
Después de un año de ausencia, el Personal Fest volvió a tener su edición porteña en formato clásico. Si 2014 fue la celebración de los primeros 10 años de festival y 2015 el de la experimentación multimedia con shows simultáneos en ciudades diferentes, la versión 2016 será recordada por el dominio y predominio de músicos rioplatenses en lo más alto de la grilla. Anoche, Andrés Calamaro fue el encargado de cerrar la jornada a puro hit y homenaje a Los Abuelos de la Nada, y hoy No Te Va Gustar hará lo propio en el marco de su interminable gira presentación de El tiempo otra vez avanza.
Pero antes de que El Salmón pelara las guitarras espesas de "Alta suciedad" y Richard Ashcroft echara mano a lo mejor de su repertorio -en solitario y con The Verve-, por los escenarios del festival las propuestas se diversificaron entre el baile, la canción y algún que otro zarpazo rockero. A continuación, un repaso por los shows tempraneros de una grilla tan ecléctica que terminó por no definir un público específico, lo que generó que el clima de festival masivo sólo pudiera sentirse sobre el final.
En cualquier otro momento de su carrera, un show de Richard Coleman a las 16.30 hubiera sido una invitación al desconcierto. Pero desde hace un par de años, el ex Los 7 Delfines atraviesa un presente luminoso y encendido, que tiene un repertorio y una banda de apoyo que pueden poner todas a favor, incluso en una franja horaria por el estilo. De sombrero y saco plateado, Coleman timoneó la media hora de su set con un puñado de luminarias de su carrera en solitario (“Fuego”, “Turbio elixir”, “Corre la voz”, “Como la música lenta”, “Hamacándote”) con una contundencia rockera notable, sostenida por el bajo de Dani Castro y los ribetes de Gonzalo Córdoba en guitarra. Para el final, guardó un homenaje por partida doble para su eterno socio Gustavo Cerati . Primero, una versión pantanosa y valvular de “Uno entre 1000”, el tema que escribieron a dúo para Ahí vamos; sobre el cierre, un viaje a los días de Fricción con “Enjaulados”, en una relectura libre de ochentismos, con Coleman y Córdoba en diálogo constante con sus instrumentos.
Casi a horario, en el escenario Huawei, Breakbot llevó a cabo una especie de “Fiebre de sábado por la tarde”, pero sin las bolas de colores y la nocturnidad de lugares míticos como Studio54; más bien, fue una discoteca al rayo del sol. De traje beige, el DJ y productor francés Thibaut Berland salió a escena y de inmediato se colocó detrás de las consolas, mientras el dueto de Irfane Khan y Yasmin no sólo instaban a cada rato a celebrar al Berland sino que también aportaron sus voces para las baladas posmodernas del más reciente álbum de Breakbot, Still Waters. Además de “Too Soon”, “My Toy” -que tiene como única protagonista a Yasmin y la música- o “Let’s Get Lost”, también sonaron canciones del primer disco como “Fantasy” y “Baby I’m Yours”, elegida para el cierre. Ese tema movió al público nuevamente al baile, tras cierta monotonía que en algún boliche hubiera pasado inadvertida pero que ayer, a plena luz del día, se hizo notar por más “buena onda” que le pusieran los músicos. El regreso de Breakbot a la Argentina ciertamente no trapeó la pista.
El cambio de posta entre Breakbot y Meteoros tal vez haya sido el mejor logrado desde la curaduría del festival. Si el DJ francés pone los sonidos digitales al servicio del baile, Ale Sergi es quien mejor ha procesado el sonido electropop en forma de canción en la Argentina durante el tercer milenio. Al comando de Meteoros en el escenario principal del Personal Fest, lo que propuso junto a Didi Gutman, Cachorro López y Rosario Ortega fue el mismo cuidado por la melodía que en Miranda!, pero con más aplomo y menos cosmética glam. Centrados en su único disco hasta el momento, sumaron versiones respetuosas y con un leve tinte pop de "Buscando un símbolo de paz" (Charly García) y "Lunes por la madrugada" (Los Abuelos de la Nada), pero "Decirnos la verdad" ya es el gran caballito de batalla del grupo, y por eso fue la más cantada por el público y por el grupo -la hicieron dos veces-. Entre medio, "Contradicción" fue un ska en cámara lenta que aportó el momento de relajo y "Desconfío" tuvo a Sergi probando que cuando susurra en su registro más bajo puede convertirse en una suerte de crooner millennial. Rosario Ortega, ya asentada como miembro estable en reemplazo de Julieta Venegas, complementa el dueto de voces con un timbre menos estridente que el de la mexicana, dándole un aura más espacial a las canciones.
Romeo Stodart, cantante y guitarrista de The Magic Numbers, es un líder bastante particular en vivo. Entre chistes sorteó dificultades técnicas (“No me dejaron traer mi amplificador en el avión”) y también interpeló a participar de las canciones con la misma gracia; por otro lado, están sus letras y las melodías, que hablan de una sensibilidad que para algunos puede resultar demasiado empalagosa. Pero no está sólo en el escenario, junto a él están su hermana Michele en bajo, y la otra dupla de hermanos, Angela y Sean Gannon, que logran un show con climas que subían y bajaban entre canción y canción. Luego de cinco visitas al país, aún despiertan el clamor por parte del público con canciones como “Forever Lost”, “Love Me Like You” o “Love’s a Game”. Más allá de la veta más pop, también hicieron canciones de su último disco Alias, que son más oscuras en comparación de sus otras composiciones, pero que le permiten a los hermanos desplegar cierto virtuosismo, tanto a través del poder vocal de Angela en “I Thought I Wasn’t Ready” como de los cuatro juntos en “Shot In The Dark”. Ya tienen listo un nuevo álbum... ¿cuánto faltará para que vuelvan?
Después de las canciones calmas de The Magic Numbers, Jamie Cullum no necesitaba demasiado para levantar al público que se acercó a verlo, y sin embargo no ahorró energías: de entrada se metió a todos en el bolsillo con el agite y duelo de percusiones de "Same Things". Porque, antes que nada, el músico inglés sabe cómo adaptarse a su contexto y entretener en relación a ello. La fórmula ganadora de Cullum proviene de tomar gestos y colores del jazz y la ética estética del pop. Puede haber arreglos de viento, un contrabajo y algún que otro stride desde el piano, pero su performance y sus composiciones están vestidos de pop. Por eso, si en el Royal Albert Hall de Londres su lista de temas se centró en standards de jazz que iban de Louis Armstrong a Billie Holiday, en el Personal Fest predominaron los trucos (efectivos y efectistas) de pararse sobre el piano, arengar a las masas y hasta ensayar un beat box en "Frontin'". Incluso, cuando todo hacía prever que haría de "Mind Trick", una balada apacible desde el Fender Rhodes, todo devino, apenas unos versos más tarde, en una imponente canción full band a escala de estadios. El momento emotivo llegó recién sobre el final, con su versión intimista de "High and Dry" (Radiohead): finalmente Cullum no necesitó pirotecnia escénica para captar la atención debajo del escenario.