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"Alguien me preguntó una vez si era gay.
Le respondí: '¿Vos creés que una palabra de tres letras
puede definir la complejidad de mi persona?'"
Cecil Taylor
Según un informe del Huffington Post, técnicamente los higos no son una fruta: son flores invertidas. En el análisis de esta anomalía botánica, se explica que los higos florecen hacia adentro de su propia vaina (lo que vulgarmente se llama "cáscara") y producen pequeños frutos llamados "aquenios", que son los que le dan la textura crujiente. Del mismo modo, Frank Ocean es un rapero invertido que, a diferencia del resto, se vuelve más sustancioso cuanto más logra recluirse sobre sí mismo, dentro de su propia vaina. En lugar de mostrarse omnipotente (el mandato #1 del hip hop), Ocean añade al racconto biográfico de una infancia dura sus fragilidades y sus miedos internos. "No soy valiente", declama en "Seigfreid", su reformulación -con error de tipeo incluido- del mito nórdico-germano de Sifgrido.
El primer error de tipeo, de todos modos, está en la portada. Como si hubiese sido un descuido de quien está apurado por sacar el disco -una fina ironía si se tiene en cuenta que se trata de uno de los álbumes más demorados y esperados de la era millennial-, lo que se lee es "Blond" y no "Blonde", tal el nombre oficial. Antes de llamarse Blonde, y escribirse Blond, el segundo trabajo de estudio de Ocean iba a titularse Boys Don't Cry: la referencia melómana remitirá a la canción de The Cure y la cinéfila, tal vez mejor orientada, a la película que retrata el caso Teena Brandon, el joven transgénero violado y asesinado por sus "amigos" en 1993 cuando le descubrieron genitales femeninos. Finalmente, ese nombre inicial fue a parar a la url de su web oficial donde el rapero sube información complementaria al disco, que aún no tiene edición en formato físico.
Aunque ya había usado una estrategia similar con Channel Orange (2012) y su famoso posteo en tumblr donde se declara homosexual (a diferencia de lo que canta en "Seigfreid", se trata del acto de bravura más grande en la historia de hip hop), el combo multimedia en esta oportunidad suma también a Endless, el álbum visual que Billboard decidió no contemplar en los rankings hasta que su formato se adapte a las convenciones... o hasta que la industria lo entienda. A la manera de Kanye West y su constante work in progress abierto al público, Ocean supera el corset de ese objeto antes llamado disco.
En términos musicales, Blonde también da un paso más en la configuración de esa resonancia oceánica que había iniciado en Channel Orange. Si el debut se inscribía en el soul tántrico de Drake, acá lo que se moldea es un hip hop impalpable. Sin insistir en breaks de batería ni en sintetizadores pregnantes, Blonde expone el ethos del género en los flows en forma de sollozos y en la supremacía del contenido como determinante de la forma. Las transiciones son casi nulas y el contraste inter e intra canción estructura y agrupa los momentos del disco. De entrada, "Nikes" comienza como una crítica al hedonismo en clave dream-soul de voces robóticas y termina por discurrir sobre ese estadio intermedio entre la concepción occidental del amor y el sexo casual ("No estamos enamorados pero te voy a hacer el amor").

En "Ivy", la melancolía es dirigida hacia la pérdida de la inocencia, temática que Chance The Rapper aborda en Coloring Book, entre guitarras y teclas que se entretejen acuosas. Otra vez distorsionando su contexto con sutilezas, Ocean florea el millennial whoop (término con el que Richard Metzger denomina a la celula rítmico-melódica de pivotear, desde la quinta nota del acorde, en la tercera, y que puede encontrarse en gran parte de los estribillos masivos de los últimos años), pero acá no con pretensiones de estadio ni épica festiva sino como un lamento puertas adentro. Acto seguido, Beyoncé aparece sutil en los aires caribeños de "Pink + White", donde aporta su voz como un arreglo más y su presencia no está explícita en la lista: el featuring no es en Blonde una ostentación de contactos, es una necesidad textural.
El par "Be Yourself" y "Solo" conforman otra de las antinomias del disco. El primero es un ready made construido a partir de un mensaje de voz en el que una madre baja línea a su hijo sobre los peligros de las drogas, el alcohol y las acciones que un adolescente perpetra sólo para parecerse al resto. El segundo oficia de respuesta vindicatoria del acto de fumar marihuana, no en clave de militancia canábica como lo hacen Wiz Khalifa y Snoop Dogg, sino en su variante introspectiva que aprovecha el juego cacofónico entre "Solo" y "so-low" ("Dos gramos al amanecer, fumando bien, enrollando solo"). En el estribillo, Ocean alcanza una de sus mejores inflexiones melódicas y formula su ying-yang en forma de metáfora: "Hay un toro y un torero batiéndose a duelo en el cielo". André 3000 se hará cargo, más adelante, de la versión reprise con una diatriba contra los raperos que no escriben "solos" (¿Drake?).
Con "Self Control", Ocean se pone analógico en compañía de la guitarra y la voz de Austin Feinstein. En esta suerte de neosoul de fogón, recupera el erotismo retraído que lo emparenta con Morrissey y Michael Stipe. Pasado "Facebook Story", el segundo ready made, "White Ferrari" y la antes mencionada "Seigfried" retoman las cuerdas -rasgueadas y frotadas- mientras Ocean parece desafiar la ley de gravedad con su fraseo etéreo. Para el cierre, el cantante nacido en Nueva Orleáns suelta un agradecimiento en forma de rapsodia con "Futura Free", la composición más larga del disco. "Solía trabajar por siete dólares la hora / Llamaba a mamá para decirle que no llegaba al mínimo", rememora y deja en claro que, por más que ahora cuenta sus ingresos de a cientos de miles, en el fondo, la autoestima tiene límites para este rapero de ego apaciguado: "No soy Dios, a veces me siento Dios, pero no lo soy" (tal vez porque eso queda para Kanye). Después de unos segundos de silencio, la coda, casi un hidden track, es otro ready made de instrumentación mínima: una entrevista a su hermano.
Ocean bien podría hecho de este álbum su escena de extroversión post Channel Orange. Una vez liberado de la presión de declarar su homosexualidad en el seno del género musical machista y misógino por excelencia, la salida obvia era la confección de hits bombásticos; en cambio, eligió profundizar sus propias cavilaciones. En modo reflexivo y con Brian Eno citado en los créditos, Blonde es un safari al interior de un rapero que eligió escribir su diario íntimo con acuarelas.