
Del mismo modo que ocurre con las canciones de Acorazado Potemkin, hay profundidad en las palabras de Juan Pablo Fernández. El cantante y guitarrista habla pausado y reflexiona, revelando la dimensión más cerebral de la banda. Pero al mismo tiempo, en cada frase se planta y sienta posición, remarcando un temple tenaz. Labios del Río, su tercer trabajo editado en octubre pasado, reúne esas dos facetas con una fuerte carga de sentimiento, e iguales niveles de poesía y de rabia. Tras una presentación a sala llena en Niceto, el trío que completan Federico Ghazarossian en bajo y Luciano “Lulo” Esaín en batería regresa a Capital para dar este jueves un show en La Tangente (Honduras 5317, CABA), junto a Ó, banda de Mariano Fernández Bussy.
“La intensidad es algo que tenemos y algo a lo que no renunciamos”, sentencia Juan Pablo Fernández, subrayando uno de los aspectos identitarios más fuertes de la banda, materializado en canciones potentes de post punk porteño sobre separaciones, pérdidas y síntomas sociopolíticos.
No soy de los que piensan que los varones tenemos que estar en las manifestaciones de las mujeres. El movimiento es fortísimo y no nos necesita. Lo que necesita es cuestionar los privilegios que tenemos nosotros como varones.
¿Cómo vive hoy esa intensidad en Acorazado Potemkin?
El volumen es algo que no se negocia. Pero no desde un lugar "vengo acá a hacer ruido", como quien levanta la voz para tener razón. Tiene que ver con las dinámicas, con permitir que las cosas crezcan y se vayan de madre. Tiene que ver con que no tenemos miedo. Así como digo que ya estamos grandes y podemos recibir elogios sin incomodarnos, puedo decir que no tenemos miedo de que las cosas se nos vayan de las manos. Como cuando uno deja que un amor crezca y se le va de las manos. Bueno, lo mejor que podría pasar es eso. No la inmolación de que todo explote, sí que uno pierda el control en el mejor de los sentidos, de que lo sorprendan a uno con otra cosa, que las cosas no vayan como uno había planeado. Es inevitable presentir cosas con la edad y la experiencia de trabajo que tenemos. Pero, en ese sentido, no tenerle miedo a que las emociones te devuelvan algo nuevo que te obliguen a repensar quien sos, que cuestionen el status quo todo el tiempo. Si esa fuera la parte de la intensidad, sería buenísimo.
En Mugre y Remolino sentaron una propuesta y crearon una identidad. ¿Cuál era el desafío en Labios del río?
Al estar mucho tiempo juntos, no es que decimos hagamos tal experiencia y tal exploración hacia tal lado o tal otro. No lo sentimos así. Pero sí muchas de las cosas que estamos reflexionando ahora después de muchas notas, y de un trabajo muy intenso e introspectivo hicieron que esté entendiendo algunas cosas que nos pasaron.
¿Por ejemplo?
Por ejemplo, que cuando uno se pone a buscar cosas no tiene que tener miedo de que lo que encuentre le cambie la búsqueda original. Algo de eso me parece que es una libertad que compartimos los tres. De repente, el disco necesita más sonidos de tal cosa, necesita más días de estudio, y eso te obliga a rearmar las cosas, rearmar la producción, repensar arreglos. Y eso lo vivimos con mucho entusiasmo, porque es como si uno partiera de que se trabaje sobre canciones que tienen un potencial para crecer y no que están cerradas. Eso nos parece muy importante y por suerte lo compartimos mucho con Manza (Mariano Esaín, productor del disco). Él tiene una visión, ha grabado como 150 discos, y cada banda suena mucho mejor de lo que era y suena a esa banda, no a Mariano Esaín. Logra sintetizar y entender muy rápido, y encuentra el sonido para cada tema y el sonido global. En ese sentido, la gente que trabaja con nosotros nos va devolviendo esa sensación de que cada vez nos metemos más en lo que somos nosotros mismos, y eso genera la apertura hacia otros sonidos. Capaz estamos logrando algo, que es que esa identidad en realidad sea parte de un lenguaje común de trabajo entre los tres. Eso es lo mejor que podría pasarnos, porque va a garantizarnos hacer un disco más sin repetirnos; simplemente encontrando la forma de hilvanar ese vocabulario se va a armar algo nuevo.
