
Cuando El Mató a un Policía Motorizado publicó el EP Violencia en 2015, Santiago Barrionuevo se encargó de señalar que sus cuatro canciones oficiaban de bisagra entre el pasado y el futuro venidero del grupo. "Nos parecía que de alguna forma estaban más cerca de La dinastía Scorpio, entonces quisimos mostrarlas como un eslabón entre ese disco y el próximo”, dijo a Silencio en ese entonces, dejando entrever que había en el grupo una necesidad imperiosa de variantes. Los tres temas que integran El tesoro, el single adelanto de su nuevo trabajo de estudio, confirman la hipótesis esbozada por el cantante y bajista, con diez minutos que ponen en evidencia la voluntad de cambio que parece latir en la banda platense.
El arpegio cristalino del tema que da nombre al single sorprende tanto por los senderos que toman las guitarras de Niño Elefante y Pantro Puto, como también por la absoluta carencia de distorsión. Sobre un colchón sonoro diáfano, la voz de Barrionuevo aparece en escena haciendo un planteo que tiene tanto de desesperación sentimental como de sinceridad ("Paso todo el día pensando en vos, ¿qué hay de malo en todo esto?"), y aunque en su desarrollo la letra indica que las cosas no cambiaron, el final arroja una de sus postales recurrentes: hacerse compañía antes del desastre evidente ("Voy a quedarme un poco acá, cuidarte siempre a vos en la derrota hasta el final"), mientras sobre la hora aparece una cuota de overdrive con dosificación controlada.
"Madre" representa el mayor cambio sonoro de El Mató a la fecha. Sin más recursos que algunas capas de sintetizadores y una caja de ritmos con delay, la banda platense construye una atmósfera sci-fi devocional que avanza a paso lento. Con su voz llena de eco, Barrionuevo evoca a la figura materna para brindarle consuelo, pero también para suplicarle ayuda. El mismo tipo que hace cinco años esbozaba "Ma, no te preocupes tanto, todo va a estar más o menos bien" hoy promete que "Las mañanas y las noches van a ser todas para vos, ayudame a despertar del sueño oscuro".
Sobre el final, "Postales negras" retoma la línea instrumental de "Rucho". Pero mientras en el track de Violencia quien timoneaba los climas era la guitarra de Niño Elefante, en éste teje una melodía que asciende y desciende mientras la batería de Doctora Muerte parece parar y volver a empezar constantemente. De a poco, quienes toman la posta son los teclados, que pasan de replicar el leit motiv esbozado desde las seis cuerdas hasta llenar el espectro con burbujeos melódicos y nubes de estática, mientras Barrionuevo hace economía de notas desde su bajo.
Pero hay un detalle mucho más presente en los diez minutos de El tesoro que sobresale tanto o más que el resto: el viraje sonoro. Por primera vez en años, el audio de El Mató tiene las miras puestas en la altísima fidelidad. Grabadas en cinta analógica en Sonic Ranch, un estudio vintage en Texas, en las tres canciones predomina el aire entre los instrumentos. Donde antes había urgencia DIY y espíritu lo-fi, ahora hay una nitidez que permite apreciar detalles sutiles (la voz bien al frente, colas de repeticiones de algún eco a cinta oscilando de fondo) y que parece adelantar cuál será el tono del inminente disco del quinteto.