
"Charly García es uno de los artistas más grandes de todos los tiempos. Es Mozart y él". Lo dijo Fito Páez, sobre el escenario del Teatro Colón, antes de dar el show junto a la Orquesta dirigida por Ezequiel Silberstein para celebrar los 70 años de su nacimiento. “Le da sentido a nuestras vidas en Argentina. Él convoca y aparte embellece. Dice verdades. Lastima y cura”, dijo. Y como hay un Charly infinito, uno diferente para cada persona y cada historia, Fito eligió el propio. Ese que, desde que lo vio con La Máquina de Hacer Pájaros en Rosario en el 76, lo trajo hasta aquí. Para eso tomó 20 canciones del repertorio García para hacer junto a su banda y a la Say No More Orchestra -tal como la bautizó- en una noche guiada por la fascinación y la admiración. Por el amor y la gratitud.
La celebración por la vida y obra de Charly García tomó por asalto la ciudad y, sumado al show maratónico del CCK en el que participó el mismísimo cumpleañero, el Teatro Colón fue la coronación de los festejos. Para armar el show, Fito Páez contó que se encerró durante un mes en una casa para estudiar a Charly, para profundizarlo. “Por supuesto que conocía su música, pero ahora fue más adentro. Y… uf, Dios”. Y desde allí, desde ese suspiro de admiración, estuvo construido el show: dándole espacio a la música de Charly para que siga sorprendiendo. A partir del comienzo con “Instituciones” de Sui Generis y “Rock And Roll” de La Máquina de Hacer Pájaros, la sensación era de comunión total entre músicos y público, como si cada uno estuviese recordando su vida atravesada por esas canciones. Ya para “Confesiones de invierno”, después de que Fito la tocara solo con el piano, el primer violinista de la orquesta soltó su instrumento y conmovido se sumó al aplauso.
Fito Páez y Ezequiel Silberstein se encargaron en tándem de guiar la simbiosis de la orquesta y la banda. De reojo, casi como jugando, entre ambos manejaron los momentos y las explosiones finales de cada canción. Sin embargo, Fito fue el director de su propia banda. Las armonías de voces construidas entre Carlos Vandera y Juan Absatz sirvieron de colchón para que Páez pudiese jugar con libertad. Para “Cinema verite” sus propios compañeros eran los que lo miraban conmovidos. El público que consiguió entradas (plagado de personalidades del espectáculo, autoridades y famosos varios), en complicidad con la acústica perfecta de la sala, se encargó de inundar la sala con las voces para acompañarlo al cantar.
El momento más alto de la noche, respondiendo a ese “Yo nací para mirar lo que pocos quieren ver” que dijo Charly a principios de los 80, fue la versión de “Los dinosaurios”. El silencio sombrío del público y la amalgama del grupo con la orquesta generaron un momento emocionante. La sorpresa de la noche llegó cuando, a modo de excepción en la premisa García y como regalo de cumpleaños, el rosarino estrenó una canción propia. Una canción que, claro, hablaba de Charly. “Fui su brujo aprendiz / Me enseñó que vivir es cagarse de hambre en la calle”, cantaba. Allí lo define como un hermano mayor, el maldito y puto amo y aquél que puso estribillos en la gente.
La admiración y gratitud que Fito Páez demostró sobre el escenario en un homenaje a un Charly omnipresente, que si bien no estuvo en el lugar se lo sintió presente en su música, fue la misma con la que siempre se vinculó con la obra de García. Desde ese show en Rosario, después de haber integrado su banda y de tantos años de amistad y amor fraternal. Y aunque en esa nueva canción Fito diga que “la música no es de nadie”, la de García ya es de todos.