

One Little Indian
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Antes de la aparición de Utopia, por primera vez en mucho tiempo la expectativa ante un nuevo disco de Björk trascendía lo musical. Lo que tuviera para decir(se)(le)(nos), iba a ser leído, necesariamente, como su salida artística a la separación que la llevó a componer Vulnicura, ese lamento hiperrealista tan descorazonado que en el booklet indica cuánto tiempo antes o después de la ruptura fue escrita cada canción. Quien una y otra vez había entregado gemas de pop extraterrestre, y que fue más ella cada vez que pudo alejarse de ella, había elegido en su disco de 2015 (o tal vez no tuvo otra opción) curar sus heridas acercando el yo-artista al yo-biográfico todo lo posible.
Asimilado (¿y superado?) el dolor, lo primero que suena en Utopia es el cantar de unos pájaros que parecen entrar en función centrifugado. De aquella intensidad claustrofóbica de Vulnicura, Björk pasa a despertar / renacer / amanecer en un bosque digital. Y entonces suelta sus líneas inaugurales: "Sólo aquel beso / fue todo lo que hay", canta alargando las eses hasta volverlas parte del paisaje sonoro diseñado, al igual que en el disco anterior, por el productor venezolano Arca. El título de la canción ("Arisen My Senses") también refleja el cambio de perspectivas: si Vulnicura fue sentimental, Utopia es sensorial.
"Este es mi disco Tinder", había dicho en una entrevista a modo de anticipo. Y en "Blissing Me", se pregunta, sobre un arpegio de cuerdas pulsadas, si el exceso de mensajes de texto es una bendición o una obsesión. En constante tensión con su pasado, Utopia es el via crucis emocional (14 canciones - 14 estaciones) de Björk hacia su redención definitiva. Durante ese recorrido, hay momentos de euforia y también de llanto, incluso dentro de una misma canción. Así, en "Body Memory", por ejemplo, pasa de cantar "¡Adoro esta niebla mística!" a preguntarse si ya está convencida de "Aceptar este final". Justo antes, el track que da nombre al disco redunda, desde la música y la letra, en una descripción de los sonidos recurrentes del disco: flautas y pájaros.

Con el dramatismo insignia de su inglés rústico, Björk entrega una de sus líneas memorables en "Features Creatures": "Literalmente, pienso que estoy a cinco minutos del amor", pero enseguida concluye que hasta el corazón opera con estadísticas. De fondo, el collage sonoro se vuelve opresivo y disonante, como si la cantante todavía no pudiese encontrar tierra firme donde hacer pie. Para "Sue Me", un pase de facturas a Matthew Barney por la batalla legal en torno a la custodia de sus hijos, Björk, escudada en una secuencia de beats espinosos, va directo al grano: "Demandame todo lo que quieras", dice primero. "Rompamos esta maldición, para que no caiga sobre nuestra hija", cierra después.
Pero el viaje de Björk siempre es allende las palabras. Y a la oscuridad de "Sue Me" le sigue la claridad de "Tabula Rassa", una suerte de calma que precede al huracán y vuelve todo a fojas cero. Casi sobre el final del recorrido, "Claimstaker" es un acercamiento al dance, un amague de EDM que, aunque no termina de explotar nunca, muestra la cara más festiva del disco. "Imaginate un futuro y habitalo", canta en "Future Forever", el último tema del álbum. Con aires de villancico avant-garde, no sólo se reconcilia con el amor desde un plano conceptual y trascendental, también lo hace con sus obligaciones artísticas. Utopia cierra con la certeza de que, si el ser humano está condenado a ser libre, Björk está condenada al futuro.