
Cuando a Kurt Vile se le pregunta cómo se prepara para tocar en un festival tan ecléctico como el Music Wins, su primera reacción es cerrar filas. “¿Es el festival en el que toca Courtney Barnett, no?”, dice para cerciorarse de que no va a ser el único soldado de la canción en una jornada que tendrá a la psicodelia house de Primal Scream y a la electrónica mid tempo de Air como atracciones principales. Pero si la cantante australiana incorpora a sus melodías elementos del grunge y el rock alternativo, el ex The War On Drugs aboga por los sonidos rurales del folk y el bluegrass.
Vile comenzó a grabar demos de forma casera a temprana edad y aunque él esperaba una guitarra, su padre le regaló un banjo para alentar sus inquietudes artísticas. Y de esa conjunción DIY + ambiciones guitarreras + instrumento asociado a la música country es que puede explicarse su estilo. “Me gustaba mucho todo lo que hacía Stephen Malkmus, incluso desde Silver Jews, la banda anterior a Pavement”, recuerda sobre su acercamiento al lo fi que todavía puede observarse en sus canciones, aunque desde un lugar alejado a la distorsión. “Creo que él empezó todo”.
Nacido y criado en Lansdowne, un departamento de unas 10 mil personas a las afueras de Filadelfia, Vile creció musicalmente entre los gustos que le inculcaba su padre y los discos que compraba en cerca de su casa. “Ir a las pequeñas disquerías que había en el lugar era un acontecimiento y un aprendizaje”, explica. “Fue parte de mi educación, de ahí sacaba todo lo que podía”. Ni tan apartado de las grandes urbes ni tan absorbido por la gran ciudad, desarrolló un estilo en el que ambas psicogeografías conviven en armonía. “Defintivamente, el lugar donde crecí marcó mi sonido”, afirma.
Su prolificidad amateur continuó en ascenso durante toda su adolescencia y a los 17 años hizo circular una grabación que en ese momento él creía a la altura del roster de Drag City, el sello que editaba a Pavement, Jim O’ Rourke y más tarde a Stereolab. Pero recién en 2008, cuando formó The War On Drugs junto a Adam Granduciel, pudo entrar a un sello de verdad. Bajo el ala de Secretly Canadian, lanzaron Wagonwheel Blues, un disco que les dio cierta resonancia en la escena indie pero que también les hizo notar a ambos que lo mejor era continuar sus carreras por separado.
Una vez alejado del grupo, Kurt Vile retomó la senda de las grabaciones caseras, sólo que esta vez ya tenía cierto prestigio y sellos dispuestos a respaldarlo. Entre su inagotable capacidad para hacer canciones y una estructura por detrás, Vile editó seis discos solistas desde 2008 a la actualidad. Establecido como multinstrumentista –toca el banjo, la guitarra, teclados y trompeta- y dotado con una voz nasal que loa cerca aún más al folk, cuenta en su poder con canciones de aparente simpleza pero susceptibles a diversas lecturas. “Es un estilo al que no muchos asocian con la ironía, pero mis letras tienen bastante de eso”, asegura sobre b’lieve i’m going down…, su último disco y también el más logrado.
Ahora que, a los 36 años, parece tener su devenir artístico y personal bajo control, Vile disfruta de vivir en Filadelfia. Casado y con dos hijas, analiza bien en qué momentos salir de gira y en qué momentos abocarse a su rol de padre. Cuando su rutina le exige lo segundo, encuentra el balance grabando por la madrugada mientras todo duermen. “Así compuse la mayoría de las canciones de b’elieve…”, cuenta sobre el álbum en el que volvió a rescatar el banjo y las guitarras arpegiadas con la técnica de fingerpicking (tocar con los dedos). “Nadie va a las raíces como yo, eso me hace distinto”, remata. “Conozco los orígenes y la historia de la música que hago”.