El disco tiene algunas letras que no son tuyas ni de Ghazarossian. Una de ellas es “Mundo Lego”, hecha a partir de unos poemas de Josefina Saffioti en un libro sobre la violencia de género. ¿Fue una forma de sentar su posición sobre este tema que está muy en boga?
No, no es una toma de posición, es simplemente que estamos inmersos en eso, porque estamos todo el tiempo en contacto con gente que está en eso. Somos parte de ese remolino. Al libro yo lo leo distinto. Tiene dos cosas: hay una parte que habla de mudanza y hay otra que habla de la judicialización de una relación con violencia de género. Tiene esas dos cosas en paralelo. Yo tomé las partes de la mudanza. En general, somos muy pudorosos, casi como una sensación mía personal. No soy de los que piensan que los varones tenemos que estar en las manifestaciones de las mujeres. El movimiento es fortísimo y no nos necesita. Lo que necesita es cuestionar los privilegios que tenemos nosotros como varones. Eso lo que nosotros podemos aportar humildemente, es lo máximo que podemos aportar. Ahora, la lucha, las denuncias, la militancia, las peleas que hacen las mujeres, eso lo están haciendo ellas muy bien y no nos corresponde a nosotros ni validarlo ni apoyar ni nada. No es nuestra lucha.
Entonces el rol del varón en esta lucha es más introspectivo: agachar la cabeza y pensar qué es lo que hacemos mal en toda esta historia.
Si. Y el que hizo las cosas mal, que dé las explicaciones que tenga que dar. Pero, en nuestro caso, me da mucho pudor sentir que nos subimos y nos colgamos de las tetas de ciertas luchas y ciertas reivindicaciones. En todo me pasa, no solo en esto que me preguntás. Si hay algo que decimos siempre, es que los artistas tenemos que apoyar y amplificar la lucha de los militantes, que son los que ponen el cuerpo todos los días, van a las marchas, hacen los piquetes, hacen los cortes, toman la fábrica y buscan a las mujeres de las redes de trata. Acompañamos todas esas luchas desde un lugar en el que sabemos que muchas veces esa lucha y esa militancia necesitan del artista para compartir y darle un sentido a ciertas emociones que son parte. Si no, estaríamos hablando de causas y de leyes. La convicción con la que el militante lucha tiene mucho de una carga emotiva que el artista puede acompañar, comunicar y potenciar. Eso hace mas fuerte el vínculo entre la gente que puede apoyar esa causa.

Con sus propias canciones también pueden ser parte de esa lucha.
Claro, lo que pasa es que a veces hablamos de ciertas cosas y a veces no. Fuimos invitados a tocar para apoyar la presentación de la ley del aborto y había algo en el grupo que aparecía, pero no hablamos de eso directamente en nuestros temas. Sí hablamos de otras cosas. Hemos hablado deliberadamente de la militancia de los hermanos de Mariano Ferreyra, fuimos a tocar por los despedidos del Centro Cultural Kirchner y en apoyo a los despedidos del Grupo 23, cuando a nosotros mismos nos estaban quitando nuestra fuente de trabajo. Hay momentos en que sos parte del remolino, como te decía en relación a Josefina, porque estás con gente muy cercana que es parte de esa lucha. Sentimos que es parte de nuestra voz. Somos parte de una misma reflexión o una cabeza que piensa las cosas. A veces se apoya una lucha desde un lugar de amplificar o acompañar, y a veces estás dentro de esa lucha.
Dentro de sus canciones hay descripción de ciertas situaciones que se viven. “El pan del facho” denuncia una situación política y social.
Si, lo político y social desde lo íntimo, desde las decisiones de uno cada día. Ese es el pan del facho. Todos comemos pan, todos lo amasamos, sabemos que esa construcción cotidiana es una decisión permanente. Por ejemplo, “Santo Tomé” está atravesada por los abusos de las fuerzas de seguridad, que en algunas ciudades y pueblos del interior, sobre todo en la frontera, es moneda corriente. Entonces ya no sé si es de denuncia o de describir cómo se vive en algunos lugares. Eso termina arrojando luz sobre algo que no está visibilizado.
