
Aunque el último show de Rock en Baradero comenzó ya bien entrada la madrugada, su cierre formal pareció haber ocurrido algunas horas antes. Sobre el escenario este, No Te Va Gustar puso sobre sus hombros el set más largo de la jornada, y también el más intenso. Sin la necesidad de aferrarse a la presentación de algún disco reciente (el último, Luz, ya tiene dos años), la banda uruguaya hizo un repaso exhaustivo por su obra, y también por sus diferentes caras, del cruce entre guitarras y vientos de “Más mejor” al pulso punk de “La rama”. “Al vacío”, “A las nueve” y “Tan lejos” aportaron la cuota de hits para la primera parte del show, hasta que Emiliano Brancciari tomó una acústica y sometió la elección del tema siguiente a la votación popular: si “Memorias del olvido” o “Clara” (ganó la primera, terminaron tocando las dos). Después de que “El camino” sumase pulso bailable, “Prendido fuego”, “Cero a la izquierda” y “Fuera de control” terminaron por certificar a quién le correspondía la cucarda de banda de cierre de la primera noche.
Solos y de noche, El Mató a un Policía Motorizado pisó el tablado Este ya bien entrada la madrugada. Sin recurrir a los dos singles del futuro disco que presentarán en el Luna Park en septiembre, para su desembarco en Rock en Baradero, Santiago Motorizado y compañía privilegiaron los puntos altos de su pasado más reciente, con la marcha fúnebre de “El magnetismo” como punto de partida para un show que se concentró en las canciones de La Dinastía Skorpio (“Chica de oro”, “Yoni B”, “Más o menos bien”) y La Síntesis O’Konor (“La noche eterna”, “Las luces”, “El tesoro”, “Excalibur”, “El mundo extraño”, “Ahora imagino cosas”). Sin que el pasado más remoto tuviese presencia durante su set, el cierre obligado llegó de la mano de “Mi próximo movimiento”, más como la prolongación de un ritual instaurado ya en su vivo que por revisionismo.
A lo largo de dos décadas y media, Coti cosechó suficientes éxitos (por derecho propio o al servicio de terceros) como para hacer de su set en Rock en Baradero una playlist celebratoria. En vez de ir por el camino fácil, el autor de “Color esperanza” en el comienzo relegó complacencia por guiño rockero al comenzar con “Otra vez”, que en su versión de estudio tiene las participaciones de Manu Quieto y Guasones como valor agregado. Después de “50 horas”, una versión folk amable de “Andar conmigo” (compuesta para y junto a Julieta Venegas) y una reinvención reggae pop de “¿Donde están corazón?”, de Enrique Iglesias, funcionaron no sólo como recordatorio de a quien corresponde la coautoría de esas canciones, sino también del talento con el que cuenta esa persona para llevarlas esos mismos temas a otro terreno. Una vez validadas esas credenciales, “Porcelana china”, “Antes que ver el sol” y “Nada de esto fue un error”, un cierre con los hits que todos habían ido a buscar y nadie pensaba escatimarles.
Las cosas crecieron rápido para Conociendo Rusia. De joven promesa a nombre que juega en las ligas del Movistar Arena en menos de cinco años, Mateo Sujatovich parece sentirse a gusto en el lugar en el que le toca estar, con temas como “30 años” y “La puerta” convertidos ya no solo en hits para consumo interno de su fandom, sino como parte ya del Gran Cancionero del rock argentino. De blanca estampa y Stratocaster dorada, Sujatovich despuntó desde temprano en su set su parada de guitar hero, hasta que “Tu encanto” privilegió la melodía por sobre la intensidad y “Puede ser” abrió las puertas a un costado folk con armónica incluida, más cerca de Intoxicados que de Ryan Adams. Sin ocultar las referencias, “No aguanto más” evocó cierta atmósfera madrileña allá Los Rodríguez, antes de probarse como baladista en “Cosas para decirte” y “Cabildo y Juramento”, la antesala a una última estocada con “Loco en el desierto” y “Quiero que me llames”, FM Mega certified.
En vivo, los integrantes de El Plan de la Mariposa viven una comunión única. Los cinco hermanos Andersen (más sus dos amigos, Andrés Nor y Julián Ropero) convierten a su presentación en un acto compartido, una banda en un trance amigable, como anfitriones de una ceremonia chamánica buena onda. “El riesgo” e “Incandescente” se encargaron de aportar a su vez en cantidades de tamaño diverso una serie de guiños que van del pop a la psicodelia con escala en ritmos de raíz. De ahí que “Tesoro escondido” suene telúrica y efervescente a la vez, “Oro de abeja” le aplique una pincelada de lisergia a un reggae dulzón y una fanfarria de vientos ayudase a darle forma al clima soulero de “Romance con el desapego”. Con solo ocho temas a los que poder acudir, El Plan de la Mariposa dejó para el cierre “Un mal delito entre confiar o morir”, una versión condensada de todas sus facetas posibles, un Elige tu propia aventura de sus identidades musicales.
