11/11/2022

Liam Gallagher en el Movistar Arena: la mejor versión de mí

Arrogancia y redención en Villa Crespo.

Liam Gallagher

“Madre, admito que estuve enojado demasiado tiempo. Como desearía tener más poder”. Pasada la mitad de su show en el Movistar Arena, Liam Gallagher parece esbozar un mea culpa a través de su propia pluma. El verso, extraído de “More Power”, de su último disco, parece ser un reconocimiento tardío de todos esos momentos en los que no supo estar a la altura de las circunstancias, y también la afirmación de por qué creé merecer una nueva oportunidad. De algún modo, la frase sentó las bases de su show en Villa Crespo, un regreso triunfal merecido y debido en partes iguales que borró cualquier recuerdo agridulce de su paso en 2018.

A tono con la figura pública que se encargó de cultivar en los últimos años, Gallagher se plantó en el escenario con la certeza de saberse uno de los últimos de su clase, una estrella de rock con mística que ahora es capaz de reemplazar la soberbia por una cuota de humildad. Y si bien en cinco años forjó una carrera solista con un repertorio lo suficientemente extenso como para sostener un show de una duración similar al de anoche, el cantante prefirió dedicar tres cuartas partes de la lista de temas a las canciones de Oasis, una manera de mantener vivo el legado de la banda que timoneó con su hermano mayor durante casi dos décadas.

Acompañado por una banda ajustada, Liam Gallagher salió a escena mientras sonaba el instrumental “Fuckin’ in the Bushes” como lo hizo tantas veces con Oasis, precedido a su vez por una grabación de la hinchada del Manchester City. Acto seguido, “Morning Glory” y “Rock ‘n’ Roll Star” pegaron fuerte desde el principio, sin necesidad de medir intensidades y sutilezas, para después ceder el lugar al repertorio propio. “Wall of Glass” y “Everything’s Electric” se encargaron de mantener activa la intensidad, ambas sostenidas por un espíritu pendenciero. Para rematar la escena, otro regreso a Oasis, esta vez de la mano de “Stand By Me”, el clásico de Be Here Now, que pareció hecho a la medida de la pared de distorsión que conformaban sus tres guitarristas. 

Con un recorte temporal de la obra de Oasis centrado en sus tres primeros discos, “Roll it Over” se plantó como una excepción, y también como una rareza. El tema de cierre de Standing on the Shoulder of Giants apareció en el show para sumarle una épica floydiana a un concierto en el que la crudeza parecía ser el norte. De ahí que el paso siguiente fuera la épica emotiva de “Slide Away”, precedida luego por “Soul Love”, única visita al repertorio de Beady Eye, también una manera de hacerle una puesta en valor. Ubicada en el vértice de la lista, la ya mencionada “More Power” cumplió una función autoexplicativa, una suerte de origin story para entender cómo una estrella de rock que hizo de la arrogancia una bandera ahora podía plantarse como un man of the people

Después de “Diamond in the Dark” y sus aires allá Arctic Monkeys (esos mismos que Alex Turner parece haber abandonado en pos de un piano eléctrico, “The River” arremolinó el aire justo antes de que “Once” cayese para demostrar que Liam Gallagher también es capaz de construir baladas tamaño estadio. De ahí en más, el cantante convirtió a la celebración del pasado en el motor del último tramo del show, con “Some Might Say” como punta de lanza. Luego, “Cigarettes & Alcohol” redobló la apuesta y abrió una rueda de pogo en el campo delantero, que solo fue desactivada a fuerza de guitarras acústicas, con “Wonderwall” convertida en el cierre formal y dedicada al Kun Agüero. 

Parte del crecimiento de la figura pública de Gallagher en los últimos años se dio gracias a sus constantes intercambios con sus seguidores en Twitter. Sobre el Movistar Arena, cumplió una promesa hecha en el nuevo juguete preferido de Elon Musk, cuando regresó al escenario para los bises dedicando "Live Forever" a la memoria de Diego Armando Maradona. Casi sin mediar palabra como en toda la noche, Liam Gallagher se calzó la capucha de su parka para interpretar “Champagne Supernova”, siete minutos de psicodelia de los barrios bajos. Mientras la canción se iba en su fade out, el tipo que otras veces supo hacer mutis por el foro con altanería ahora se despedía de su público haciendo una reverencia en señal de agradecimiento para calificar sin hablar una noche a la que después le calzaría el adjetivo en Twitter: biblical.