Una particularidad de “Mundo Lego” y de “Semilla de piedra”, de Lila Downs, es que no cambiás el género en la letra.
Lo raro es que sea raro, que te llame la atención, porque en realidad es bastante natural, como quien cuenta algo que le pasó a una amiga. Sobre todo con Josefina, a quien conozco mucho. Y porque escribió lo que escribió, no hay forma de contarlo si no es desde su mirada de mujer. No hay forma de contarlo mejor que ella.
El disco tiene además otro cover, “Dos de nosotros”, una versión de “Two of Us” de los Beatles. ¿Cómo nació y como fue la traducción de la letra?
Estábamos jugando en los ensayos con el estribillo, le íbamos encontrando una vueltita mas. Son esas cosas que te pones a tocar de a poquito, no te das cuenta y de repente estás tocando como grupo, y después haciéndole arreglos. En ese punto dijimos que si lo íbamos a tocar, lo iba a traducir porque no me gusta cantar en inglés, salvo algunas palabras. Es una letra preciosa y hay varias interpretaciones. Algunos dicen que es sobre dos amigos. Paul McCartney dijo en un reportaje que era sobre los primeros días de noviazgo con Linda. Yo me quede con esa imagen de los dos amigos.
Hay una detalle de la traducción y es que cambiás la palabra “memories” (recuerdos) por “huellas”. ¿Qué significa?
Es un juego que está en las huellas y el camino. Me cerró una cosa con otra. Me pareció que lo que yo traduje es una de las formas de decir lo que creo que él quería decir: que todo lo que han vivido juntos no tiene ni comparación con la idea de futuro, que ya está pago. Como que no hace falta pensar en el futuro porque vamos a poder vivir de la fuente del pasado.
Podría decirse que Acorazado Potemkin es una banda nueva, pero tiene la particularidad de que sus miembros no son nuevos en la escena. ¿Que tiene de distinto ser nuevo ahora que cuando eras parte de Pequeña Orquesta Reincidentes?
En lo que hace a la vivencia personal, no encuentro mucha diferencia porque trabajo o busco trabajar de una manera muy similar, y me parece que los chicos también. Los Reincidentes componíamos todo, cantábamos un montón, arreglabamos, teníamos la misma curiosidad que hay ahora de meternos con géneros musicales. En ese sentido, hay una búsqueda parecida, aunque estéticamente el resultado sea totalmente distinto. Lo que sí es distinto, y que no es menor, es el tiempo vivido, la experiencia de cada uno. Uno edita mucho antes de presentar una canción. Uno puede sentir, como cuando era pibe, que tiene los mismos nervios de mostrarle a un amigo el tema nuevo, necesita que el amigo se lo apruebe primero, se lo valide, se lo habilite, que sea un tema para trabajar entre todos. Pero es inevitable a esta edad hacer un filtro constante, hay cosas que ya ni le presentás a tus amigos, cosas que ya las hiciste. Otro párrafo aparte podría ser cómo funcionan las redes sociales y la relación de los proyectos independientes en relación a lo que fue en otra época y ahora.
¿Creés que ahora es mejor?
¡Más vale! Si ahora están todos diciendo que los discos del año son los de El Mató y Los Espíritus, dos discos independientes. Por supuesto que comparto esa opinión. Imaginate el cariño y el respeto que tenía la Pequeña Orquesta en su momento con todo este carrusel de redes que hay ahora. ¡Un reguero de pólvora hubiera sido! Hubo momentos de transición y de algunas lecturas que se hicieron que en Potemkin salieron muy bien. Pudimos hacer un volantazo rápido, sacarnos de encima algunas lógicas del viejo mundo de las discográficas, y disfrutar a pleno de compartir la música, regalarla en internet y, a la vez, editarla con la convicción de pedirle al sello que haga una buena edición y agotarla. Me parece que se resolvieron mucho mejor esas cosas. La música, los afiches y flyers con una estética propia es algo que la banda puede hacer y compartir. Lo mismo con los videos. Es un momento muy especial para esa cosa más punk de "hacelo vos mismo", con la convicción de que esa es la forma de acercarse a la gente, y no es obstáculo para construir obra y desarrollar una propuesta estética.