10/11/2019

Festival Mastai: la música como catalizador y contenedor del caos

Barro tal vez.

300 Producciones / Gentileza
Festival Mastai

El acceso al Festival Mastai es un Jardín de las Delicias. Las calles cortadas son residenciales y nadie espera para montar negocios improvisados. Se ofrecen desde sanguches de cuanto bicho que se arrastre hasta cargas de celulares por $50. También se venden banderas con la cara del Indio Solari, aunque él no figure en la grilla. Con una segunda mirada se ve que son trapos reciclados; el rostro del ídolo pagano tapa de manera muy pobre la fatídica fecha del 11 de marzo de 2017 en Olavarría. Más adelante, un tipo inhumanamente parecido a Jeff Lynne se compra una bondiola. Y todavía más allá, los parlantes de los autos vomitan a Ciro y los Persas, Wos, Divididos y Tan Biónica.

Así de amorfa, tartárica y folklóricamente nac & pop fue la entrada al Parque Municipal Independencia de Mercedes. A continuación, recortes de un festival de rock como la historia del género dicta que son: embarrados, colmados por el vaho de la carne asada, sin food trucks de Los Petersen a la vista, con acampes multitudinarios, y la música como catalizador y contenedor del caos.

Piojos para armar

La marea de remeras de Los Piojos que inundaba el predio sólo anunciaba una cosa: al Mastai se venía a ver a Andrés Ciro Martínez. Lo demás era yapa. Y la fiesta empezó temprano cuando Miguel Ángel Rodríguez, que ya cerraba su tiempo con La Que Faltaba, lo invitó para que con una armónica prendida fuego soplara la melodía de “Taxi Boy”. Ciro, juguetón, no se quedó con ganas de cebar a unos cuantos con una coda de “Tan Solo”. Sin embargo, las reuniones no terminaron ahí. Cuando la hora le llegó al cantante y sus Persas, Chucky de Ípola y Daniel Buira (ambos también presentes en el festival con sus respectivas bandas) se le unieron para una ajustadísima versión de “Ruleta”.

Abre tu mente y tus oídos la seguirán

Mientras sonaba “Sacate la mierda” alguien dijo sorprendido: “¡No sabía que te gustaba Carajo!”. Subestimar a la audiencia quizá sea uno de los errores más grandes a la hora de producir un festival. Asumir que a todos los asistentes les va a gustar un solo género en particular, también. Como en todos los órdenes de la vida, el balance es fundamental y el Mastai lo comprendió a la perfección. En menos de tres horas convivieron la violencia de Carajo, la bailanta gigante de Damas Gratis, Andrés Ciro compartiendo escenario con Wos y las protestas acústicas de Manu Chao. ¿Para qué sirve la música si no es para conocernos a nosotros mismos y a nuestros pares?

Wos: donde el rock vive

Onix

En una entrevista con Silencio, Sergio Rotman aseguró: “Comparar al rock con el trap es como comparar fideos con pintar una pared. No tienen nada que ver”. Quizás Wos tenga algo que decir al respecto. Como cualquier concierto de rock, el del rapero empezó con una solemnidad colosal gracias a su banda, el eslabón perdido entre la playlist de streaming y la fuerza primal de una viga de acero. “Luz delito” no pateó la puerta grande, la bajó a mazazos con el busto de Luzbelito como ariete ante el chabón incrédulo. “Canguro”, por su parte, fue inmensa como una movilización apocalíptica, con destrucción del McDonald’s del Obelisco incluída. Ca7riel y su guitarra simulaban la orquesta del armagedón. Antes del cierre con “Púrpura”, los pulmones infinitos de Wos tiraron flow sobre una base de vientos. ¿La frase destacada? “Si se la dimos al gato, que se cuide Piñera”. Si eso no suena a rock…

Chaca-rock sin cíclopes

“Esto es amor. Gracias a todos los que salieron de sus casas”, dijo Ricardo Mollo antes de empezar “Huelga de amores”, que ya había sonado instantes atrás de la mano del corso clandestino de Manu Chao. Sin embargo, no podría haber habido mejor contexto para las raíces folklóricas de los Divididos que un predio tan inclemente como protagonista, clavado en medio del campo puro y duro. Barro que aparecía de a poco bajo los pies, el bosque y el viento norte hicieron que ese momento sintetizara por completo el espíritu del festival. "Mastai" es una palabra originaria para encuentro, algo que no faltó durante toda la jornada. Cantidades inefables de cochecitos de bebé, el mismo caudal pero de cerveza vendida y una ausencia abrumadora de teléfonos en el aire. Las filosofías pueden variar, pero a veces un festival de rock es esto.