02/04/2023

Fito Páez en Vélez: una suerte de señal

El tiempo es veloz.

Rodrigo Alonso / Gentileza
Fito Páez

“Los errores hay que usarlos, igual alguna cabeza va a rodar”. Parado en el centro del escenario, Fito Páez parecía querer manifestar su desaprobación a algo que quizás no pasaba su nivel de aprobación, imperceptible para el público presente en Vélez. Pero en vez de convertir el episodio en un berrinche escénico, el músico prometió animarse a probar “algo muy salvaje”: después de pedir silencio, se ubicó a la distancia mínima necesaria de un micrófono ambiental, e interpretó una versión a capella de “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, mientras abajo más de treinta y cinco mil personas enmudecían para que su voz pudiera escucharse desde las primeras filas del campo hasta la popular del Amalfitani.

El gesto tuvo bastante de simbólico: si bien su nuevo desembarco en Liniers estuvo enmarcado en la celebración de los 30 años de El Amor Después del Amor que comenzaron el año pasado en el Movistar Arena, su nuevo paso por Vélez apeló a una cuota extra de intimismo, una zambullida en su mundo privado que parecía guiada no solo a través de las canciones. Sí, diez de las catorce canciones de su álbum más icónico dominaron gran parte de la lista, pero el norte fue puesto no en el revisionismo de una obra en particular, sino en el de su vida en general. 

Para muestra, vaya el comienzo: antes siquiera de comenzar el show, Fito Páez estrenó el trailer de su serie autobiográfica, que estrenará en Netflix a fin de mes. Unos minutos después, la celebración masiva en la que uno de los artistas más convocantes del rock nacional conmemoró haber alcanzado la popularidad gracias a haber hecho canción su mundo privado. Ahí donde otros construyen muros y paredones para separar su persona pública de la íntima, Páez instaló ventanas: muchos de los hechos más importantes de su vida (el asesinato de sus abuelas, relaciones, separaciones, hasta su paternidad) atraviesan tangencialmente un cancionero que es parte ya del inconsciente colectivo.

Sin la necesidad de aferrarse al guión estricto de la conmemoración de El amor después del amor, la lista se paseó por su historia, con el foco puesto en sus primeros diez años de carrera, con algunas grageas sueltas de su obra post 2000. Así, a poco de empezado el show, “11 y 6” y los chispazos de “Naturaleza sangre” se plantearon como una de las combinaciones de opuestos posibles en su obra. La referencia a su propia vida apareció en grageas, ya sea en el pop fogonero de “Margarita”, compuesta a su hija, y “Los años salvajes”, guiada por un spoken word a mitad de camino entre Lou Reed y la Portuaria, con un repaso de hechos autobiográficos como guía de supervivencia (“Después que asesinan a tu familia solo tenés ganas de dos cosas, hundirte o correr /  Yo elegí las dos, y  todo el amor que existe en el mundo me alejó de mí”).

La galería de invitados para esta serie de shows aportó la diversidad necesaria para llevar al show por distintos climas. Primero, Nathy Peluso aportó su versión más sobria y medida en “La Verónica”; después, Fabiana Cantilo le puso voz y cuerpo a “Te aliviará”, un mantra sobre levantarse y seguir después de cada caída que el propio Páez aseguró haber compuesto con ella en mente. A mitad del show, Fito y su banda se embarcaron en un medley de canciones guiadas por un mismo pulso funk (“Solo los chicos”, “Nada más preciado”, “Tercer mundo”, “Yo te amé en Nicaragua”) que abrió las puertas a “Ey, You!”, que al igual que en estudio, en vivo contó con la participación de Hernán Coronel, de Mala Fama. Cerca del final, una fanfarria circense tomó el tablado por asalto en “Circo Beat”, con Alejo Llanes, de Alejo y Valentín, en doble rol de cantante y arlequín poseso. Por último, David Lebón otorgó la legimitación de clásico en “A rodar mi vida”. 

Pero quizás la mejor muestra de cómo el pasado puede ser conmemorado sin rituales ni purismos llegó a la hora de los bises. Sin dar mayores explicaciones, Fito Páez y su banda recogieron el guante de un mash up imaginado por la cuenta de Twitter Biri Biri Records e interpretaron “Cable a tierra” sobre la base instrumental de “Boys Don’t Cry”, de The Cure. El gesto pareció coincidir con algo que el propio protagonista de la noche había esbozado algunos minutos antes, previo a interpretar “Brillante sobre el Mic”: “Me preguntan si extraño esas épocas, y la verdad que no. Lo que uno lleva dentro, no lo extraña. Más que extrañar, hay que estar aquí”. De eso parece haberse tratado.

(Fotos: Agustín Dusserre y Rodrigo Alonso / Gentileza DG)