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¿Cómo no amar a Dave Grohl? Si fue el baterista de Nirvana y puso sus golpes en uno de los discos más importantes en la historia del rock... Si cuando Kurt se pegó el corchazo, en lugar de ponerse el traje de Marky Ramone, fue y fundó su propia banda... Y encima le puso un nombre bien cool como Foo Fighters, editó muchos discos y hasta rescató para sus filas a su excompañero Pat Smear. Además, entregó videos maravillosos como los de “Big Me” o “Learn to Fly”, y cuando ya era exitoso y millonario se despachó con Probot, un proyecto metalero para homenajear a todos los ídolos de su adolescencia. Por si eso fuera poco, cuando sus amigos de Queens of the Stone Age se quedaron rengos, tocó la batería en ese discazo que es Songs for the Deaf. Y en 2012 vino a Buenos Aires, trajo de telonera a Joan Jett, y hasta volvió a sentarse tras los parches, cosa que para sus fans del primer mundo ya no hace.
Cómo no quererlo si se tomó el trabajo de rescatar una vieja consola de grabación y de hacer un documental al respecto. Si aquella vez que se rompió la pierna en un show, lejos de frenar todo y recluirse en un descanso merecido, se mandó a construir un trono súper rockero para poder seguir de gira. Y cuando a Axl Rose le pasó algo parecido se lo prestó sin dudarlo ¡y gratis! Además, nunca deja que pase demasiado tiempo entre un disco y disco. Y justo cuando ya los fans se convencían de una vez que Sonic Highways era otra maravilla, llega Concrete and Gold.
Grohl nunca se durmió en los laureles, por eso volvió a apostar fuerte y llamó a un productor de raíz pop como Greg Kurstin, que trabajó con Adele y Sia. “Run”, el primer adelanto, no era precisamente una gloria... pero cuando el tipo grita como un desaforado poco importa si detrás no hay mucho más que destacar. El siguiente, “The Sky Is a Neighborhood”, es el único tema del disco que tiene destino de hit como para acomodarse bien en las listas en vivo. Ese riff envolvente, con un ritmo de sube y baja, es suficiente para que Foo Fighters tenga con que chapear un buen rato.

Foto: Sony Music / Gentileza
A Grohl lo quieren todos, entonces pudo darse el lujo de tener dos invitados de primer nivel. ¿Cuántos más pueden contar con Paul McCartney y Justin Timberlake en un mismo álbum? No va a faltar quien diga que llamar a Macca para tocar la batería es como convocar a Madonna para que toque la guitarra, pero aun así “Sunday Rain” es una canción mid tempo simpática, con algún aire reggae y un estribillo al que habrá que ponerle empeño en que no siga de largo en el inconsciente.
Contar con Timberlake es simplemente salir a la cancha con la estrella del momento, el más completo, talentoso y carismático. Pasa a ser un detalle que la gran oportunidad de este primer acercamiento de ex NSYNC al rock quede totalmente desdibujada por ser apenas un “la la la” en el coro de “Make It Right”. Una lástima, porque el tema con claro espíritu de Aerosmith tiene lo suyo. Y no hay mucho más, porque no vale demasiado la pena detenerse en esa olvidable incursión lounge que es “Dirty Water” ni en la pomposa “Concrete And Gold”. Queda “La Dee Da” para recordar esa identidad difusa de la banda de Grohl, que a veces suena a Stone Temple Pilots, otras a Led Zeppelin e incluso a Incubus. En realidad, lo que sucede es que cuesta definir la verdadera personalidad de Foo Fighters.
Dave Grohl y su banda nunca perderán su espacio en los corazones de sus seguidores, más allá de que su discografía siga engrosándose de álbumes sin muchas luces. Es que siempre habrá algún recurso, episodio o hecho extra musical para que Foo Fighters siga en la cresta de la ola. Por ejemplo, el video que cuenta como se gestó Concrete and Gold, que tiene mucha más onda y gracia que el disco completo