21/09/2022

Fito Páez en el Movistar Arena: el tiempo está de mi lado

Como abrir el pecho y sacar el alma.

Fito Páez

A media hora de haber empezado su show en el Movistar Arena, Fito Páez contó una historia para muchos conocida. En unas vacaciones en Brasil con su por entonces mujer Cecilia Roth, la pareja asistió a un concierto de Caetano Veloso. Ubicados en primera fila, en un momento del show el músico carioca interpretó “Un vestido y un amor” mirándola fijo a los ojos a Roth, algo que hizo hervir de envidia la sangre del rosarino. Tres décadas después, ella estaba de nuevo en primera fila, y él sobre el escenario; y aunque su relación ya no existe más, él interpretó la canción de la única manera posible: mirándola a los ojos, con quince mil espectadores como testigos del momento.

La anécdota va en la misma sintonía que el contenido. En 1992, Páez rompió la barrera del éxito con El amor después del amor, un disco tan ambicioso y logrado como autorreferencial, en el que tradujo a música y palabras su vía crucis emocional entre el fin de una relación sentimental y el comienzo de otra. Conocido por los múltiples récords que ostentó y ostenta (ser el álbum más vendido del rock nacional, que diez de sus canciones fueran corte de difusión, y convertirse en el estandarte de una gira de 120 fechas), el disco ya había tenido su celebración en 2012 por motivo de sus primeros 20 años de vida, pero para esta ocasión su creador decidió poner las diferencias en relieve.

Lo que en 2012 fue un show único y exclusivo para los clientes de una compañía de telefonía celular, ahora es una serie de conciertos en el Movistar Arena que lo tendrá de gira por el mundo entero y el próximo. Pero además, lo que en el Planetario fue un desfile de participaciones presenciales y virtuales, en esta ocasión vio a Fito Páez escoltado exclusivamente por los miembros de su banda de apoyo, con Fabiana Cantilo como única invitada, con apariciones esporádicas a lo largo de la noche. Un mismo disco, dos diferentes maneras de celebrarlo y ponerlo en contexto.

Las 14 canciones de El amor después del amor sonaron en el mismo orden que en el disco, a veces sin solución de continuidad entre sí. Y si bien el propio Páez recordó estar grabando una nueva versión del disco con artistas invitados y nuevas lecturas, lo que se vio en el Movistar Arena fue un repaso con cuidado purismo e interpretaciones vitales, desde las participaciones vocalies de Mariela “Emme” Vitale en la canción que da nombre al disco y “La verónica”, el groove sostenido de Gastón Baremberg y Diego Olivero en “Sasha, Sissi y el círculo de baba” y los chispazos guitarreros de Juani Agüero en “A rodar mi vida” y “Tráfico por Katmandu”. De fondo, Juan Absatz y Carlos Vandera, pivotes sonoros desde los teclados y la guitarra acústica, respectivamente. 

“Esto es todo para vos, Fabi”, anunció Páez antes de “Creo”, una súplica levitacional después de que “La rueda mágica” pusiera al Movistar Arena en modo fogón. Más adelante, el tiempo puso en perspectiva a “La balada de Donna Helena”, una de las canciones que vio postergado su destino de hit, pero que los años la pueden ubicar como un antecedente del trip hop en estas latitudes. Después de “A rodar mi vida” y la invitación “a revolear los trapos”, un intervalo y cambio de vestuario dieron lugar a un segundo bloque, un comprimido de siete éxitos en continuado. Primero “El diablo de tu corazón”, con la relación amor/odio que Fito Paéz mantiene con la ciudad, y después “Al lado del camino”, esa Polaroid sepia con imágenes de su pasado. Y cuando el público ya se entregó a un coreo masivo, el músico solo agregó “Guarden energía, que la van a necesitar”, tan solo segundo antes de repasar “11 y 6”. 

En medio de ese repaso de hitos pasados, “Lo mejor de nuestras vidas” se desplazó a contramano, salida de su último disco con banda, Los años salvajes, con un riff grave y pananoso en manos de Agüero, poco antes de que una sección de vientos le diera un nuevo color en su coda  a “Yo vengo a ofrecer mi corazón”. Los bronces tuvieron su protagonismo cerca del final, en una pequeña viñeta orquestal que redoble de por medio se convirtió en “Ciudad de pobres corazones”. Y después de un nuevo y último cambio de outfit, la despedida real quedó en manos de “Es solo una cuestión de actitud” y “Dar es dar”, releída en una versión soulera, de nuevo con Cantilo en escena, y con los vientos recreando los arreglos de “Mary Poppins y el deshollinador”. Y en la retirada, “Mariposa Tecknicolor”, hit por derecho propio, y quizás un guiño de por dónde podrían seguir las celebraciones dentro de dos años, si no fuera porque Fito Páez ha demostrado que su carrera vive en tiempo presente.