18/09/2023

El Mató a un Policía Motorizado en el Luna Park: una luz que arrasa con todo

Ficción y realidad.

El Mató A un policía Motorizado

Ey, ¿quién te va a cuidar?”. La pregunta con la que Santiago Barrionuevo abrió el show de El Mató a un Policía Motorizado en su primer Luna Park cobró una nueva dimensión en su presente. Desde la publicación de su segundo disco, “El magnetismo”, el tema en cuestión, fue una pieza casi inamovible del comienzo de sus presentaciones en vivo por más de una década, pero ahora, lo que debería ser una fecha consagratoria es también la manifestación de que ese mundo peligroso ideado en la ficción terminó pareciéndose bastante al real. Por eso, su llegada al Palacio de los Deportes porteño no fue solo un logro de una banda capaz de abrirse paso en el mainstream sin resignar autogestión, sino también la celebración de la unión como espacio de resistencia.

La noción de supervivencia es parte del universo de El Mató desde el kilómetro cero de su fundación, alimentado a fuerza de todo título posible de la sección terror de algún videoclub. De ahí que el comienzo del show jugase justamente con que las pantallas mostrasen solo el título del álbum a presentar, Súper terror, con estética de filmación realizada con una VHS hogareña (más adelante, las imágenes de fondo sufrirían un banding propio de cuando a los videos su cinta se les deterioraba). Como en una suerte de crossover entre La rosa púrpura del Cairo y El último gran héroe, los temores ahora parecen haber saltado de la pantalla, con monstruos que alzan motosierras en el mundo real. 

El juego pasó por dejar que el discurso se arme por la mera presencia de las canciones, sin reformular letras o deslizar mensajes nuevos. A tono con el espíritu general de Super terror, las canciones de El Mató a un Policía Motorizado parecieron cobrar una nueva vida e interpretación para los tiempos que corren. La misma banda que en 2012 le decía a su generación (y también buscaba traerle tranquilidad a la de sus padres) con “Más o menos bien”, una década y monedas después parece haber perdido las esperanzas con “Tantas cosas buenas” y su estribillo (“No me digas que las cosas van a estar bien”). Puestas en orden cronológicamente inverso en la lista de temas, sin embargo, invirtió la carga negativa. Una bocanada de optimismo después de tanta opresión.

Lejos de la tiranía de las reproducciones, las interacciones dudosas y los algoritmos, la llegada de El Mató a un Policía Motorizado al Luna Park fue un proceso que tardó casi dos décadas en materializarse. Hubo en el medio toda una serie de hitos de convocatoria similar con sus shows en Tecnópolis, Argentinos Juniors, GEBA y Obras Sanitarias (con fervor mundialista incluido), una seguidilla que hacía aún más insólita la demora en su llegada a Corrientes y Bouchard. Nobleza obliga: la tardanza también estuvo supeditada a la opinión que los por entonces concesionarios del estadio tenían sobre el nombre de la banda. Llamativamente, el primero de sus dos shows en el Luna Park tuvieron poco de celebración de copar un espacio y más de presentación formal de un disco publicado este año. Ocho de las diez canciones de Súper terror ocuparon un tercio de la lista de temas, que supo de todos modos ser concesiva en los momentos indicados. 

Después de los climas de intensidad variable de “Las luces” y “El perro”, “Vienen bajando” fue el primer rescate de perlas del pasado, potenciado en parte gracias a su reaparición en la banda sonora de Okupas. Poco después, “Sábado” (la única incursión a su debut homónimo, de 2004) y “Navidad en Los Santos” fueron lo más lejos posible en el tiempo , una manera de amalgamar su historia con el presente representado en “Un segundo plan”, “Tantas cosas buenas”, “Medalla de oro” y “Disparar al aire”. Y si la idea era tener una noche consagratoria, el certificado llegó sobre la segunda mitad del show: primero; al momento de “El tesoro”, el público convirtió su leit motiv de teclado en un “Vamos El Mató” que duró varios minutos incluso finalizado el tema; más adelante, el campo y las plateas se llenaron de luces de celulares para la falsa calma que “Excalibur” antepuso a “El mundo extraño”. 

Con un presente continuo en expansión constante, El Mató mostró que su llegada al Luna Park se debe también al haber encontrado su mejor forma, algo reconocible en la performance vocal de Santiago Motorizado, la enjundia guitarrera de Pantro Puto y Niño Elefante, la expansión sonora de los teclados y sintes de Chatrán Chatrán y la base rítmica marcial compuesta por Doctora Muerte y Lucas Rossetto. El balance entre todos estos elementos se condensó en la pluralidad de combinaciones de los bises, de la fragilidad de “El universo”, la rabia guitarrera de “Ahora imagino cosas”, el crecimiento marchante de “Fuego” y la ambición pp de “Moderato”. Entre tanto recurso de los últimos seis años, “Chica de oro” y “Mi próximo movimiento” trajeron paz y contención: en los escenarios históricos, la canción sigue siendo la misma, y la banda también.