
Casi diez años después de su última edición, el Festival BUE concretó su regreso. Ni tan urbano (Tecnópolis, del otro lado de la General Paz, reemplazó al Club Ciudad de Buenos Aires como locación del evento) ni tan electrónico (con el hip hop dominando uno de los escenarios), el día 1 del niño mimado de Daniel Grinbank intentó mostrarse a la altura de sus predecesores de la década pasada. Además de la demostración de vigencia de Iggy Pop y la propuesta desprolija de The Libertines, que Silencio reseñó en profundidad, hubo otros momentos destacables en el predio de Villa Martelli. A continuación, un repaso de lo mejor (y no tanto) de los shows del sábado.
Vamos que somos nosotros, muchachos, eh!", agitan Lo' Pibitos a la manada que llega al escenario con nombre de cerveza. Antes del atardecer, los de Villa Crespo aprovechan la oscuridad del espacio techado para mostrar su faceta más rockera. "Bienvenidos al presente", el tema que da nombre a su primer disco, es una de las (varias) canciones a las que esa apuesta le sienta a la perfección. Del funk alla IKV de "Pin pun" y "Just Chilling" al hip hop con cita a "Cambalache" de "Sintonía", los MCs Guido "ElDog" Ruggiero y "Tomy Tomaso" Bacigaluppi se mueven cómodos entre estilos y formatos disímiles y dominan el espacio con soltura. En la vereda de enfrente, Gloria Carrá se abocó a la tarea de conquistar transeúntes festivaleros con su banda Coronados de Gloria. A fuerza de letras descarnadas, primero ("No voy a escuchar más tonterías, no quieres mi dignidad", brama en "Harta de ti"), y de invitaciones directas al baile, después ("Loca"), la actriz logró alcanzar, paso a paso, ese objetivo inicial.
Mientras el predio de Tecnópolis comenzaba a poblarse a cuentagotas, El Mató a un Policía Motorizado se puso al hombro la tarea de encender las cosas en el escenario al aire libre mientras el sol terminaba su retirada. Al igual que desde un tiempo a la fecha, su set estuvo centrado en La dinastía Scorpio, llevando las cosas de menor a mayor desde el trance noise de "Nuevos discos" a la declaración de amor indie de "La cobra". Todo suena en su debido lugar: las dosis de rock espacial, la urgencia ramonera y la poética sensible de Santiago Barrionuevo, que a veces no necesita más de cinco palabras ("espero-que-vuelvas-chica-rutera") para armar una letra sincera y conceptualmente pulida. Y aunque el formato masivo los llevó a recurrir a lo más urgente de su discografía, también hubo lugar para momentos menos complacientes. De un lado "Mujeres bellas y fuertes", "Sábado", "El baile de la colina", "Mi último movimiento" y "Yoni B"; del otro, los largos pasajes instrumentales de "Noche negra", "La celebración del fuego" y "El fuego que hemos construido". En el medio de todo eso, la certeza de estar ante el grupo al que el indie nacional empieza a quedarle chico.
Después del flow con banda de Lo’ Pibitos, llegó el flow con DJ de La Mala Rodríguez. Fiel a su estilo de rap old school, no necesitó más que scratchs y actitud avasallante para levantar la temperatura del recinto pese al sonido adverso. “Egoista” abrió el set con su atmósfera espacial en la que la MC española advierte, como para dejar las cosas de entrada: “No me provoques / Yo soy tratamiento de choque”. En un in crescendo de intensidad, la performance llegó a su punto más alto de algidez con el groove mid tempo de “La cocinera”. Allí, La Mala cambió el palo de amasar por un bate de baseball y dejó el terreno preparado para que Miss Bolivia y Bomba Estéreo completen la trilogía girl power del festival.
Alguna vez Mad Professor dijo que a las bandas de reggae argentinas les hacía falta un buen baterista. Si el productor nacido en Guyana volviera por estos pagos a ver a Yataians, probablemente cambiaría su opinión. Asentados en una base que se adentra en el estilo con precisión musicológica, los liderados por Ugo -una suerte de Manu Chao meets Ariel el Traidor- hicieron gala de su clasicismo rocksteady con la frescura de la distancia geográfica. Desde "Fever" (de su primer EP) hasta "Baby, I Love You", "Gal a pose" (de Revelation), todo sirvió para ratificar por qué están entre los mejores exponentes del género a nivel local.
"El juez de turno se fue a una boda y la Policía participa en la joda. Y así va la historia de la Humanidad, que es la historia de la enfermedad. Ay, carajo, qué mal que estamos. Por favor, paren de matarnos", recita Miss Bolivia sobre el final de su set. Sin la parafernalia de luces ni bailarinas, sin acompañamiento de su banda, con su voz en tono calmo como única arma, la cantante se encargó de poner a Paz Ferreyra -su nombre real- por delante del personaje para alzar el reclamo por la incesante ola de femicidios que tiene a la joven marplatense Lucía Pérez como nuevo caso testigo. Antes de eso, la artista de La Paternal paseó por una lista que fluctuó con gracia entre la cumbia (de "Tomate el palo" al flamante "Cagón") y el hip hop ("Noche polar").

A Morbo y Mambo, el armado de la grilla le significó una gran oportunidad para darse a conocer ante un nuevo público. Situados en la franja horaria que separaba a The Libertines de Iggy Pop, se convirtieron en la elección obligada de quienes no querían alejarse tanto del rock con la propuesta de Bomba Estéreo. Y el dub stoner del sexto estuvo a la altura. A veces más orgánico ("Kerosene") y a veces más electrónico (el brillante final con "4-4-2"), el trip de Morbo y Mambo fue de lo más convincente de la primera noche del BUE, y quienes colmaron la capacidad del espacio Music Box pudieron comprobarlo.
Vaya ironía: fue durante una canción denominada "Voy" (de Amanecer, 2015) que comenzó el éxodo masivo de espectadores desde Bomba Estéreo hacia el escenario principal, donde Iggy Pop ya se aprestaba a tocar. El quiebre fue tan grande que la vocalista Li Saumet se hizo eco de la situación: "Asumo que todos los que están aquí son fans de nosotros, ¿no? Bueno, quiero que ahora aprovechen el espacio, que hay bastante por allá", comentó antes de arrancar con "La cumbia sicodélica", un tropipop de esos que obliga a mover la patita. Tanto la configuración del escenario, que dejaba al resto de la banda en plena oscuridad, como la decisión deliberada de extender los temas tanto como sea posible ("Sólo yo") y alejarse del yugo del hit "Fuego", le quitó poder de fuego a la presentación de los colombianos y dejó a Saumet -cara pintada, outfit con plumas- con demasiada presión sobre sus espaldas. Un show que tenía las condiciones para ser cabeza de lista terminó convirtiéndose, por acción u omisión, en un aperitivo para la Iguana.
El debut de Toots & The Maytals en suelo argentino tuvo más de reparación histórica que de justificación por actualidad. Entre los constantes cambios de formación y una discografía que comenzó a diluirse después de construir buena parte del canon del reggae, el ska y el rocksteady de los 60 y 70, el combo que capitanea Frederick "Toots" Hibbert hoy es un vago reflejo de lo que supo ser. Pero el arranque con "Pressure drop" propone un viaje directo a la edad de oro de la música jamaiquina, porque si algo no han perdido a más de 50 años de su formación es el feeling para tocar eso que inventaron. "Monkey Man" y "54-56, That's My Number", para alegría de la masa que se quedó hasta bien entrada la noche, fueron la demostración de que si de aquel fuego sagrado hoy apenas quedan chispazos, el oficio puede ser el mejor combustible.