20/03/2023

Billie Eilish en Lollapalooza 2023: cuando la fiesta termina

Deberías verla con una corona.

Billie Eilish

Ante un mar de gente, Billie Eilish se puso a enseñarle a la multitud un ejercicio de respiración. No se trató de un truco new age ni de un paso de comedia forzado: minutos antes, una versión acústica de “I Love You” había tenido que ser interrumpida para que el personal de Cruz Roja pudiera atender a varias personas desmayadas en el campo, por lo que bajar una cuota de tranquilidad se imponía como algo más que una necesidad. Y ahí estaba ella, frente a la mayor convocatoria de una artista sub 22 en la historia de Lollapalooza Argentina, domando a las masas con bastante más que su música.

Con casi los mismos recursos que Drake (una pantalla gigante, con el agregado de su hermano Finneas en teclados y percusión y un baterista), Eilish marcó las diferencias desde el primer momento: donde de un lado hubo un recorrido aleatorio e improvisado del repertorio, del otro estuvo la construcción de un espectáculo en el que el magnetismo escénico le ganó a cualquier artilugio. A la hora señalada y tras las intro de “Oxytocin”, Eilish salió a la batalla con un salto elástico sobre una rampa ubicada al fondo del escenario, y desde ahí comandó el inicio del show con “Bury a Friend”, un R&B gótico capaz de enardecer a una multitud. 

Lo que vino a continuación fue una invitación a su mundo privado un repertorio que le canta a las multitudes sus miedos, angustias y vulnerabilidades. Para eso, el show estuvo partido en dos: un primer bloque con mayoría de canciones de su álbum debut, WHEN WE ALL FALL ASLEEP, WHERE DO WE GO?, y una segunda tanda centrada en su sucesor, Happier Than Ever. Entre ambas instancias, un bloque acústico que no solo tuvo que lidiar con la gente que necesitaba asistencia, sino que además su grado de intimismo masivo se abrió paso a codazos entre la electrónica anfetamínica de Claptone y el hardcore melódico de Rise Against, que estaban tocando al mismo tiempo en el Perry y el Alternative, respectivamente.

Aunque ambos discos están atravesados por espíritus e intenciones distintas y por momentos antagónicas, puestas en continuado, algunas canciones parecían responder a un mismo conductor, como la seguidilla entre “Therefore I Am” y “my strange addiction”. “idontwannabeyouanymore” y “my future”, con su aire de diva procesada por filtro de Instagram. También hubo lugar para los opuestos, con la terrorífica “you should see me in a crown”, con una araña gigante recorriendo las tres pantallas y la plácida “Bille Bossa Nova” como extremos sin conexión. Con “GOLDWING” convertida en un tarareo masivo y “xanny” devenida en balada (anti) narcótica, el tándem entre “Oxytocin” y “COPYCAT” incitó a un baile tribal para la generación Tik Tok que desembocó en “ilomilo”, con Billie Eilish acostada en la pasarela del campo como si se tratara del piso de la habitación en la que construyó el futuro brillante que la recibió poco tiempo después. 

Con dos guitarras acústicas ante un océano humano, los hermanos Baird O'Connell buscaron replicar un poco el kilómetro cero del camino que llevan ya 8 años recorriendo juntos. La ya mencionada “I Love You” y “Your Power” debían funcionar como una transición entre dos bloques centrales, un back to basics lejos de la gran maquinaria pop que ambos terminaron piloteando, pero la pausa por la atención médica al público la convirtió en una cápsula aislada. La tarea quedó en manos de “TV”, en la que la reincorporación de la batería sirvió como excusa para volver sobre la senda principal del show, con “bellyache”, “ocean eyes” y “bored como partes de un mismo todo. Después, “Getting Older” puso de manifiesto la cuota autobiográfica de su último disco, con los efectos secundarios de la fama y la exposición (“Estoy envejeciendo, creo que lo estoy haciendo bien / Desearía que alguien me hubiera dicho que estaría haciendo esto por mi cuenta / Hay motivos por los que estar agradecida, pero es diferente cuando un extraño siempre está esperando en tu puerta”).

“Lost Cause” y “when the party’s over” ofrecieron dos caras de una ruptura amorosa: la primera, en pose superada y envuelta en sintetizadores abrasivos; la segunda, una balada sentida en la que Billie EIlish mostró una faceta sentimental que hasta ese momento del show había pasado desapercibida. Y si “all the good girls go to hell” fue el recordatorio de que a veces la vida es más divertida cuando se toman las decisiones que se suponen incorractas, “bad guy” fue la confirmación de esa postura, la celebración de sentirse el villano (y no villana) de la historia. En un final cinematográfico, “Happier Than Ever” sirvió también de declaración de principios y validación de su presente: de los tonos sombríos de su primer álbum a las pinceladas doradas intensas del segundo. Entre una instancia y otra, Billie Eilish aprendió que la fama acarrea lo bueno y lo malo, y encontrar un balance entre esos dos mundos puede funcionar como garantía de felicidad.