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Pocos discos en la historia tuvieron tantas idas y vueltas como el séptimo trabajo de Kanye West. Y ciertamente ninguno tuvo la exposición cuasi porno de cada cambio de opinión de su creador, que incluso al día siguiente de haberlo presentado en el Madison Square Garden (junto con su nueva colección de ropa) declaró que faltaban algunos versos y culpó a su colega Chance The Rapper por ello. La catarata de tuits de Mr. Kardashian se convirtió en un reality fascinante que por momentos hizo dudar sobre su salud mental, entre la arrogancia, el arrepentimiento, las súbitas hemorragias de odio, los cambios de título y, especialmente, la declaración de que estaba terminando "el álbum de la vida". Para variar, después vino la aclaración: solamente se trataba de uno de los mejores álbumes de la historia, no del mejor.
Por una vez, entre todo el delirio que rodeó a la concepción de The Life of Pablo, Kanye la pegó. Porque, básicamente, lo que hizo es un discazo. Pero sintetizar de ese modo abrupto no se corresponde con un álbum expansivo hasta lo imposible, con momentos de intimidad en los que el aura de su autor parece a punto de recibir una respuesta divina a sus ruegos gospel, y otros en los que se pasa de grosero y misógino. La figura de Brian Wilson durante las sesiones de Smile asalta al oyente avisado de lo que sucedió durante el proceso creativo de West: un tipo que ya había logrado tanto el éxito como el reconocimiento trató de ir más allá de una obra monumental (Pet Sounds - Yeezus, sin entrar en comparaciones de géneros), desarmándose por momentos y encontrando en esos pedazos la inspiración para progresar.
Sólo que Kanye no tardó varias décadas, terapia ni medicación para terminar The Life of Pablo. Bah, ¿estará terminado? El rapero y productor anunció que toda su producción futura se encontrará sólo en la plataforma Tidal (propiedad de su amigo Jay-Z) y que no tendrá formato físico. Entonces, dados los antecedentes, ¿por qué no imaginar que en cada escucha el oyente se enfrente a una obra diferente, con West metiendo mano a cada minuto, en una suerte de disco infinito y mutante? Ok, tal vez sea demasiado, no hace falta que manden dos tipos grandotes y un chaleco de fuerza a la redacción de Silencio. Se ve que escuchar varias veces The Life of Pablo tenía contraindicaciones no especificadas...
"La vida de Pablo". "¿Cuál de ellos?", desafía West desde la (horrorosa) tapa del disco. Al parecer, pese a que varias veces se había comparado con Picasso, en este caso el rapero se refería a San Pablo, el apóstol que persiguió a los primeros cristianos antes de recibir la iluminación divina. Business as usual para Kanye, si se tiene en cuenta que su trabajo anterior se llamaba Yeezus. La evangelización continúa y el profeta, bastante perturbado, recurrió a varios de sus discípulos para llevar su mensaje a la grey: desde Rihanna y The Weeknd hasta Kendrick Lamar y Kid Cudi le dan una mano en la concreción de este álbum tan grandioso como contradictorio.

"Ultralight Beam" abre con una niña predicando medio sacada, hasta que Kanye proyecta un gospel 2.0 abrasivo y megalómano, con participaciones de Chance The Rapper y un coro, entre (muchos) otros ingredientes. La dinámica de buena parte de The Life of Pablo queda establecida desde ese comienzo: incluso más que en ocasiones anteriores, Mr. West no dudará un instante en compartir sus canciones (y los créditos) con quienes crea necesario, incluso al punto de darles el lugar central y ponerse en un costado a ver cómo cada track explota.
