14/12/2016

Garbage en el Luna Park: terapia alternativa

Shirley Manson + 4.

"No se necesita tener una pija grande ni tetas enormes", vocifera Shirley Manson en medio del show. Así de contundente, así de directa. Acto seguido, repite "Fuck the system", una y otra vez.  Y entonces, en un abrir y cerrar de ojos, Garbage muestra su mejor y su peor cara (la intensidad y la sobreactuación, respectivamente). En términos musicales, la cuestión no es muy diferente: las guitarras, la batería, el bajo, las secuencias... todo es procesado e inflado hasta el límite de lo posible en una lucha constante por llenar todo el espectro sonoro.  Pero antes que nada, Garbage depende del poderío de su cantante.

Desde el arranque con "Supervixen", Manson demostró ser una performer descomunal de colores saturados (su vestido amarillo incandescente con flecos y su pelo más rosa que nunca) capaz de saltar, correr, agitar los brazos y ensayar golpes de boxeo. Así, el recital fue, también, su propia clase de aerobics. Usando los flashes y las luces frontales como complemento casi permanente, la faena alternativa de dientes apretados siguió con "I Think I'm Paranoid", un devenir de guitarras que van desde una melodía apta para calesitas hasta la furia grunge, y "Stupid Girl", un pop con anabólicos que fue el primero de varios pregunta-respuesta entre banda y público.

Recién con "The Trick Is to Keep Breathing", la exaltación le dio paso a la calma. Antes de comenzar, Manson se tomó tiempo para saludar a los Utopians, encargados de abrir la noche, -con especial foco en Barbi y su maternidad inminente- y sin solución de continuidad habló tanto de la situación económica que atraviesa el país ("Gracias por venir, sabemos que no es fácil para ustedes en este momento y que los tickets no están baratos") como del movimiento #NiUnaMenos, con un llamado a mujeres y  hombres ("Los necesitamos a ustedes también, muchachos"). Una vez comenzado el tema, el grupo mostró su mejor cara, dándose espacios para construir suspenso; el recital alcanzó atmósferas sombrías entre los arpegios de guitarra y las dotes actorales de la vocalista para encarar un estribillo más exhalado que cantado.

Después del agite punk de "Sex Is Not the Enemy", Garbage mostró que su presente se trata de una lectura de los 90 a través del lente pop. Desde pasajes industriales ("Magnetized"), otros cercanos al dark wave ("Even Though Our Love Is Doomed", el mejor momento de su último disco) y hasta flow básico de "Shut Your Mouth", no hay nada que el quinteto no pueda hacer suyo. Un pastiche personal y epocal al mismo tiempo. En el medio, dos imbéciles peleándose debajo del escenario obligaron el final abrupto de "Why Do You Love Me" para que Manson tomara cartas en el asunto: "Hay mucha mierda en el mundo para que se preocupen por pelearse. Si estás enojado, quedate en tu casa", setenció al borde del ataque de nervios.

Whisky mediante, la cantante encaró los últimos tramos del show ofreciendo otro de los puntos altos en la versión de "Only Happy When It Rains", ese tema más emo que todos los emos juntos. De menos a más, con Manson sentada al pie de la batería, Garbage demostró que la explosión le sienta mejor cuando es el punto de destino que cuando es el camino completo. De ahí al final, el recorrido por los hits de los tiempos dorados tuvo nervio guitarrero y nostalgia noventosa en mismas dosis. "Queer", en una versión de furia exagerada, "Empty" y la acelerada "Cherry Lips" cerraron los bises como resumen de lo que el grupo es hoy. Encorsetado en un estilo que en el presente no encuentra repercusión en la venta de discos ni reproducciones en streaming, Garbage condensa su razón de ser en el vivo. O sea, en probar cuanta energía pueden imprimirle a sus temas en esta sobrevida y en cuánto Shirley Manson puede enseñarle a cualquier frontman novato acerca de dejar todo en el escenario. "Sigue siendo difícil de igualar", le había dicho sobre ella a Silencio el baterista y productor Butch Vig, ausente en la gira por problemas de salud. Ayer, en el Luna Park, nadie pudo contradecirlo.