
Durante 35 años de carrera, Los Auténticos Decadentes funcionaron como una maquinaria festiva sin interrupciones: presentaciones de álbumes se entrelazaron con festivales y giras de verano sin solución de continuidad, hasta que la pandemia tuvo otros planes. Lejos de los escenarios desde marzo de 2020, la banda prefirió no probar alternativas transitorias para poder volver al vivo, hasta que la coyuntura general (recitales más cercanos a cómo solían ser) y la individual (tres décadas y media de su primer show, en septiembre de 1986) fueron indicadores suficientes para comandar un operativo regreso.
El reencuentro de los Auténticos Decadentes con su público pareció regido por eso de “soldado de plomo de tu alegría, somos la fruta prohibida, el desborde criollo que cura las heridas”. Tras 18 meses de ausencia de los escenarios y con una pandemia de por medio, la banda seleccionó canciones en busca de la celebración más que para satisfacer al ala dura en busca de hits personales. Lo que hubo en dos horas de show fue una treintena de temas que recorrió su historia a modo de un grandes éxitos (que los tiene y en cantidad), junto con algunas grageas a modo de guiño cómplice para quienes fueron en busca de algo más.
Y ese mismo espíritu celebratorio fue el que obligó a Gustavo "Cucho" Parisi a parar y dar de nuevo al comienzo de “Cómo me voy a olvidar” para acomodar las emociones, y darle paso a “Pendeviejo”, “Enciendan los parlantes” y “Los piratas”. Acto seguido, el vocalista cedió el protagonismo a Jorge Serrano, y lo que sucedió a continuación fue una seguidilla que comenzó con “Corazón” y “Amor”, y continuó con “Diosa” y “Viviré por siempre”. Y de ahí, un nuevo enroque más para dejar el mando a cargo de Diego De Marco, que destiló una trifecta de hits de su autoría con “La prima lejana”, “Besándote” y “El gran señor”.
El regreso de Cucho a escena dio pie a su versión de “Los viejos vinagres”, la carta de presentación de ADN, su inminente nuevo disco. La lectura del clásico de Sumo sirvió para correrse aun más lejos en la cronología decadente: “La marca de la gorra”, “Ya me da igual”, una escueta versión de “Vení, Raquel” y “El murguero” evocaron en Obras un aire de corso veraniego. La presencia de Serrano de nuevo al frente permitió un descanso de la mano de “Un osito de peluche de Taiwán”, siguió con “No me importa el dinero” (con la pista pregrabada de la voz de Julieta Venegas) y culminó con “El pájaro vio el cielo y se voló”.
Transcurridas más de las dos terceras partes del show, la lista se permitió algunas concesiones pensadas para la complacencia del núcleo duro de sus seguidores. Primero, Eduardo “Animal” Tripodi tomó la posta en “El jorobadito”, un tema que Attaque 77 hizo propio en Otras canciones, y ese detalle hizo lógico que el tema siguiente fuera la versión decadente de “Beatle”. Por último, “Skabio”, un 2 tone enérgico fechado en 1989, que no desentonó con los bríos de “El dinero no es todo” y el punk de altiplano de “Gente que no”. Como corolario, “La guitarra”, una canción que a la distancia se perfila como una profecía autocumplida para sus propios autores 26 años más tarde.
Como parte de un ritual ya conocido, “Loco (tu forma de ser)” abrió los bises con un intimismo que no pudo menos que chocar de frente con la algarabía de “Siga el baile”. Y como corolario final, la autocelebratoria “Y la banda sigue”, un festejo biográfico que resume pergaminos y logros (del festipunk al Luna Park, con escala en una bailanta y un bar mitzvah), y ahora está en condiciones de sumar una cucarda más: la de permitirse montar un festejo merecido en contexto pandémico y después más de año y medio de una ausencia que merecía ser revertida.