
"Soy el mejor protegido de Kanye", rapeó Chance The Rapper en el reprise de "Blessings" con el que cerró su participación en Lollapalooza 2018. Y aunque no sea exactamente ése el rótulo para Anderson .Paak, lo cierto es que ambos -y también Tyler, The Creator, que pegó el faltazo a último momento- son parte de la generación posterior a la de Mr. West, la que bajo su influjo se animó a abrir más y más puertas dentro de la música urbana, mezclando estilos sin pudores y utilizando herramientas que antes parecían extraterrestres para el hip hop y el R&B. Y de ahí que tanto Chance como Anderson hayan entregado dos de los mejores discos de 2016.
Chance The Rapper es un artista y un predicador, encantador de las almas desde un púlpito en el que los milagros tienen la forma de canciones. Ya al segundo tema ("Blessings") tenía un coro góspel y un trompetista sobre el escenario, para completar la formación de batería y teclado que había arrancado con la excitante "Mixtape". El favorito de Barack Obama -con quien comparte ciudad de origen, Chicago- se anima a cantar aunque su rango sea bien limitado, pero rapea con un flow perfecto en "Sunday Candy", boludea con "Scooby Doo Pa Pá", y le hace lugares en su lista a "Ultralight Beam" y "I'm the One", que grabó en discos de Kanye West y DJ Khaled, respectivamente.
"En Chicago tenemos Lollapalooza hace años y ahora me llaman el intendente de Lollapalooza", bromeó Chance The Rapper, aunque es cierto que cerró la última edición del festival en Estados Unidos. "Pero no importa lo que pase, la música es todo lo que tenemos", completó antes de entrar explosivamente en "All We Got", que en su segunda parte buscó la intimidad y la profundidad. "Problems" puso en las pantallas logos de "Wiener Music Group" y "Undiversal" para apoyar la diatriba del rapero contra las discográficas multinacionales. El hitazo "All Night" puso a bailar, pero en "Same Drugs" bajó los decibeles y cantó sentado, mientras "tocaba" un piano imaginario. Y en el final, el góspel se hizo trascendencia y conexión. El testimonio de Chance había terminado.
Falta todavía para que Pablo Lescano arengue a la multitud de Lollapalooza con su clásico grito “Las palmas de todos los negros arriba y arriba”, pero algo similar sucedió en el inicio del show de Anderson .Paak. El californiano salió entregado al frenesí de su propia música, en la que se cruzan sin conflicto todos los géneros afroamericanos de los últimos 50 años. Es como si en su interior convivieran Marvin Gaye, Stevie Wonder, Prince, D'Angelo y Kanye West, pero no suena sino a él mismo, a un prodigio que rapea metralletas sin piedad y enseguida se entrega a una melodía soulera capaz de partir corazones.
Como si no le alcanzara con condensar hip hop, soul, R&B, funk y rock, .Paak deja el centro del escenario y se va a la batería, que aporrea con talento también extraordinario, mientras canta, rapea, arenga y hace chistes. Encima, su banda The Free Nationals es cosa seria, con un guitarrista latino que la rompe, un bajista que derrocha groove, un tecladista notable y un DJ que elude el scratching para concentrarse en redondear las bases y las melodías. El cantante y rapero susurra en "The Bird", deja que su garganta "sangre" en "Luh You", baila como un poseso en "Light Way", aprovecha para adelantar "Til' It's Over", le dedica un tema a su madre... ¿Qué más se le puede pedir? Bueno, tal vez que la rompa otra vez en el sideshow que dará en el Teatro Vorterix.