29/05/2016

Los Fabulosos Cadillacs en el Luna Park: despiole generacional

El amor de padres e hijos no se puede comparar.

Así como en cada entrega de X-Men parte del atractivo pasa por saber qué tan renovados se van a mostrar a los personajes históricos y qué superpoder van a mostrar los nuevos, este regreso de Los Fabulosos Cadillacs presentaba incógnitas similares. Se sabía, antes de que arrancara el show en el Luna Park, que Vicentico jugaría al frontman esquivo y que Flavio entregaría todo su despliegue de hardcore aniñado. También se sabía que Rotman, un histórico del escuadrón, no iba a estar presente, y que se sumaban dos personajes hasta ahora ajenos al universo Cadillac: Florián (hijo del cantante) y Astor (hijo del bajista).

Asimismo, los 15 minutos de video en blanco y negro con música del flamante La salvación de Solo y Juan que dieron comienzo al show dejaron en claro que, otra vez, esta nueva versión del grupo no iba a ofrecer un refrito autocondescendiente de sus grandes éxitos. Ya con el noneto sobre el escenario, el estreno de "Averno, el fantasma", un low rock a la manera de Morphine pero en formato big band, fue una continuación de lo que se vio en las pantallas y "El genio del dub" un salto en el tiempo para constatar que el falsete afligido de Vicentico fue, es y será la marca de estilo más palpable en cada canción del grupo, sin importar la época.

En el recorrido anguloso por su discografía, la dinámica de alternar clásicos con gemas para entendidos vertebró gran parte del repertorio. Así fue que a "La luz del ritmo", el tema del primer regreso, aquel de 2008, se le apareó la ultracoreada "Demasiada presión" y a ésta, "V Centenario", con una intro polirrítmica que justificó la formación a dos baterías. Incluso cuando tocaron el mismo patrón ("El León"), hubo complemento de dos escuelas bien distintas: Riccardi, con el hi-hat cerrado, es un clásico baterista de new wave de golpes precisos y Astor, mucho más edificante tras los parches que tras las cuatro cuerdas, le contrapuso sus movimientos ampulosos de hard rock.

El juego de opuestos puso a dialogar a "Piazzolla" con "Estoy harto de verte con otros", dos ska de diferente contextura física. Mientras el primero se cargó de podredumbre hardcore con un saxo desbocado sobre el final, el segundo se contrajo al máximo para sonar escuálido y bailable. Sobre el costado derecho del escenario, Flavio y Vicentico quedaban congelados uno frente a otro como si de una estatua de museo de cera se tratara.

Tres temas de La Salvación… hicieron las veces de pivot en el repertorio. Con Vicentico en teclados y Florián en guitarra acústica, "Navidad" y "No eran para vos" trajeron armonías vocales en plan sesentista que acentuaron el temperamento ópera rock con el que los propios músicos decidieron presentar su nuevo trabajo. Más cercano al canon Cadillac, "La tormenta" mostró temple de hit prematuro, aunque hoy el ragamuffin de Flavio suene un tanto anacrónico.

La recta final fue un in crescendo que tuvo en un extremo a la incunable "Destino de paria" y en el otro a "El satánico Dr. Cadillac", la mejor despedida sin indemnización que se le haya escrito a un mánager. En el medio, la fanfarria de "Saco azul" motivó los mejores momentos de Jorge Alderete, el artista plástico que proyectó en tiempo real sus ilustraciones digitales a mano alzada sobre las pantallas de fondo, y en "Siguiendo la luna" Florián dosificó un impecable solo de guitarra de sonido floydeano y fraseo quebradizo.

"Calaveras y diablitos", o cómo Tim Burton interpretaría a María Elena Walsh, abrió los bises, que siguieron con "Vos sabés" (guiño a "Pinball Wizard", de The Who, incluido), "Vasos vacíos" y "Matador". Cuando todo parecía haber llegado a su fin, Flavio se despachó con una versión levemente deforme y cargada de distorsión del Himno Nacional Argentino. Entonces sí, "Yo no me sentaría en tu mesa", esa melodía a la que se le cambió la letra para transformarla en grito de resistencia en cualquier fiesta que amenace con terminar antes de tiempo ("No nos vamos nada, que nos saquen a patadas"), fue el cierre definitivo con familiares, amigos y allegados sobre el escenario.

A lo largo de sus 30 años de carrera, Los Fabulosos Cadillacs han sabido construir canciones que son, al mismo tiempo, una invitación al baile, a la acción y a la nostalgia. Anoche, sobre el final de "Mal Bicho", Vicentico con sus cualidades de tiempista certero resumió en un gesto gran parte de esa idiosincracia Cadillac. La banda cortó en seco, él hizo callar todas las voces y apagar todos los celulares durante unos segundos, y dio la orden para que el público que agotó las localidades explotara en el grito pacifista: "¡Digo no!". Y entonces sí, Los Fabulosos Cadillacs lograron que el silencio se convierta en carnaval.