
Cantantes pop hay un montón, Lana Del Rey una sola. Es así de sencillo. Desde que el mundo la conoció con el clip de "Video Games" (2011), ha entregado cuatro álbumes en los que desarrolló una personalidad musical bien diferente a la de sus colegas, tanto en sus momentos de expansión como en aquellos en que una sombra se proyecta sobre sus canciones. Su registro a veces susurrante y en otros bordeando lo operístico le permite levitar unos centímetros por encima de la música, proyectando una sensación de naturalidad sobre temas trabajados hasta el mínimo detalle.
Algo parecido sucedió con su segundo show en la Argentina. Esta vez en el marco de Lollapalooza, la cantante pareció emerger cual sirena del mar que se veía en las pantallas, cantando bajito "13 Beaches" mientras su banda se preparaba para una segunda parte bombástica y dos bailarinas se movían en la parte trasera del escenario, al lado de unas palmeras. "Hola, Buenos Aires, hace mucho tiempo que estaba esperando volver aquí", dijo Del Rey para encontrarse con el primer griterío agudo de su público, que desde temprano se distinguía en el Hipódromo de San Isidro por sus coronas de flores en la cabeza.
Las otras dos canciones que siguen el orden de Lust for Life, su disco más reciente, aumentaron la sensación de que Lana Del Rey hace de la intimidad un espectáculo. "Cherry", con sus reminiscencias al trip hop de Portishead, la encontró flotando en medio de samples de su propia voz, mientras que en "White Mustang" se acostó boca abajo sobre el piano, pura sensualidad como de película en blanco y negro. Hasta que el embrujo se cortó por el "olé olé olé Lana Lana" del público, que ella bailó y agradeció. "Vamos a hacer una cancioncita sobre los paparazzi", dijo la estrella que vive en Los Ángeles y los sufre, al punto que en el final de "High by The Beach" en la pantalla se vio explotar al helicóptero que la perseguía.

"¿Recuerdan esta?", dijo Del Rey antes de "Born to Die". Y claro que el público se acordaba: en buena parte la vocalista cedió el micrófono para que cantaran los fans. ¿Habrá sido un gesto calculado sacarse la campera de cuero justo en esa canción oscura? Si así fue, pasó como lo más natural del mundo, aunque hayan sido miles de gritos los que lo enmarcaron. "Blue Jeans", otro de sus hits iniciales, provocó que los celulares de media audiencia entraran en modo cámara, pero al final fue un video en la pantalla el que llamó la atención: cual Marilyn Monroe, le cantó el "Feliz cumpleaños" a John Fitzgerald Kennedy. Es que en la lista después venía el "National Anthem"...
Si ya había cantado el final de ese tema en una tarima debajo de la línea del escenario, al terminarlo se puso el micrófono entre las tetas y bajó a saludar a quienes estaban en la primera fila. Se sacó selfies, y recibió besos, banderas y una rosa, que acomodó amorosamente sobre el escenario cuando volvió a subir. "West Coast" marcó el primer escarceo levemente rockero de Lana Del Rey, que luego cantó "Lust for Life" (sin The Weeknd) arriba de una plataforma, aunque si se cerraban los ojos se la podía imaginar debajo de la "H" del cartel de Hollywood.
El medley entre "Change", "Black Beauty" y "Young and Beautiful" comenzó con Del Rey sentada en una reposera playera y terminó con las dos bailarinas balanceándose en sendas hamacas que colgaban a los costados del escenario. En una de ellas, la cantante se paró para hacer "Ride" y pedir "más olés" cuando terminó. Obvio que fue complacida, igual que cuando todo el mundo la acompañó en "Video Games". "Argentina, realmente los fucking amo. Gracias por cantar conmigo mi canción favorita", dijo.
El final ya se acercaba, pero Del Rey no se había dado cuenta. Cuando terminó "Summertime Sadness" le avisaron que sólo quedaba tiempo para una canción más y no pudo silenciar el "fuck". Entonces fue tiempo de agradecer una vez más al público, desearle que se hubiera divertido con los Red Hot Chili Peppers el día anterior (?) y pedir desesperadamente un cigarrillo. La versión de "Off to the Races" estuvo plagada de riffs de guitarra y Del Rey esbozó una suerte de coreografía con sus dos bailarinas y con el cigarrillo colgando de sus labios. La letra del tema habla sobre un tipo mayor y tan peligroso que parece salido de una película de otra época, de un Hollywood decadente que sólo sobrevive en la mente de Lana Del Rey. Por suerte, cada vez que se para frente a un micrófono es como si encendiera un viejo proyector y la cinta comenzara a girar.