

Third Man Records / Son
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El rock ha muerto. Y Jack White lo sabe.
Cuesta admitirlo, pero todos los indicadores lo demuestran. El año pasado, la única banda de rock que figuró entre los artistas más escuchados fue Metallica. Las giras más vendedoras son de artistas que no presentan discos nuevos sino que le exprimen las últimas gotas de jugo al catálogo de épocas gloriosas... y pasadas. Y la creatividad, claramente, hoy es más fácil de encontrar en el hip hop y el r&b.
Ante semejante panorama -admitido, quizás haya alguna que otra exageración-, White aparece como una suerte de doctor Frankenstein, tratando de animar a una bestia armada con pedazos de otras criaturas. Si alguien apostaba a que el ex White Stripes volvería a salvar al rock como a principios de siglo, deberá pensarlo de nuevo, porque el hombre está embarcado en una búsqueda en la que expone la estrategia de "ensayo - error" en las canciones, con una variedad de intereses que al principio desconcierta, y que se vuelve más y más atractiva con las sucesivas escuchas. Porque Boarding House Reach se torna raramente adictivo: hay algo en su materia que obliga a volver por más.
El propio Jack White admitió que el disco era "extraño". Y no lo es sólo en comparación con su obra anterior, sino con cualquier cosa que ande dando vueltas por ahí. Aquí hay esbozos que se convierten en canciones (rarísimas), elementos disparatados que se tornan esenciales, muestras de un work in progress que finalmente son la obra en sí, vocoders, (muchos) bongós, sintetizadores imposibles, climas de vieja película futurista con cielos rojizos y cohetes espaciales de cartón pintado, órganos de alguna catedral venusina, rap sin ghetto y blues sin algodonales, y hasta una melodía del siglo XIX para poner el moño.

"Connected by Love", la primera canción del disco que White dio a conocer, celebra un amor al rojo vivo con modulaciones electrónicas, un órgano -que parece incendiarse después de apretar cada tecla- embarcado en una batalla épica con la guitarra, y coros femeninos que elevan las llamas. Ya para "Why Walk a Dog?" la cosa empieza a deformarse -con el cantante cuestionándose asuntos de perros y gatos sobre una suerte de vals tocado en la taberna de La guerra de las galaxias-, y estalla en el grito "¿Quién está conmigo?" con el que hace un llamado a las armas en la primera parte de "Corporation", que puede ser entendida como una crítica a los métodos corporativos. Sobre un riff que se repite, se deforma y vuelve a aparecer, el personaje de White aúlla e insta a acompañarlo en una cruzada capitalista con el único objetivo de conseguir adulación.
El minuto y medio de "Abulia and Akrasia" es casi un chiste privado con violines para desembocar en "Hypermisophoniac", que funciona como portón para el resto: si se traspasa semejante deformidad, todo lo que venga sonará "normal". Ojo, el tema tiene un solo de guitarra, pianos, distorsión y batería bien rockera, pero las modulaciones en el canal derecho, las voces y la insistencia en "salir de la canción" hasta terminar por construirla no lo hacen material de playlists. "Ice Station Zebra", parte de un proyecto fallido junto a Jay-Z, pone a White a rapear desafiando a las categorizaciones, sobre una base que suena como si la Magic Band de Captain Beefheart hubiese tomado más ácido que de costumbre y quisiera hacer una de los Beastie Boys.
La guitarra podrida y la voz enojada de Jack White se abren paso como machetes a través de las malezas trepadoras de "Over and Over", pero enseguida "Everything You've Ever Learned" arranca como un infomercial sacado de Futurama y se convierte en un afiebrado funk distorsionado. "Bueno, volvamos a nuestra canción", se escucha decir al cantante en el inicio de "Respect Commander", justo antes de cambiar el pattern de la batería. Cuál es "la canción" es otro asunto porque, previo a que aparezca el blues sometido a electroshocks con el que el hombre se rinde ante una dama, hay varios intentos de encontrar el camino.
"Ezmerelda Steals The Show" no es más que un cuentito acompañado por guitarra, antes de que "Get in The Mind Shaft" mezcle relatos y anécdotas (como la de la primera vez que White tocó un piano), mientras Air y Daft Punk tocan sobre una barcaza en el Mississippi. "What's Done Is Done" bien podría ser una balada country de Johnny Cash, quizá lo más "tradicional" de todo Boarding House Reach, si no fuera porque el disco cierra con "Humoresque", una pieza del compositor checo Antonín Dvořák entregada con la sencillez que su belleza requiere.
Como signo de los tiempos, los géneros carecen de fronteras y los elementos típicos de uno se resignifican en otro. A sabiendas de esto, aun con las costuras a la vista y sin acertar siempre en los intentos, Jack White sale con la frente en alto de la aventura de experimentar más allá de los confines de su "zona de confort".
¿El rock ha muerto? ¡Viva el rock! (aunque hoy esa palabra signifique otra cosa).