
Al igual que No Te Va Gustar la noche anterior, a Las Pelotas le tocó simbolizar el cierre del Rock en Baradero antes del cierre de la segunda jornada. Como lo viene haciendo desde su refundación cuando Germán Daffunchio dio un paso al frente, la banda se encargó de crear una coherencia narrativa entre su pasado y su presente, capaz de hacer que el pulso mínimamente bailable y opresivo de “Combate” dialogue con el optimismo armónico de “¿Qué podés dar?” y los burbujeos de sintetizadores de “Dando vueltas”, que parecen reventar en el aire como burbujas de detergente. “Bueno, ahora el tema para deprimirse”, bromeó Daffunchio para anticipar el cambio de clima con “Víctimas del cielo”, la puerta de entrada a un bloque más reflexivo que continuó con “Siempre estará”, “Cómo se curan las heridas” y el pop soleado de “Personalmente”. Hubo también lugar para la polka narcótica de “Para con la pa pa, pa pa, pa ra con la pa pa”, la humorada de “Escondido” y la celebración del legado con “Capitán América” y “La Clave”.
Ya pasada la medianoche, Estelares trató de sintonizar con la franja horaria que le tocó en suerte. En vez de apostar por el alto impacto de entrada, la banda platense planteó un show de intensidad creciente, que tuvo en “Rïos de lava” y “Melancolía” su puerta de entrada, con “Solo por hoy (chica oriental)” y “Ella dijo” a cargo de la cuota sentimental del repertorio. A partir de “América” llegaron las canciones sobre etapas iniciáticas y desamores, con “Alas rotas” y “Rimbaud” como parte de esa misma trilogía. Y recién ahí, la puerta abierta para los éxitos de alta rotación: “Aire”, “Es el amor”, “Un día perfecto” y “El corazón sobre todo”, todas unidas por la pluma de Manuel Moretti en un mismo derrotero emocional de desarmarse para volverse a ensamblar.
Como para confirmar la máxima de que en todo pueblo hay una delegación metalera fiel, Rata Blanca salió a escena a cerrar Rock en Baradero sin reparar en el horario. Poco importaba que el reloj marcase la 1 y media de la mañana apenas comenzó a sonar “Michell, odia la oscuridad” a puro power metal con la ostentación de una pared de Marshalls y la guitarra de Walter Giardino y Fernando Scarcella repicando entre tresillos. Los agudos de Adrián Barilari fueron el mascarón de proa de “Solo para amarte” y “Agord, la Bruja” (hasta los himnos antidroga tienen épica medieval en Rata Blanca), antes de que “Volviendo a casa” fuese el primer coreo masivo de la madrugada, la prueba de que la onda expansiva es mayor cuando se dejan de lado las ortodoxias. Quizás por eso mismo, Rata Blanca recordó también que es una muy potente banda de hard rock (“La otra cara de la moneda”, “71-06 (Endorfina)”, “Rock and roll hotel”), con más muestras de virtuosismo, velocidad y mística ancestral en “Talismán” ,”El círculo de fuego” y “El amo del camino”, intercaladas con “Guerrero del arco iris”, “Mujer amante” (la power ballad argentina por excelencia) y “La leyenda del Hada y el Mago”, el universo de Rata Blanca condensado en una canción.
Lo que debía ser un epílogo terminó siendo el comienzo de una nueva vida. Tras su paso por el Quilmes Rock 2022 en lo que se suponía como una despedida, Catupecu Machu volvió a cobrar vida en una nueva encarnación, ahora con dos baterías (a cargo de Abril Sosa y Julián Gondels) como mascarón de proa, la mayoría de las veces replicando entre sí cada golpe y movimiento. De ahí que “Y lo que quiero es que pises sin el suelo” y “Perfectos cromosomas” hayan sonado como guiadas por el pulso marcial que llegaba desde el fondo del escenario, el mismo que dotó a los covers de “Héroes anónimos “ y “Plan B: anhelo de satisfacción” de su lenguaje propio. Aunque “En los sueños" haya intentado apostar por una intensidad menor, todo en Catupecu Machu tiene que seguir siendo estridente y potente, ya sean el duelo de baterías que antecedió a “Eso vive”, o la extensa versión de “Dale!” con Eruca Sativa y Nicolás Sorín tras los parches.
En su regreso a Rock en Baradero después de su paso por el festival en 2016, La Vela Puerca demostró que sigue en pie después de tanto tiempo gracias a ese espíritu de club de barrio y club de amigos, el triunfo del héroe colectivo de El Acorazado Potemkin hecho canción. Cada rol es complementario, incluso el del lead compartido entre Sebastián Teysera y su homónimo Cebreiro, una química que ayudó a encender la llama en el pase de “Contra el viento” al punk apretado de “La calle adicción”, “Jugando con fuego” y “Buenas mascotas”, y también a bajar los decibeles en el intimismo de tribuna de “Para no verme más”. El elogio a la simpleza de su persona escénica tiene correlato en canciones como “Llenos de magia” o “El profeta”, éxitos que no se propusieron serlo.
