18/03/2023

Rosalía y Drake en Lollapalooza 2023: reí ahora, llorá después

Es mala amante la fama.

Lollapalooza

A menos de siete meses de la presentación de Motomami en el Movistar Arena, Rosalía tuvo en Lollapalooza la tarea de reformular un show pensado para espacios cerrados y trasladarlo a la inmensidad del Hipódromo de San Isidro. La tarea no fue sencilla: todo lo que pudo migrar y ampliarse en el terreno visual perdió algo de fuerza en lo sonoro, con una propuesta que poco podía hacer frente a la prepotencia sonora del Perry’s Stage. A medida que el show comenzó a rodar, todo parecía una invitación a jugar a las diferencias: del comienzo post apocalíptico de “Saoko” al pop lúdico de “Bizcochito”, pasando por el regionalismo crítico del medley entre “De aquí no sales” y “Bulerías”. 

Acompañada solo por su troupe de bailarines y un steadycam como testigo omnipresente, Rosalía le puso sangre flamenca al Caribe con “La noche de anoche” y “Linda”, un juego armónico que terminó por inclinar la balanza en “Despechá”. Al mismo tiempo, lo que pasaba en el escenario era replicado (o retratado) en las pantallas con dinámica de Tik Tok, donde sus propias canciones funcionan como virales. Pero como para demostrar que lo suyo no es un espectáculo librado al azar ni uno en donde las cosas se pueden hacer con lo que hay, Rosalía se negó a interpretar “Hentai” en el piano por una falla de un pedal que reclamó fuera arreglado sin disimular su enojo. Mientras un técnico hacía lo suyo con la presión del mundo sobre sus hombros, la cantante aceptó el pedido del público e interpretó el tema a capella. 

A medida que pasaron temas como “Con altura”, Malamente”, “La combi Versace” y “Chicken Teriyaki”, quedó expuesta esa búsqueda con la que Rosalía busca encontrar el balance entre lo experimental y lo popular, entre la vanguardia y lo masivo. Muchas veces, todo eso pasa al mismo tiempo.

Perdido en la enormidad del escenario, Drake debutó en suelo porteño, y lo hizo con más tumbos que paso firme. Primero, minutos antes de salir al escenario, decidió retirar los derechos de transmisión del show; en misma sintonía, demoró unos quince minutos su salida a escena en un festival en el que la grilla parece fluir con precisión de relojería suiza. Dueño de una grandilocuencia que no busca camuflarse como falsa modestia, el rapero canadiense es el único protagonista de su espectáculo, principalmente a partir del convencimiento de que pocos deben contar con lo necesario para que él comparta su escenario.

 

“Finalmente estoy en casa”, dijo antes de entrarle a “Work” y “Nonstop”Sin más recursos que una pantalla gigante y la presencia esporádica de llamaradas, Drake buscó seducir al público argentino expresándole su amor en reiteradas ocasiones, al punto de dar el pie para que en Lollapalooza se entone “Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar” después de que las visuales proyectasen imágenes de la Copa del Mundo. Más adelante, “Legend” y “Know yourself” parecían augurar una concatenación de hits que sostuviese su set como el código festivalero suele mandar. Y ahí donde todo parecía servido fue donde reinó lo inesperado: poco antes de cumplirse la primera hora de show, Drake se retiró del escenario sin más palabras que una promesa de “Volveré pronto”. El gesto invitó al desconcierto de un público que no solo se quedó sin treinta minutos de show, sino que además debió esperar en silencio hasta la llegada del cierre de la primera noche de Lollapalooza, cuando Armin Van Bureen repartió grageas de trance sin que le dibujara la sonrisa. Diferencias.