
“Todavía no llegamos ahí, perdimos nuestra alma / El destino ya se fijó, estamos cavando nuestra propia fosa”. Parado en una pasarela frente a una imagen de acuarelas coloridas en la pantalla de fondo, Dave Gahan esboza su propia Teoría de la Involución, al tiempo que el resto de los Depeche Mode convierten a “Going Backwards” en la marcha de guerra de un futuro distópico. Pero mientras lo que suena parece la banda de sonido de una escena post apocalíptica, con golpes de luces que acentúan la opresión sonora, el cantante serpentea y quiebra su cuerpo, sumido en su propio rito chamánico/narcótico.
Ya en el centro del escenario, Gahan comenzó a bailar sobre su propio eje con los brazos abiertos para recibir a “It's No Good”, la primera cuota de un tándem de canciones de Ultra (1997) que continuó con “Barrel of a Gun” y su clima industrial en slow motion. Puestas en continuado, ambas canciones de superación (una, dedicada a los males del microuniverso sentimental; la otra, a los riesgos de la inmolación vía estupefacientes) reforzaron el espíritu de supervivencia que sobrevuela a la banda de Basildon desde hace décadas. Un grupo que, voluntariamente o no, varias veces estuvo cerca de apretar el botón de autodestrucción.
Esa política de una carrera artística sostenida en modo a prueba de fallos tuvo su correlato en la puesta del show: al momento de “A Pain That I’m Used To”, tanto la pantalla gigante del fondo de escenario como las dos a sus laterales dejaron de funcionar... y así siguieron por el resto de la jornada. Sutil ironía: de un momento al otro, Depeche Mode tuvo que seguir defendiendo en vivo una lista centrada en lo más reciente de su obra con la escasez de recursos propia del comienzo de su carrera. El clima post punk de “Useless” y el preciosismo pop gótico de “Precious” se sucedieron sin más artilugios que los dotes de performer de Gahan, mientras desde sendos laterales Martin Gore y Andy Fletcher comandaban todo en silencio desde su guitarra eléctrica y sintetizadores, respectivamente.
Después de que “World in My Eyes” recordara la vigencia estilística y sonora de Violator (1990), el cantante dejó el escenario hacia el final de “Cover Me”. En su lugar, Gore tomó el micrófono para una versión intimista de “Insight”, sin más que su voz y los teclados de Peter Gordeno. Acto seguido, alcanzó picos de emotividad con una lectura sentida de “Home”, con un final extendido después de que el público coreara la melodía de su arreglo de cuerdas y celebrase el retorno fugaz de las pantallas. “In Your Room” fue un recordatorio de que Depeche Mode no precisa de guitarras para alcanzar picos de alta intensidad rockera, ya con Gahan de nuevo en escena, que ensayó una rutina de pole dance al frotar su entrepierna por el pie del micrófono con la mirada extraviada.
Entre tanta atmósfera opresiva, “Everything Counts” (de Construction Time Again, 1983) y “Stripped” (Black Celebratión, 1986) fueron un recordatorio necesario de sus orígenes synthpop, capaz de trasladar a un estadio de fútbol el feel de una discoteca aprobada por VH1. Y de ahí a “Enjoy the Silence”, el punto de inflexión entre las dos caras de la carrera de Depeche Mode, con una extensa zapada electrofunk, ideal para el día en que se inaugure una sucursal de Studio 54 en Tatooine. Como cierre del tramo principal, “Never Let Me Down Again” hizo honor al título del disco en el que está incluida: música para las masas, envasada en 1987 y sin fecha de caducidad a la vista más de tres décadas después.
De nuevo en el formato de piano y voz, Gore despojó a “Strangelove” de su ADN bailable y la transformó en una balada sufrida. Ya con la banda en escena para el cierre, “Walking In My Shoes” fue otro viaje a la opresión y una mojada de oreja a quienes creen que pueden imitarlo con facilidad o bajarle línea sobre su conducta (“No estoy buscando absolución o perdón por las cosas que hago / Pero antes de llegar a cualquier conclusión, tratá de ponerte en mi lugar”). Casi en correlato con ese clima de autosuperación y coqueteos con el lado salvaje, “A Question of Time” sonó en una versión más cruda y abrasiva que la original, justo antes del cierre definitivo con “Personal Jesus” y su premisa de ser el Ángel de la Guarda de otro que lo necesite. Con la banda ya en camarines y las luces del estadio encendidas, las pantallas volvieron a la vida para mostrar el protocolo de evacuación del predio, mientras la gente miraba extrañada.