02/05/2022

Los Brujos, Richard Coleman y Celeste Carballo en Quilmes Rock: caos y creación

La acción al costado de los escenarios principales.

febrero

Palo y a la bolsa. Cortito y al pie. Sencillito. No le des mucha vuelta. No te calenté’. Eso es apenas un resumen de la facha que destilaron Los Brujos en el domo Géiser del Quilmes Rock. Pero la verdad de la milanesa es que el géiser de sangre estaba adentro. La manija a pleno de “Beat hit” aceleraba a velocidades Ferrari. Parecía que nadie había pegado un ojo desde los noventa. Un mortal parpadeó. De repente, hematofagia. Atacaron con “Rock vampiro” y el demente Alejandro Alaci se electrocutó consigo mismo como si le hubieran avisado recién que Bela Lugosi está muerto.  Momento pulp: los acordes se desvanecían unos con otros, se amalgamaban como una historieta hecha con el papel más choto del universo comido por la lluvia. Era “Fin de semana salvaje”, una corrida completamente desenfrenada por el Parque Rivadavia a ocho manos, como la araña mecánica de Alice Cooper, acaparando cómics, VHS, casettes. Cualquier bosta descontinuada del continuum del amor en tiempos de nube. Nadie respiraba. Volaban gordos en las primeras filas. Gabriel Guerrisi tocaba con la guitarra en la nuca, con los dientes, con la mente. Con cualquier cosa menos con los dedos que nunca llegaban a tocar una cuerda sin que un sonido del futuro se le apilara encima. Otro parpadeo y terminó “Mi papi no te quiere”. El público pedía más canciones y con la misma celeridad que la banda, la batería ya estaba siendo desarmada.

A los pocos minutos, Celeste Carballo estaba en un trance místico. “La propia cárcel está aquí”, dijo taladrándose las sienes con ambos índices mientras su banda zapaba detrás del sermón. “Todos tenemos la llave. Hay que salir de todo lo que nos aplasta; la comodidad nos aplasta. Hay que salir de esas putas zonas de confort.” Lo que se armaba con los instrumentos, entre idas y venidas de su prédica de mandalas en remeras de modal y sahumerios de palo santo, era una elástica forma de “Para salir de Devoto”. El mantra, como ella le llamaba, consistía en repetir el inolvidable fraseo de guitarra. Era tan obvio, tan necesario. Carballo tenía que indicar cómo se descompone una canción y se mantiene la atención con una charla de café y energizantes. Pastora de los desviados y, ahora, entregadora de la llave. Cero comodidad, mucha intimidad. La suficiente como para haberse tomado uno de esos instantes con su público. Suficiente como para pedir que la puteen si una canción nueva no les gustaba. Y a medida que volvía la intensidad instrumental, hasta la explosión, se despidió del Quilmes Rock con un punto final a la altura de su leyenda.

Celeste era el cielo y Richard Coleman, como siempre, el infierno. Pero no cualquier infierno, porque por donde pasa su Trans Siberian Express, lo que quedan son llamas congeladas. Bañado por las luces violáceas, Coleman entregaba una balada para corazones estaqueados como es “Hamacándote”. “F-A-C-I-L” levantó los ánimos, pero tampoco tanto, no fuera a ser que se levantase la tapa de un sarcófago. Por suerte, como él la definió, la noche era “fría y oscura”. Ideal para moverse levemente a los costados pinchando y bebiendo de su vena más The Clash.

El hombre de las mil guitarras puso en el Quilmes Rock sus visibles influencias al servicio de las melodías, las texturas, los colores y las letras que lo azotan. Logra así la delicadeza de canciones como “Humanidad” y “Días futuros”, embebidas en destellos de un bajo fretless, las reverberancias de cuerdas afiladas y los ecos de la voz. El periplo del infierno a la tierra para ver las miserias de la humanidad conmovieron al hijo pródigo post-punk, lo hicieron contemplar más allá. Se despidió, pero prometió una última. Los inconfundibles acordes de “Lago en el cielo” hicieron que las nubes se despejaran para que él, su excepcional banda y el recuerdo de un amigo amado pudieran brillar bajo la luna. Una solitaria gota cayó en ese instante, como un agradecimiento eterno y diferido.

(Fotos de Los Brujos: Catriel Remedi - Gentileza)