Como una actualización de la máxima de Luis XIV, Juanse parece haber asumido para sus adentros “Los Ratones soy yo”. Con Pablo Memi como ladero preciso desde su bajo Hofner, el autor de “Vicio” entregó un set centrado exclusivamente en el repertorio de la última gran banda de rock and roll del siglo XX. “Ceremonias en en hall”, “Rock del pedazo” y “Ya morí” parecieron hechas a medida del mar de banderas que flameaban cerca de la valla, hasta que “La nave” propuso sumar groove a la ecuación con una versión extendida hasta encontrar la solución a un problema técnico. Después de “Destruida roll”, “Rock del Gato” (dedicada a Charly García y con imitación incluida), “Cowboy”, Sigue girando” y su versión de “Ruta 66” legitimaron a la vez legado y presente.
Al igual que Muerdo en la primera jornada, el sábado Nonpalidece fue la banda encargada de aportar la cuota reggae de la fecha. Pero, a diferencia de lo del español, lo del grupo de Tigre tuvo una mirada mucho más purista sobre el género desde los primeros compases de "Tu presencia", encargada de abrir el show junto a "Chalice". En manos de Néstor Ramjalk y compañía, la música jamaiquina puede ser mística ("Reggae en el universo"), combativa ("Revolución") o romántica ("Love Song") sin por eso poner un compás fuera de lugar. Antes de partir, Nonpalidece le incrustó a "La flor" una versión de "Muchachos" que, a casi cuatro meses del final del Mundial, demostró que esa manija no se irá nunca más.
Si alguna vez alguien tuvo la duda de cómo sonaría Man Ray de ser una banda de funk metal, Eruca Sativa planteó una posible solución a esa duda en el comienzo de su set en Rock en Baradero. El trío cordobés dio comienzo a su show con una versión de “Sola en los bares” totalmente ajena a los purismos, con el slap del bajo de Brenda Martin chasqueando entre los armónicos de la guitarra de Lula Bertoldi. El yeite se repitió más adelante en su lectura de “Bolero falaz”, el clásico de Aterciopelados, convertido ahora en una descarga eléctrica, la contracara de los ribetes folclóricos de “Para que sigamos siendo”, alimentada a base a de épica. El choque entre la polirritmia y la distorsión parecieron ser el denominador común del resto de su show, desde el ritmo anabólico de “Por quienes vendrán” o el ritmo robótico de “Fuera o más allá”, que Matt Bellamy se moriría de ganas por tener en el repertorio de Muse.
Con campera de Voodoo Lounge al cuerpo y una bandera argentina al cuello, Toti Iglesias se plantó como un hombre en una misión para el show de Jóvenes Pordioseros en Rock en Baradero. “Pánico”, dedicada a su madre que seguía la transmisión desde su casa, y “100% Pordiosero” aportaron barrio, arrogancia rockera e inmolación politóxica, una línea que continuó con “Lobo” hasta que “Nunca me enseñaste” encauzó el show en una veta más cancionera. Luego de cantarle “Todavía no puedo olvidar” a su campera, Iglesias abrió el juego a dos referencias musicales posibles para el público ATP de Rock en Baradero: primero, “Espadas y serpientes” fue la prueba de lo cerca que la cultura stone le pasa al punk de barrio; después, “Intoxicado” funcionó como una renovación de votos con el legado de Pity Álvarez más allá de su presente judicial, para una última validación de barrio bajo con “Descontrolado” y “Cuando me muera”.
Con el sol todavía en lo alto de las inmediaciones del anfiteatro, Cielo Razzo hizo equilibrio entre el rock de cepa más citadina y una experimentación rítmica que busca irse más allá. De ahí que “Luminoso” tenga una impronta stone leída a través de cierto pulso grunge, y “Estrella” tuviera a su armazón percusivo a lomo sobre un wah wah enérgico. La propuesta se mantuvo similar en “Alma en tregua” hasta que “Luna” sumó también un componente rioplatense de la escuela a dos orillas que tiene a Los Piojos como su línea fundadora.
Sin solución de continuidad, Pier se plantó en Rock en Baradero como la otra cara posible del abordaje rockero: el que se aferra a una lectura y la sostiene y defiende a uñas y dientes como marca de nacimiento. El grupo de los hermanos Cerezo no reinventó la rueda, pero tampoco tuvo jamás la intención siquiera de intentar hacerlo. "Herido y coleando", "Mundo en llamas" y "Jaque mate" fueron todas caras de una misma moneda que recién encontraron un aire de cambio en "No me dejes caer" gracias a su piano honky tonk. La presencia de Juanse como invitado en "Todo el tiempo", sumada a la incorporación de Roy Quiroga como baterista, parecía la invitación a un homenaje a los Ratones que no fue. Lo que sí hubo en cambio fue una despedida con "Sacrificio y rock and roll", la reivindicación de que ahí donde cualquiera metería un rebaje, Pier exhibe su identidad sin pudor.