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Tanto en gran parte de su carrera como líder de facto en Pink Floyd como en su carrera en solitario, Roger Waters desarrolló su obra como una suerte de pieza conceptual en la que el pasado en sus diversas formas es un eje inamovible. Esa fijación pudo apreciarse en las tres giras que lo trajeron a Buenos Aires entre 2002 y 2012, en las que el repertorio de su exbanda tuvo un protagonismo cada vez mayor, y también en las temáticas que abordan sus discos desde The Dark Side of the Moon a la fecha, con la guerra, el capitalismo y la codicia como hilos narrativos inamovibles. Is This the Life We Really Want?, su primer álbum de estudio en 25 años, no sólo mira hacia atrás, sino que se sostiene ante alusiones constantes a la obra de su antigua banda, tanto en sonido como en concepto.
El tic tac de un reloj y la superposición de voces de "When You Were Young" cumple la misma función de prólogo que "Speak to Me" en The Dark Side…, pero el juego de diferencias se agota cuando Waters recita con claridad "¿Dónde estás ahora? / No respondas a eso (...) Nuestros padres nos hicieron lo que somos, ¿o fue Dios? / ¿A quién carajo le importa?". Acto seguido, "Déjà Vu" retoma el aura melancólica de "Mother" y le incrusta una reflexión irónica sobre el paso del tiempo ("Si hubiera sido Dios, habría hecho que las venas de la cara fueran más resistentes al alcohol y menos propensas al envejecimiento"). Al momento en el que su banda, un coro y una sección de cuerdas se suman para un estribillo épico, Waters se pone en el lugar de un drone que siente miedo de toparse con civiles inocentes en un campo de batalla.
"The Last Refugee" revisita el clima de "Us and Them" para centrarse en la historia de Alan Kurdi, el niño sirio que fue encontrado ahogado en la costa de Turquía después de que naufragase la embarcación en la que huía de su país junto a su padre. La lista de atrocidades que se desprenden de los conflictos bélicos se redobla en "Picture This", o la actualización de “Sheep” (Animals, 1977) al 2017. A fuerza de un bajo galopante con delay, Waters le moja la oreja una vez más a su propio pasado al darle contexto político (“Desearía que estuvieras aquí, en la bahía de Guantánamo”) y lanza el primero de varios dardos a Donald Trump ("Imaginá un tribunal sin fucking leyes / Imagináe un prostíbulo sin fucking prostitutas/ Imaginá un cagadero sin un fucking drenaje / Imaginá un líder sin un fucking cerebro").

Foto: Sony Music / Gentileza
El primer mandatario estadounidense reaparece en el tema que da nombre al disco, con el audio de una entrevista en la que despotrica contra la CNN. Con un registro grave y cavernoso, Roger Waters desarrolla la teoría del miedo como factor determinante del control antes de reflexionar: "¿Es esta la vida que queremos? Seguramente debe serlo / Porque esto es una democracia, y lo que todos digamos se hace / Cada vez que el telón cae sobre alguna vida olvidada / Es porque todos nos quedamos ahí parados, callados e indiferentes". Los climas y efectos de sonido que ornamentan "Bird on a Gale" dejan en claro cuánto de esto fue posible gracias a la mano de Nigel Godrich. El productor de cabecera de Radiohead y Beck cumple en este disco el mismo rol que en Chaos and Creation in the Backyard, de Paul McCartney: hacer que el artista abandonase los vicios compositivos más flojos de su carrera adulta y reconectase con los puntos más altos de su pasado.
Después de una serie de canciones melancólicas a medio tiempo ("Broken Bones", "The Most Beautiful Girl"), "Smell the Roses" endurece el nervio con un riff entrecortado y un colchón de sintetizadores de notorio parecido a "Have a Cigar" (Wish You Were Here, 1975) para una nueva diatriba en la que la comodidad burguesa (algo que Waters experimenta en carne propia con bastante culpa desde "Money", de 1972) es el punto de inflexión de una larga serie de injusticias en el que la guerra por la dominación mundial tiene su lugar predominante junto a la desinformación mediática ("Este es el cuarto en el que se hacen los explosivos / Donde ponen tu nombre en una bomba / Donde se entierran los ‘pero’ y los ‘quizá’ / Y se borran palabras como ‘verdadero’ o ‘falso’").
A modo de suite final, "Wait for Her", "Oceans Apart" y "Part of Me Died" se suceden cada una como desenlace de la otra, replicando los bloques narrativos conceptuales que Waters exprimió junto a Pink Floyd en The Wall (1979) y también en sus dos primeros discos en solitario. En la piel de un hombre que espera a que le llegue la hora, el bajista canta como si estuviera frente a un pelotón de fusilamiento "Tráiganme mi último cigarrillo / Es mucho mejor morir en sus brazos que perdurar en una vida de arrepentimiento". Por más que Roger Waters todavía no tenga planes de trazar su retirada, la sensación final que queda circulando en el aire es que Is This the Life We Really Want? es una despedida, al menos de los estudios de grabación, y que el propio músico decidió encararla sin remordimientos antes que vivir con la duda de cómo hubiera sido tener que quedarse con las ganas.