
La gira End of The Road, que despide a Kiss de los escenarios alrededor del mundo, tras pandemias, tercera ola y dos cancelaciones, finalmente pasó por Buenos Aires. Por lo visto ayer en el Campo Argentino de Polo, la convocatoria desbordante, esa congregación casi familiar y todas las caras felices del final, sin duda que la espera valió la pena. Paul Stanley y Gene Simmons, que amagaron con despedidas en distintas ocasiones del pasado, a fines de 2018 anunciaron que esta sí sería la definitiva. Al verlos más fatigados de vestirse y maquillarse que en otros años, pisando los 70, no quedó otra que creerles. La apuesta segura fue que sería el mayor espectáculo montado en toda su historia, y ayer se lo pudo comprobar en carne propia.
Con apenas media hora de retraso de la hora anunciada, el religioso “You want the best, you got the best, the hottest band in the world… KISS” tronó en Palermo, cayó el telón kabuki y como los superhéroes que ellos eligieron ser, aparecieron flotando en el aire en sus pads de leds con el icónico riff de “Detroit Rock City” y la magia intacta. No alcanzaban los ojos para ver ese escenario lleno de luces, llamaradas, trajes brillantes y los mismos maquillajes que impactaron por primera vez allá por 1973. Los creadores del show al extremo al servicio de un recital de rock and roll volvieron a subir la vara. No hubo segundo para relajarse porque siempre sucedía algo que maravillaba, aún cuando la puesta fue menor en luces y estructuras que la que se presentó en Estados Unidos.
Cuando el circo descansaba, aparecía Paul. El Starchild en plenitud física (lo vocal lo dejamos para más adelante) revalidó credenciales de porqué fue, es y será hasta que termine esta gira, uno de los frontman más únicos, carismáticos y con el oficio para estar siempre pendiente en cómo interactuar con el público. No para de moverse, de posar, pero tampoco de tocar su PS10 en su tarea de guitarrista rítmico que algún día recibirá la justicia que se merece. Con Gene Simmons sucede algo similar. Su imponente figura de demonio alado hace que su sólido rol de bajista no ocupe el lugar en la historia que le corresponde. En los primeros años de la banda, ese tándem, junto a los originales Ace Frehley (en guitarra) y Peter Criss (en batería), edificó un puñado de canciones del más puro rock and roll con la vigencia suficiente como para que en esta gira ocupen más de la mitad del set, sin desentonar, sin sonar a viejo, con todo el público celebrando que estén ahí por peso propio.
El que no se queda en la postura infantil de “Kiss es puro show”, sabe que están esos temas inoxidables y constante fuente de inspiración, para incontables generaciones de músicos. La curaduría fue precisa, paseando por todas las épocas, con rescate de lo mejor de cada etapa. De la última, con Tommy Thayer y Eric Singer cuesta más elegir (encima en dos décadas sólo produjeron dos discos) y ahí quizás se explica que “Say Yeah” se haya colado en la lista y requirera toda una explicación previa de Paul para que lo acompañen en el estribillo. Fue el único momento tibio del show.
A partir de la segunda mitad, el balance música/ espectáculo fue notable; un impecable solo de batería a cargo de Eric Singer, intercalado entre el comienzo de “Psycho Circus” y final de “100.000 Years” despertó una ovación cerrada; el momento Simmons, con su rutina de escupir sangre para coronarla luego con una poderosa versión de God Of Thunder” y la frutilla que fue tener a Stanley, campeón moral de la tirolesa senior, que a sus 70 sobrevuela todo el campo para instalarse en el medio de todo el recinto para emocionar con “Love Gun” y “I Was Made For Lovin´ You”, dos de las mejores muestras del talento musical que terceros históricamente subestimaron en Kiss.
El tema de su voz, si hay pistas salvavidas para momentos claves y que tan criticable resulta en un show “en vivo” de rock… Por más de 40 años, Stanley fue dueño de una garganta única que en cada concierto iba directo a la fibra tanto o más que en los discos. Si en este tramo final ya no es la misma, más que quedarse en el capricho con el dedo acusador, resulta más honesto asumir que nadie a los 70 puede hacer lo mismo que a los 40. Y en su caso sería su único talón de Aquiles, porque en cuanto a vigor, entrega y sentir que está dejando todo por los que lo fueron a ver, sigue intachable. Nunca del lado del mago enmascarado y siempre del que disfruta de quienes inventaron y supieron cómo hacerlo.
El primer tema del bis fue una versión de “Beth”, el clásico de Peter Criss, con Eric Singer al piano. Para los fans de la primera hora de Kiss pudo haber resultado incómodo, pero para los curiosos o los que tan solo fueron a despedir a un grupo legendario, otra parte del show de un tema que fue parte importante de la historia de la banda. Y en el final, la consabida “Rock And Roll All Nite” ningún otro grupo entiende tan bien esa expresión local de “poner toda la carne al asador”: pirotecnia, papelitos, plataformas que se elevaban, pelotas entre el público y de fondo el tema que para los que viven el rock como una celebración sin prejuicios estéticos, postura snob y si como la banda de sonido que hace más felices nuestras vidas. Porque, de tener chance, así sería la mayoría del tiempo ideal de los más de 50.000 asistentes a Campo Argentino de Polo, con “rock and roll toda la noche y fiesta todos los días”.