Tal vez el mejor ejemplo de lo antedicho sea "Famous", el track en el que mete samples de Nina Simone (como lo hiciera en Yeezus) y Sister Nancy, además de contar con la ayuda de Rihanna. Tanta presencia femenina y... Kanye se dedica a destrozar a Taylor Swift con un sexismo patético ("hice famosa a esa perra"), en un tema cuya producción cortajea el R&B y el hip hop, los amasa y los proyecta a puro efecto (las cámaras de los beats casi que se pueden ver como gotas cayendo sobre una superficie líquida). En "Feedback", lleva sus experimentaciones sonoras a un nuevo estrato, mientras él rapea más enojado que nunca. "Estuve loco mucho tiempo", escupe un par de veces, en la que tal vez sea su mejor performance vocal del disco.
Y entonces salta a "Low Lights", donde su voz directamente no aparece: toma una grabación acapella de Kings of Tomorrow, y sólo le aplica piano y una suerte de riff de cuatro "notas" electrónicas, en una suerte de apropiación del mensaje que dice mejor que Kanye lo que Kanye quiere expresar. Al menos durante lo que dura la canción, porque cuando salta a "Highlights", lo primero que rapea solo es una diatriba contra un ex amante de su esposa Kim (y que protagonizó un video porno con ella): "Apuesto a que yo y Ray J podríamos ser amigos / si no amáramos a la misma perra. / Sí, puede que él haya tenido su oportunidad primero /el único problema es que yo soy rico. / 21 Grammy, familia súper estelar / somos los nuevos Jackson, sólo me interesa eso". De ahí pasa a las diferencias religiosas con otros raperos y una catarata de temáticas tan despelotada como fascinante.
En cambio, "Waves" es sencillamente una canción de amor, en la que comparte voces con Chris Brown sobre una producción de electrónica ríspida para cantar "no necesito ser tu dueño, nena". Claro que más adelante se quejará en "30 Hours" (pura onda junto a Andre 3000, de Outkast): "Fue mi idea tener una relación abierta / ahora estoy como loco". Eso después de cargarse a una antigua novia, claro. "Mi ex dice que me dio los mejores años de su vida / vi una foto reciente de ella, supongo que tenía razón", dispara.
Tal vez la disputa tuitera entre Wiz Khalifa y Kanye sea la razón por la inclusión a último minuto de una conversación con otro colega, Max B, quien desde la prisión le da la "bendición" para usar la palabra "wavy". Totalmente innecesario, claro, tanto como esa pavada llamada "I Love Kanye", un chiste privado que debería haber permanecido en esa esfera. Por suerte, otra inclusión final sí es motivo para celebrar: "No More Parties in LA", en la que West le cede buena parte del protagonismo a Kendrick Lamar, había sido anticipada pero casi queda afuera del disco.
Pero lo mejor de The Life of Pablo es cuando Kanye se pone a reflexionar sobre sí mismo (su tema favorito, por otra parte) y deja ver sus debilidades. Ok, en "Wolves" compara a su familia con Jesús, María y José en su huída, pero en toda su megalomanía, no es más que una expresión de temor que se le escapa. En "FML" habla sobre las tentaciones que implican las mujeres para él, pero pone a los suyos por encima de cualquiera. Y en "Real Friends" se cuestiona sobre cuántos de los que lo rodean son verdaderamente sus amigos (y cuenta que tuvo que pagarle 250 mil dólares a un primo que se robó una computadora repleta de sex tapes), pero también sobre sus propias falencias: "¿Cuándo fue la última vez que me acordé de un cumpleaños? / ¿Cuándo fue la última vez que no estuve apurado?" Acá no le quedan muchas ganas a West de alardear. "Supongo que tengo lo que me merezco", suelta.
"Nombrame un genio que no haya estado loco", desafía (¿se defiende?) Kanye en "Famous". Más allá de la asociación romántica entre ambos estados, lo cierto es que hay miles de ejemplos para refutarla. Además, está claro que Mr. West no tiene problemas mentales serios, aunque seguramente no le haría mal una visita a algún profesional del rubro. Y cualquiera que siga sus acciones y dichos dudaría seriamente en calificarlo de genio. Claro que, por otro lado, hace discos como The Life of Pablo (y todo el resto de su discografía). Y es entonces cuando las convicciones de los "normales" empiezan a tambalear.