De alguna manera parece haber un link entre el histrionismo escénico de Julián Kartún y el de las canciones de El Kuelgue. Más vocalista que performer, el también actor se plantó al frente de un combo que cambia de ropas como si dejara la decisión en manos de una perinola. Hay algo de reggae lovers en “Circunvalación” como también de soul en clave James Bond en “Cariño reptil” y música disco en “Por ahora”. Con el ritmo como denominador común, “En avenidas” tuvo un giro de sensibilidad más pop, mientras que “Góndola” sonó como una versión ATP de IKV, un recurso que se enfatizó en “Chiste”, una balada trapera con autotune. Ya con el aval del público, “Show Me Your Monkey” y “Marquitos” pusieron cierre a un show con ambas canciones haciendo equilibrio entre la parodia y la seriedad.
En el vivo de Kapanga la música ajena aparece constantemente como pequeñas pestañas de referencia, o aunque sea como chistes internos. “Get Up (I Feel Like Being a) Sex Machine”, de James Brown; “Money”, de Pink Floyd o incluso “The Magnificent Seven”, de The Clash aparecen en su set como pinceladas antes de clásicos propios como “Rock” y “En el camino” para después allanarle el camino a un cruce entre “Tamo Chelo” y “Una vela”, con Tobías, hijo del Mono Fabio y guitarrista de Los Tabaleros. En el universo Kapanga no hay fiesta si no es colectiva, y por eso antes de “S.O.K. / La taberna” Fabio se encargó de generar un pogo solo para mujeres que luego fue para todos y todas en “Indultados”. Con solo dos cartuchos para su cierre en otro paso por el Rock en Baradero, Kapanga no escatimó nivel de impacto en una última seguidilla con “El universal” y “El mono relojero” como invitaciones al coro colectivo.
Con un amplio poder de convocatoria, Cruzando el Charco tuvo a cargo la primera manifestación masiva de adhesión en Rock en Baradero. A mitad de camino entre el espíritu de barrio con la ambición melódica, la banda de La Plata mostró sus cartas en “A mil” y “La última carta”, con algunos paseos por el pulso reggae y también en la latencia cumbiera en “Cartagena”. Poco después, Emmanuel Horvilleur sumó la cuota hitera gracias al swing glaseado de “Llamame” y “Amor loco”, y también en la reformulación de “Tu hermana” en una potencial balada de piano con discurso readaptado a los tiempos que corren (“Si tu hermana dice no, no es no”). “Ahora, un poco de funky”, prometió Horvilleur antes de “Negramonamour”,y no defraudó cuando lo que le siguió fueron sendas versiones de “Abarajame” y “Jugo”, antes de la partida victoriosa con “Radios” y su estribillo autodefinido.
Reincidentes respecto a la última edición de Rock en Baradero, Los Tabaleros se ganaron la primera adhesión masiva de la jornada, la prueba de que se puede evocar una actitud de innegable cepa rockera con guitarras criollas y bombo legüero. “Gatito Curioso” fue más que una carta de presentación, una manera de plantar bandera con forma y contenido que replicó en los aires de carnavalito de “Once” y la firmeza de “Escalera”. Con la intención manifiesta de llevar las cosas aún más allá, el grupo liderado por José Martínez realizó una lectura muy propia de “Porque yo te amo”, de Sandro, convertida en un clásico con aroma propio, para luego buscar nuevos colores en “Cacique” y la dulzona “Demonio paraguayo”. Después de invitar a El Mono de Kapanga para “El amor no existe”, Los Tabaleros cerraron un set con saldo más que positivo con “A las tres”, la prueba de que no hace falta un Marshall con volumen once para invocar intensidad.
¿Cuán fácil es armar un tema en un festival con un tema titulado “Policarbonatos de Plutonio”. Para La Chancha Muda, bastante fácil: la banda de Parque Chacabuco congregó la primera camada de banderas en el escenario Oeste, con el ska opaco de “Asfixia” y las ambiciones melódicas de “La colmena". A partir de allí, el set de La Chancha Muda cobró intensidad identitaria: “Cuidadito”, “Bicho raro” e “Incinerador” aportaron la cuota combativa de rock alterlatino de Rock en Baradero, ahí donde el ritmo, la denuncia y el virtuosismo se dan la mano. Como remate, “Mar de fueguitos”, con Eduardo Galeano como referencia política, pero también estética.
Disforia de geografías: Muerdo proviene de España, pero su música abreva en la cadencia jamaiquina de manera constante. Desde el comienzo, con los guiños souleros de “Claridad” como valor agregado, el cantante nacido en Murcia hundió su ancla en las aguas del reggae, convertido en roots en “Invisible”, y más cercano al dancehall en “No me quieras mal. “Lejos de la ciudad” se plantó como un guiño localista, una pseudo chacarera que convivió con las intenciones rumberas de “Llegué hasta ti” y la cadencia latina de “Semillas”; hasta que “Por tu corriente” y “A volar regresaran sobre terreno seguro.