo conectó con Boiler Room, el ciclo audiovisual con base en Londres que cobija a la escena, actualmente, de todo el mundo de la música electrónica. “Empecé a hacer cosas con ellos en 2013, que eran grandes pero tampoco tanto como ahora”, recuerda. “Después de que se fue ella, hice un par de cosas más en 2017, unas remeras y unos bolsos, pero no mucho más. Eso me abrió las puertas a NTS, una radio que era amiga de Boiler Room”. NTS es una plataforma de radio global con sede en la capital inglesa pero con estudios en Los Ángeles, Shanghai y Manchester. “De hecho, sigo trabajando con ellos. Hay de todo, muy sarpado. El otro día tuvieron un programa especial los My Bloody Valentine. Dentro de poco empiezo mi propio programa”, dice contento. 

Al ser ilustrador, Gustavo es quien vehiculiza las ideas, la estética, el imaginario sonoro de la música y todo a su trabajo. Entre los artistas y sus hojas de dibujo, hay un rol clave aportado por los sellos o las agencias de diseño que hace las veces de mediador: los directores de arte. “Es alguien que conoce al músico, sabe lo que quiere y se lo comunica a quien se encarga del diseño. Suelen darte como un brief visual, una referencia: “vamos por acá”, “me gusta este estilo de tapa”, “esta gráfica”, etc.”. Ese rol, el trabajo de un director de arte, fue el punto clave para que las ilustraciones de Gustavo lleguen a la tapa del último disco de Lorde. “Desde hace un par de años trabajo con Hassan Rahim, que tiene un estudio que se llama 12:01 y es mi diseñador gráfico favorito. Él es el director de arte del estudio y cuando le llegan laburos organiza y reparte, dirige todo. Él hizo tapas para Marylin Manson, Nine Inch Nails, tiene varios hits”, dice. “En enero me llamó y me contó que tenía este proyecto para hacer con Lorde”. 

Resulta que la joya de Nueva Zelanda volvió a editar material después de cuatro años desde la publicación de Melodrama, su segundo disco de estudio. Primero: la tapa del single. Lorde saltando sobre la cámara en una playa, su cuerpo tapa el sol y la perspectiva la construye con unas piernas eternas. Arriba se lee: Solar Power. Y esa es la pluma de Gustavo. “Hassan quería que yo hiciera puntualmente los logos de ella y del título del disco, Solar Power. Me tiró la referencia de por dónde le gustaría ir y tipos de tipografías. Como sé lo que le gusta y coincidimos, mandé seis ideas -yo dibujo, no uso tablet- y ella se copó enseguida. El feedback lo tuve a través de él. Le gustaban dos ideas, las pulí y salieron de modo muy natural”, cuenta. 

“Ahora sale un videoclip y le hice los títulos y el logo del nombre de la canción”, cuenta. Además, después de que Gustavo compartió en su cuenta de Instagram, por primera vez, el trabajo que hizo para Lorde, ella le envió un mensaje privado. “Me mandó un mensaje para agradecerme. Es la primera vez que interactué con ella, digamos. Pero tiene muy buena onda. El proyecto seguramente va a terminar ahí y me parece bien, no hay por qué atarse a una estética. Por ahí, si sale para hacer más videoclips o títulos, todo bien, pero el proyecto está bastante cerrado: ya están todos los posters del tour, todo el merchandising, todas las piezas hechas”.

Antes de darle cierre, a Gustavo le pidieron unos logos circulares, los círculos en los cultivos, “esos que hay en Machu Picchu y en Inglaterra, esos que algunos dicen que están hechos por extraterrestres”, se ríe. Después de enviar tres opciones, las aprobaron. Hoy, uno se luce en el pasto de un campo inmenso y otro en la arena de una playa de Nueva Zelanda. “Me gusta esa cosa manual, artesanal, que está lejos de las artes gráficas. Creo que hasta le doy más valor que al logo que pueda haber hecho, que puede estar bien o no, pero verlo ahí, que alguien se haya tomado el trabajo de hacerlo tan gigante, en un campo... Eso ya vale el laburo”.

Y como las fichas siguen cayendo, el siguiente proyecto que tiene a Gustavo ocupado es uno de ropa. “Tengo una marca que se llama Uxe Mentale con unos chicos de Los Ángeles, está creciendo. En eso el director de arte soy yo. No tenemos local todavía pero estamos vendiendo bien, mucho en Japón”. Además, mientras el hemisferio norte reactiva su agenda de shows, y él hace afiches para fechas y tours que le piden, Gustavo tiene trabajo con Portugal. The Man. “Ellos tienen una fundación que ayuda a pueblos originarios principalmente de Alaska, pero de toda América. En Brasil están mucho. Estoy haciendo la dirección de arte de ellos”, cuenta. “Están muy involucrados políticamente, más allá de la música, y eso me parece bien. No ser tan frívolos, porque también todo me parece una pelotudez... Instagram... es diseño gráfico, dibujos, no deja de ser una cosa medio plana, no es la vida real. Entonces, gente que se involucra sinceramente en cosas que valen la pena, cuenten conmigo”. 

En 2012, Gustavo volvió a su Mar del Plata natal y el círculo pareció cerrarse, o al menos tener una pausa en su lugar seguro. Su ciudad, la del inicio del recorrido, le sirve de base de operaciones y desde allí ilustra canciones y discos de todo el mundo. Esas tapas inmensas que de chico admiraba en los vinilos de su papá y le generaron la intriga o el pulso artístico, hoy pueden ser las que él mismo dibuja y su hijo encontrar en ellas la misma conexión. “La verdad, siempre -más o menos- hice lo que quise y estoy conforme con eso”, piensa.