
Que un festival protagonizado por bandas nuevas lleve como nombre Data es sintomático: la generación contemporánea es la generación de las grandes cantidades de información que circulan de modo ininterrumpido e inmediato. En música, esta característica se traduce en la posibilidad que tienen las nuevas camadas de escuchar más cantidad y diversidad de sonidos que sus predecesoras, de modo que a la hora de encarar un proyecto artístico probablemente lo vivan con menos prejuicios. Algo de ese espíritu se vivenció el domingo por la tarde-noche en los dos escenarios de la Ciudad Cultural Konex.
La cuarta edición del Data Festival estuvo protagonizada por Louta, Indios, Huevo y Bandalos Chinos, cuatro artistas revelación, con apenas uno o dos discos editados, que en los últimos 12 meses lanzaron su último material de estudio. Son además proyectos multitarget con mirada global, y la prueba más fehaciente es que los cuatro tocaron en las últimas ediciones del Lollapalooza, en general con buena recepción. Esto no significa que no tengan una identidad definida, sino que su genética tiene la suficiente elasticidad que exige la generación del shuffle.
El ejemplo que mejor ilustra es Louta, encargado de abrir la jornada primaveral en el escenario cerrado. Con una puesta escénica que recrea una habitación -sillón, floreros, velador-, el joven revelación de 22 años combina la ambición millennial con su árbol genealógico (su padre es Diqui James, creador Fuerza Bruta y De La Guarda), entregando un espectáculo ecléctico y eminentemente performático. Como si fuera un timeline de Facebook humano, su show casi unipersonal tiene de todo: rap, trap, cumbia, consumo irónico, prédica, samplers, coreografías, bailarines vestidos igual que él (chomba celeste y pantalón de vestir), y mucho, mucho cotillón; en “Alto uach” canta parado mientras sus asistentes le sostienen un marco con un fondo celestial; en “Qué bien que estás” se produce una suerte de guerra de almohadas con una lluvia de plumas sobre el público; sobre el final, canta dentro de una enorme burbuja de plástico, al mejor estilo Wayne Coyne, para terminar en el medio del campo entonando las estrofas de “El meneadito” y “Papi chulo”.

Ya con el cielo a oscuras, Indios salió al escenario del patio para dar un show atractivo que combinó canciones de sus dos discos Indios (2013) y Asfalto (2017). Entre beats sesentosos (“Tu geografía”), honestidad pop (“Lucidez”) y seducción melódica (“Ya pasó”), lo que se percibe en su show es una banda que procesó en igual medida a The Beatles y Gustavo Cerati como a The Kooks y Babasónicos post-Jessico. La fuerza de su vivo se apoya en buena medida en el magnetismo de su cantante, Joaquín Vitola, una playlist devenida en figura, con segmentos de Bobby Gillespie, Mick Jagger, Serge Pizzorno y Adrián Dárgelos.
También a cielo abierto, el tercer capítulo estuvo a cargo de Huevo, la banda con más público propio de la jornada. Comandada por Julián Baglietto (hijo de, pero con talento suficiente para ser algo más que un hijo-de), su apuesta rescata la tradición rockera más progresiva, en la que se percibe un espíritu clásico (una referencia ineludible es Divididos) interpretado con modos desempaquetados. El resultado es un show potente que combina riffs adhesivos, zapadas virtuosas, hard rock zepelinnesco y funk desquiciado de cepa Red Hot Chili Peppers, todo marcado por un desprejuicio que les permite tener invitados disimiles como Louta y Javier Malosetti.
Bandalos Chinos cerró la jornada con un set en el escenario techado. Su show está dominado por una estética suave, anti cáustica y etérea (su último disco se titula En el aire). Goyo Degano, su frontman, vestido de camisola blanca holgada, se mueve como si fuera el Sr. Burns después del tratamiento de cada viernes, mientras su voz aterciopelada se acuesta sobre sintetizadores como colchón de agua. Sin sobresaltos, se meten de modo humeante dentro de los vericuetos del pop ochentoso, entre el synth y el funk. “Nunca estuve acá”, su principal hit y última canción de su lista, es la mejor muestra de su ADN: su estructura contiene la misma cantidad de instrucciones genéticas de Virus como de Phoenix y Tame Impala.