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"La próxima canción es exactamente así", dice Johnny Marr justo antes del comienzo de "Easy Money", el tercer tema de Adrenalin Baby, y hace bien, porque logró trasladar al escenario no sólo la esencia de cada canción sino todo su andamiaje. Entonces uno se cuestiona el sentido de un disco en vivo en este punto de la carrera del ex The Smiths, después de dos discos de "renacimiento" artístico tras años plegado a proyectos de otros. The Messenger (2013) fue sorpresa: nadie esperaba semejantes bríos cancioneros de Marr ni que fuera a pararse frente al micrófono con tal seguridad. Playland (2014) no fue sino la confirmación de que había trascendido el rol de guitar hero -aunque siempre seguirá siéndolo- para convertirse en un artista completo.
De nuevo: ¿por qué un disco en vivo? Quizá tenga que ver con que Marr anunció que va a concentrarse en escribir su autobiografía y este souvenir de su última gira le permita seguir tocando sin la presión de componer mientras se pone a hacer memoria. O, menos rebuscado, haya sentido que sus canciones han cobrado una nueva dimensión después de un un par de años de rodaje. Si la razón es esta última, cuesta no acordar con él: las dos presentaciones en Niceto, una por tour, fueron tan energéticas y calientes que el público salió electrificado de rock. Y aunque Adrenalin Baby no pueda reproducir todas esas sensaciones, sí captura el corazón de las presentaciones del guitarrista y las devuelve como un cachetazo, de esos que a veces uno se da para sacarse la modorra.

En las 17 canciones del álbum hay un buen balance entre las de los dos discos solistas de Marr, reproducidas con el único agregado de la adrenalina (el nombre del disco es un acierto), una versión con bajos bien marcados de "Getting Away with It", que rescató de su paso por Electronic, y un cover de "I Fought the Law", que no es de The Clash pero es como si lo fuera. Y, claro, cuatro himnos inmortales de The Smiths, la banda con la que el guitarrista estableció su marca registrada en los 80. Entonces es cuando la cosa se pone complicada, porque además de desgranar maravillas desde su instrumento, Marr tiene que ponerse en los zapatos (jamás de cuero) de Morrissey, nada menos.
Y no, el bueno de Johnny no tiene el caudal vocal de su ex compañero: suena nasal y sin muchos matices, pero afina y transmite con sus propios recursos. Imposible no plegarse a los coros del público en "There Is a Light that Never Goes Out", como en los shows argentinos, o no perderse en un pogo mental cuando aprieta el acelerador en "Bigmouth Strikes Again" y "The Headmaster Ritual", acompañado por una banda eficiente y desbordante de testosterona. El álbum cierra con "How Soon Is Now?", en la que Marr fuerza su garganta y sale airoso, especialmente porque el tuco de la canción se cocina en las guitarras. En ese terreno -no es ningún descubrimiento-, el hombre es un chef de lujo. Entonces, bueno, el placer, el privilegio es nuestro.